Antonia López Valera1
Resumen. El objetivo del presente artículo se centra en el análisis del exilio en la obra poética de Cristina Peri Rossi desde una perspectiva de género que rompe con el imaginario heteronormativo. Su poesía nos acerca a una serie de interseccionalidades que configuran su biografía como una suma de identidades fraguadas a través de la experiencia de vida y de la ruptura con diferentes estructuras represivas (vitales y simbólicas), que la han conformado como persona y escritora.
Palabras clave: poesía, exilio, identidad, género, Cristina Peri Rossi
Abstract. The aim of this paper is focused on the analysis of exile through Cristina Peri Rossi’s poetry from a gender perpective which breaks the heteronormative imagination. Her poetry shows us how intersectionalities in her life are the sum of a series of identities conceived through her vital experiences as well as through the breakup with some repressive (vital and symbolic) structures having defined her as human being and writer.
Keywords: poetry, exile, identity, gender, Cristina Peri Rossi
Identidad y exilio: factores claves para una lectura con enfoque de género
El exilio implica un nuevo modo de situarse en el mundo, en la sociedad, muy distinto de la manera en que se sitúa el resto de personas. El hecho de ubicarse y vivir desde los márgenes no solo confiere libertad sino también puntos de vista cargados semánticamente de mayor apertura.
No es extraño que desde la crítica se haya calificado a Peri Rossi como «poeta de travesías» (Negroni-Bonzini, 2003:15); «poeta migrante» (Rodríguez Gutiérrez, 2009:116); «revolucionaria» (Dereita, 1978:136), tanto por su connotación política como por su actitud vital; «ser híbrido» (Dejbord, 1988:45) o «escritora múltiple» (Montagut, 2008) por no ceñirse a un solo género literario, así como por la fluidez con la que produce desde la narrativa, la poesía, los ensayos o los textos periodísticos. La misma autora se define como «animal literario» (Pérez-Sánchez, 1995:65), lo que nos alerta de la importancia de la literatura en su vida, y viceversa; y, sobre todo, de las aportaciones críticas que pueden llegar a considerarla como una escritora constitutiva en sí misma de una generación (Dereita, 1978:135) o como una escritora «difícil de ubicar en la tradición» (Norandi, 2009:54).
Existe una relación entre identidad y exilio que planteará las siguientes cuestiones: ¿qué ocurre cuando ya no se es una exiliada en el sentido estricto de la palabra? ¿Guarda relación el ser exiliada con la identidad «mujer», con la identidad «lesbiana», con la escritura como transgresión? Mujer, exilio y literatura guardan entre sí una relación fluida, «liminal», cambiante, donde múltiples factores interseccionan.
El exilio en la poesía de Cristina Peri Rossi
El exilio es una patada en el culo
(Peri Rossi en Cavalín, 2003:41)
El exilio es, sin duda, una de las experiencias que más ha conformado la identidad (o identidades) de Cristina Peri Rossi. Ella misma afirma en una entrevista que le preocupa mucho la simplificación que establecemos a la hora de identificarnos, porque no abarca todo lo que una persona es; a veces, ni siquiera se acerca a la realidad:
A mí me preocupa mucho la reducción. La reducción como lo es el carnet de identidad, el pasaporte, por ejemplo. Yo soy Cristina Peri Rossi, mujer, estado civil: viuda, profesión: escritora. Soy mínimamente eso. Dice muy poquito: «Ah, viuda, entonces se casó». Sí pero fue para tener papeles y fue un matrimonio en blanco (Berguero, 1993:69).
En primer lugar, el exilio es una acción no elegida, no volitiva en el ser humano: no se opta por ser exiliado o exiliada, como no se decide el lugar de recepción. Es algo más que un cambio forzoso de lugar, una dislocación física, un arrancarte de la tierra que amas y «transplantarte» en otra.
El exilio es «una experiencia desgarradora» (Aventín Fontana, 2011:47); dolor, dolor que rompe, dolor compartido con otros y otras. Se inicia una suerte de sinergias que solo quienes lo han vivido son capaces de comprender. Es un cambio de costumbres, de hábitos, de ideas respecto a la forma de sentir la vida, es un acostumbrarte a desacostumbrarte de lo que ha sido tu día a día. En ese dolor, la identidad de cualquier persona se resquebraja, se limita, se vuelve vulnerable. El ser humano emprende un proceso de reconstrucción personal, sabiendo que nada volverá a ser igual.
Por otro lado, tal y como se recoge en la entrevista de Susanna Ragazzoni (1983), después de una experiencia como la del exilio la identidad pareciera perder su significado y valía, así que no es de extrañar que la autora prefiera «la no pertenencia a la pertenencia» (Pérez, 2014:16).
Poemas en torno al exilio
Comenzamos nuestro análisis con el primer poema de Descripción de un naufragio (1975), manuscrito que, de los muchos afectos que podía haber metido en la maleta, eligió al salir de Uruguay («Por equipaje / una maleta llena de papeles / y de angustia», Peri Rossi, 2005:328) para posteriormente publicarlo en España. A propósito de este poemario, Reina Roffé lo describe como una «historia colectiva e individual al mismo tiempo» (2001:236)
Dedicatoria
A Mercedes Costa
A todos aquellos navegantes
argonautas de un país en ruinas
desaparecidos en diversas travesías,
varias,
que un día emprendieron navegaciones
de inciertos desenlaces.
(Peri Rossi, 2005:105).
Concebir la vida como el arte de la navegación es parte importante en el imaginario de todo el poemario, aunque solo algunas personas, héroes o heroínas, deciden seguir navegando hacia otros rumbos, ya que su país está «en ruinas»: la dictadura uruguaya hizo que se vieran forzadas a emigrar y, a partir de ahí, las «travesías» se multiplican y nunca se sabe dónde llegarán. El desenlace es incierto como lo es la vida, pero la incertidumbre se multiplica en el lugar de acogida. Tanto que como exiliada no parece tocar tierra en ninguna ocasión. La condición de desarraigo, de desterritorialización, se agudiza: «Julio, 1870.–Y esa tierra fugitiva que día a día se nos va» (Peri Rossi, 2005:107).
Sobre el acto de desterritorialización ha reflexionado Julia Kristeva, quien indica las implicaciones que conlleva: «conduce a romper con los lazos religiosos, familiares, lingüísticos, nacionales y genérico-sexuales» (Dejbord, 1998:36). El exilio no solo implica cambiar de lugar involuntariamente, sino que atrás queda también todo lo que el lugar de origen te ha ofrecido, aquello por lo que has luchado desde un punto de vista ideológico y socio-afectivo: «… Una vez perdí una guerra / perdí una ciudad / perdí un país / perdí una casa / perdí cinco mil libros / perdí a mis amigos / perdí un amor…» (Peri Rossi, 2007:47).
Estado de exilio (1973-2003) es el poemario más emblemático referente a este tema. Escrito en el 73, ya en Barcelona (un año después de salir de su tierra), pero de publicación tardía, en él la autora trata de mitigar el dolor, de moderarlo, de entenderlo (Berguero, 1993:69). Peri Rossi lo expresa en el prólogo de Poesía reunida:
No hice ningún esfuerzo por publicarlos. No sólo porque posiblemente no hubieran pasado la censura franquista [...], sino por una especie de pudor: no me gusta llorar en público, y pensaba que esos poemas, nacidos de un dolor colectivo, iban a acentuar la sensación de desarraigo, de desgracia, de tragedia (Peri Rossi, 2005:13-14).
Es, sin duda, un intento de la poeta por expresar y superar la situación en la que se han visto involuntariamente envueltos los y las exiliadas debido a las circunstancias políticas de su país, «… el país abandonado en diáspora / el país ocupado por el ejército nacional…» (Peri Rossi, 2005:231). Se trata de un «diario poético», de un «diario de lo colectivo», como señala Milena Rodríguez (2009:120), o «su amago [de la poeta] por estar sin dejar de ser y su insistencia de ser sin dejar de estar y que en la obra gravitan alrededor del sentimiento de escisión que conlleva la partida» (Aventín Fontana, 2011:51).
El dolor y el sentimiento de pérdida, de ruptura, de escisión, están consignados en los poemas de este libro, y al final, casi tímidamente, deja entrar la esperanza: «No necesito ir muy lejos / para soñar…» (Peri Rossi, 2005:344). Son los versos iniciales del poema «Cercanías», el mismo que termina con la identificación del sujeto poético con la noción de «extranjera», de aquella que está «de paso», con la mutabilidad de los que se saben sujetos de ninguna geografía, sujetos universales.
Una esperanza que se entrelaza con el amor, como bien lo expresa el poema «Barnanit»: «Creo que por amarte / voy a amar tu geografía [...] voy a aprender la lengua nueva [...] voy a balbucear los nombres / de tus antepasados [...] intercambiaremos sílabas y palabras [...] Las ciudades sólo se conocen por amor / y las lenguas son todas amadas» (Peri Rossi, 2005:345-346), en donde la ciudad no se presenta como un mero espacio geográfico, sino que está conformada por una genealogía, un idioma y una lengua que nos configuran como sujetos inscritos en una sociedad determinada. Tal y como la poeta afirma, «el lugar hay que estar negociándolo continuamente, el lugar en el que uno está» (Berguero, 1993:77).
Desde el punto de vista crítico, Milena Rodríguez realiza un estudio sobre algunas poetas trasatlánticas, entre ellas Cristina Peri Rossi, analizando aspectos tan relevantes como la feminización de los y las autoras hispanoamericanas por parte de la crítica española, las nociones de desarraigo, transtierro o el no-lugar, la vinculación con la lengua adoptiva, la condición de la mujer en una «suma de extranjerías» (2009:116), la subversión que supone salir (involuntariamente, en este caso) del espacio privado.
Los puntos de la geografía están confusos, no existe ninguno capaz de arrancar el sentimiento de impotencia y tristeza ante tanta soledad. Para Peri Rossi su búsqueda y el amor por las palabras es importante y en este poema nos ofrece una semántica exacta, reforzada con el adverbio del inicio:
VIII
Exactamente
cansada
harta
agotada
irritada
triste
de todos los lugares de este mundo.
(Peri Rossi, 2005:296).
El empleo de la primera persona plural e incluso la tercera persona plural con el fin —como dice Alejandra Mª Aventín Fontana— de «permanecer vinculada al cuerpo social desgajado tras la partida y, en particular, a aquellos que como ella sufren la condición de ser exiliados» (2011:51), pone de manifiesto que no estamos ante una voz única y solitaria, sino ante una voz múltiple, polifónica a la manera bajtiniana (Calvo, 2009) de todas aquellas personas que, como ella, saben de la soledad, de la provisionalidad, de la ausencia de esperanza:
Barcelona 1976
El exilio es gastarnos nuestras últimas
cuatro pesetas en un billete de metro para ir
a una entrevista por un empleo que después
no nos darán.
(Peri Rossi, 2005:314).
Se une la añoranza por lo abandonado, el valor de las cosas se convierte en relativo, nada es lo mismo: se acentúa la ausencia materna; cualquier objeto, sensación o afecto mutan en pérdidas irreparables...
En la búsqueda de referentes familiares encontramos la voz de aquellos que se quedan —«Carta de mamá: / “Y si todos se van, hija mía, / ¿qué vamos a hacer los que nos quedamos?”» (Peri Rossi, 2005:289) — y a los que prestamos poca atención —«No te olvides de nosotros / que te queremos tanto» (Peri Rossi, 2005: 304): así termina la segunda «Carta de mamá» —; y la voz de aquellos que ya han partido e intentan establecer su mecanismo de supervivencia. De estos últimos poco importa si duermen o no, si sueñan con volver o no, ya que en sus rostros se dibuja la tristeza: «Algunos se han dejado crecer la barba, / otros, se han cortado la barba [...] Se reconocen por el acento, / y por la tristeza de la mirada» (Peri Rossi, 2005:318). Saben que, aunque volvieran, ya no encontrarían el mismo lugar: «Sueñan con volver a un país que ya no existe / y que no reconocerían más que en los mapas / de la memoria…» (Peri Rossi, 2005: 322) y a ello se une el deseo de asentarse en el nuevo lugar, libre de equipaje:
Lo imprescindible
Uno aprende que lo imprescindible
no eran los libros
no eran los discos
[...]
ni los amigos que ya no se ven
ni las calles de la infancia
ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada.
Lo imprescindible era otra cosa.
(Peri Rossi, 2005: 330)
La autora es consciente de que ese trabajo de confrontación lo tiene que hacer cada una, de manera individual, como lo expresa en «Dialéctica de los viajes»: «Para recordar / tuve que partir...» (331), y se adentra como muchacha solitaria (recordando a Hopper) en un ir y venir de lo viejo y lo nuevo, como en «Geografía II» donde nos ofrece una visión: «En la ciudad donde nací [...] En la nueva ciudad» (333) porque
Lo importante no es lo que me pasa sino como lo vivo yo. [...] Hay una distinta elaboración de la pérdida, del dolor, de la felicidad y del placer. Por lo tanto, lo que me define a mí como persona es cómo elaboro yo. [...] El dolor, hay que elaborarlo y hay que transformarlo en otra cosa que no le haga daño ni a la persona ni a los demás (Berguero, 1993:72).
Ese cambio viene de la mano de una ciudad: Barcelona, pero sobre todo del amor: «Es seguro que nuestra venganza será el amor / poder amar, todavía / poder amar, a pesar de todo / a pesar de según sin dónde cómo cuándo…» (2005:311); y el último poema que servirá de enlace con Estrategias del deseo es clave para entender el cambio que se opera en la autora, «Barnanit», como bien expresa en una entrevista: «Cuando uno se exilia corre el riesgo de convertirse en un nómada permanente [yo no he querido eso]… he intentado que Barcelona sea mi ciudad, mi ciudad de adopción» (Camps, 1988:47).
La poeta no abandona el sentido de fugacidad de la vida, de lo relativa que es la vida y la construcción de identidades, como en el poema de Babel bárbara titulado «Exilio» que termina con el siguiente verso: «Y todo era fugitivo» (Peri Rossi, 2005:527). Además, gira su mirada en una crítica al capitalismo voraz que envuelve esta civilización occidental, sintiendo de nuevo que está fuera de lugar; el dolor abre paso a una catarsis que lleva la impronta de no abandonar nunca la condición de exiliada, porque como ella misma afirma en una entrevista: «Aún las cosas más dolorosas y más temibles se pueden capitalizar» (Berguero, 1993:71). En su viaje se desmarca del sistema que nos envuelve, pero a la vez está dentro, en ese ir y venir de los márgenes al centro, como leemos en el siguiente poema en su libro Inmovilidad de los barcos:
Grandes almacenes
En las grandes tiendas
me mareo
ando exiliada
confundo los pisos
tantos objetos me saturan
Sólo quiero comprar un bolígrafo
o un rotulador
Estoy en el centro de la Civilización Occidental:
que alguien me dé un mapa
Y además, toda esa gente feliz,
inmensamente satisfecha
de disponer
de poco dinero
para tantas cosas.
(Peri Rossi, 2005:751).
Su poemario Habitación de hotel rompe con el concepto simbólico de casa como el ámbito privado construido desde el sistema patriarcal y en el que se rinde todo un homenaje a la palabra, a la escritura. Claudia Pérez así lo recoge en una entrevista a la autora Allá, en Barcelona. Entrevista a Cristina Peri Rossi: [Se ha mudado unas veinticinco veces y ha estado en más de doscientos hoteles] «De modo que las casas son lo transitorio y lo constante es la escritura. Y también las palabras. He cambiado de amores, de ciudades, pero siempre escribo» (Pérez, 2014:14).
En el poema que abre el libro y titula «Mi casa es la escritura» encontramos una actitud continua de resituarse en su ser como escritora.
La escritura es personificada en una mujer que «acoge, recibe, arropa, envuelve, seduce y protege» a la poeta, es más, las palabras son «la única compañía que no falla», descentralizando por completo su ser y estar en el mundo ya que, en su constante fluir, ir y venir por la vida, aquello que la va configurando es su deseo de ser escritora, de vivir en la palabra, en sus versos, para «que otro, otra/los lea, sueñe con ellos».
En el poema «Cuarto de hotel» del poemario Las musas inquietantes (1999) se hace explícita la ausencia de afectos. En él, además de rendir su más sincera admiración al pintor Edward Hopper en su mirada del cuadro «Habitación de hotel», focaliza toda su atención de nuevo en la soledad: soledad de una «viajera», «recién llegada» a un «mundo hostil» y «ciudad sin nombre» porque aún no la reconoce en su universo vital y particular.
La afectividad estará presente en cualquier lugar, es algo que no se puede obviar. En el primer poema de Playstation (2009) nos transmite los siguientes ejes temáticos en una estructura paralela:
- el tránsito intermitente de lugares (Montevideo, Estocolmo y Barcelona);
- el fluir del tiempo recogido en la edad de la voz poética (a los veinte años...) y en el avance tecnológico que le permite escuchar música (pantalla blanca y negra de la RAI, reproductor de cassettes, Youtube); y
- la fidelidad en torno al amor de una mujer, no siempre la misma —o sí—, en esos lugares, en esos momentos determinados de la vida. En todos ellos la poeta se manifiesta acerca de la emoción de la belleza, de la música y del amor.
Fidelidad
A los veinte años, en Montevideo, escuchaba a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en la pantalla blanca y negra de la Rai
junto a la mujer que amaba
y me emocionaba
A los cuarenta años escuchaba a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en el reproductor de cassettes
junto a la mujer que amaba,
en Estocolmo,
y me emocionaba
A los sesenta años, escucho a Mina
cantando Margherita de Cocciante
en Youtube, junto a la mujer a la que amo
ciudad de Barcelona
y me emociono
Luego dicen que no soy una persona fiel.
(Peri Rossi, 2009:9)
El último verso nos aporta varias claves: primero, que la mujer a la que ama parece no ser la misma, incardinada en sus diferentes momentos vitales y en diversas ciudades, aunque podemos asegurar que siempre ama y que, en esos lugares y a esa edad, era fiel; segundo, que rompe con el estereotipo de la homosexualidad asociada a la promiscuidad de manera lúdica, ya que se genera la duda de si es o no la misma mujer. La única fidelidad que mantiene va dirigida a Mina, una de sus cantantes predilectas. Lo demás es parte de su recorrido vital, como ser en movimiento que cambia de localizaaciones y de afectos.
En el poema «Biblioteca» la voz poética vuelve a referirse a los libros que dejó atrás y que regaló, se despoja de la seguridad que a los y las escritoras les ofrecen «sus» libros, construyendo una potente personificación (los libros son «un ejército de guardaespaldas»), para mostrarnos, una vez más, su nueva manera de entender no sólo las relaciones con los objetos, sino —y esto se intuye— las relaciones personales. Si el exilio es involuntario, el despojarse de los libros es una elección personal, como lo son las relaciones afectivas. El poema se cierra con los siguientes versos: «... Me gusta amarlos a la distancia / —contesto— / para no decepcionarme» (Peri Rossi, 2009:19).
El siguiente poema se titula también «Estado de exilio», aunque la diferencia entre este y aquel es abismal. En el primero, aparecido en el poemario homónimo y ya comentado, el dolor se refleja incluso en la misma tipografía textual con la ausencia de puntuación, pero sobre todo en la lucha por comprender esa condición de extranjera. El poema que aparece en Playstation nos remite a otro exilio mucho más sutil, difícil de reconocer; se sitúa en un contexto más social y nos muestra como una presa de raza blanca es condenada por ayudar a una presa de raza negra a escapar. Manteniendo el tema de la traducción de los poemas anteriores nos acerca al aprendizaje de la lengua española para poder traducir precisamente Estado de exilio, todo un guiño y homenaje a dicho libro; pero del mismo modo que los oficiales leen las cartas que la poeta mandaba a su madre, invadiendo por completo el derecho a la intimidad, ni la traductora ni la poeta pueden estar en el acto poético, carecen de la posibilidad de elegir, su contacto con el mundo se ha roto, de alguna manera siguen exiliadas.
El exilio llega hasta el lugar vital donde la autora se desenvuelve dentro de la cotidianidad. En «Marx se equivocó» (Peri Rossi 2009:67), la segregación es recurrente porque para la escritora, aún viviendo en un barrio de inmigrantes, el hecho de ser reconocida como «famosa» por salir en la televisión genera en su vecindario calificativos como «impostora, farsante o simuladora»: esto la hace diferente al resto de inmigrantes, es reconocida, tiene un poder (sus vecinos no) que hace que se vuelva a encontrar de nuevo en un lugar «equivocado». Es la paradoja de no ser real en ningún sitio, con ninguna persona, es el exilio de los exilios, es la inestabilidad identitaria que conforma a la poeta. Tanta es la presión que se ve forzada a cambiar de barrio, como reconoce en la entrevista La literatura es libertad. Entrevista a Cristina Peri Rossi:
[Playstation] Por ejemplo, un poema que habla de cuando yo estaba recién exiliada en un barrio obrero, aquí en Barcelona, por San Andrés —un barrio de emigrantes pobres—, y un día salí en la televisión. La televisión era Dios [...] hasta que un vecino me dijo: «¿Qué está haciendo usted, rica y famosa, entre nosotros, que somos pobres?» (Ulrike Prinz, 2010).
El último poema que comentaremos pertenece a La noche y su artificio (2014); lo titula «Detente, instante, eres tan bello» y en él probablemente se percibe la añoranza por atajar la fluidez, el constante cambio que supone la vida, en un guiño a la figura de Fausto. «Retener», «atrapar», «fijar» conllevan el deseo de acaparar la belleza, y por un momento nos induce a creer que así lo quiere; pero entonces en los versos centrales gira de nuevo hacia la fugacidad, la fragilidad, la mutación; agarrando esta vez el deseo del amor con la madurez que da la vida en su eterno fluir.
Detente, instante, eres tan bello
Como el joven Fausto seducido por Mefistófeles
al inclinarme sobre tu cuerpo
al besar tu sonrisa
al encender tus senos como faros de Alejandría
dije: «Detente, instante, eres tan bello»
y todo en mí era una ola precipitándose
sobre el tiempo
para volver el aire roca
para volver la sábana cielo
para volver el instante un siglo
y todo en mí era aspiración
la aspiración de retener lo pasajero
el ímpetu de atrapar lo fugitivo
más allá de Heráclito y sus revelaciones
y todo en mí era vocación de permanencia
estar y no pasar
[...]
y solo queda entonces
el deseo.
El inmenso deseo de volver
a la sábana roja
a la tarde de sábado o domingo
al restaurante de luces y de espejos
siendo sin embargo más viejas
más antiguas
más sabias
o más cautas
para repetir el ruego del joven Fausto:
«Detente, instante, eres tan bello».
Mefistófeles faltó a la cita
y yo, Mefistófela, la escribo.
(Peri Rossi, 2014:23-24).
«El exilio lo que pone en tela de juicio y en situación límite es tu identidad» (1988:47), recoge Susana Camps en una entrevista a la autora. Y como hemos podido ver a lo largo de este breve recorrido por su poesía, así es, conformando un modo distinto de concebir la vida y la literatura.
Conclusión
En la escritura de Peri Rossi no hablamos de una identidad única, fija, inmutable o permanente, sino de varias identidades que confluyen en el mismo sujeto poético y que, a la vez, se transforman con las vivencias, convirtiéndose así en fluidas, movibles, cambiantes y performativas.
La propia autora critica la simplificación a la que nos somete el entramado social que mantiene los estereotipos y etiquetas como la construcción de una individualidad que no conecta con nuestras identidades.
El carácter no volitivo del exilio imprime una característica identitaria propia y a la vez común a todos los exiliados y exiliadas, que se ven forzados (en la mayoría de los casos) a abandonar su lugar de origen para instalarse en otro lugar «sin nombre» —por desconocido—, como uno de los rasgos más sobresalientes. Aunque también existen otras circunstancias vitales no volitivas, como la enfermedad, que no queremos que se ubique en nuestros cuerpos, ya que nadie desea sufrir injusticias. Nos encontramos frente a un ser humano «roto» por el dolor, con una posible fragmentación de la identidad que en su proceso de reconstrucción, una vez superada la vulnerabilidad, se sitúa en una posición identitaria completamente diferente, tal vez enriquecida y mucho más plural.
Este es el aspecto que nos permite acercarnos a dos conceptos clave: el primero de ellos es el que Marina Llorente ha llamado «identidad liminal» (2000:15), que define como aquellos seres localizados en un espacio transgresor; sin embargo, mientras que Gennep (introductor del concepto «liminalidad») le asigna la característica de «proceso» con tres etapas cronológicas (separación, marginalización y re-agregación), Perez Firmat lo concibe como una «posición», en esa relación que establece el ser humano del centro a la periferia (Llorente, 2000:28), y como la propia autora reconoce en una entrevista: «el lugar hay que estar negociándolo continuamente, el lugar en el que uno está» (Berguero 1999:77) y, a continuación, manifiesta: «yo creo que es un proyecto de vida, estar y no estar demasiado en un lugar, irse de allí [...] porque cuando uno se integra totalmente, pierde» (1999:78).
El segundo concepto nos permite acercarnos a la interseccionalidad (Expósito Molina, 2012:202-222) que provoca un cambio en las políticas de igualdad, dejando de considerar el género como una discriminación aislada e integrando todas aquellas discriminaciones posibles (género, raza, discapacidad, orientación sexual, religión...).
De este modo, a la experiencia del exilio se une la experiencia de ser mujer, hispanoamericana, lesbiana, poeta... toda una serie de representaciones unidimensionales que no es posible entender de manera aislada y que Peri Rossi pretende romper en su escritura. Por recoger sólo un ejemplo, Susana Reisz expone esta idea y vuelve a emplear «travesía» como lo hace Peri Rossi en su libro Descripción de un naufragio:
Reconocerse como «masculino» o como «femenina», como «blanca» o como «mestiza», como «hispanoamericano» o «europeo», como «latino» o «anglosajón», como «hetero-», «homo-» o «bisexual», exige salir de una interioridad de contornos difusos, inestable e inconclusa (el «yo-para-mí») hacia una exterioridad bien delimitada y completa pero solo imaginaria (el «yo-para-otros» o «yo-visto-como-otro») y regresar nuevamente al punto de partida cargando las impresiones y sentimientos generados por esa travesía (Reisz, 1996:18-19).
En ese permanente ir y volver del interior hacia el exterior en la construcción de la identidad no podemos perder de vista que somos lo que los demás ven de nosotras, pero también lo que nosotras, de manera consciente, hemos construido o generado para que otros vean en un espacio y tiempo determinado pero constantemente cambiante para cualquier exiliado o exiliada.
Para concluir son reveladoras las palabras de Claudio Guillén: «¿Es exilio lo que siente el hombre cuya relación con el mundo no es sino extrañeza, ruptura, soledad?» (1995:145). ¿Esa soledad asumida también por Cristina Peri Rossi como mujer y escritora? Puede que también encontremos la respuesta en palabras de la poeta en Cristina Peri Rossi: La escritura múltiple una entrevista concedida a M. Cinta Montagut (2008)
Asumir la individualidad, la subjetividad, es asumir, para siempre, la soledad, el hecho de que nacemos y morimos solos, aunque ambas cosas ocurran en un hospital, y de la mano de alguien. Yo puedo sentirme exiliada también en mi ciudad natal, Montevideo: es la melancolía de la falta de identificación, de la dificultad de integrarse.
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Doctoranda del Instituto de Estudios de las Mujeres. Universidad de Granada.
Contacto con la autora: alopval@correo.ugr.es