MENU
EGM.
septiembre 2012 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 9, septiembre de 2011.

Pardo, Carlos (2011): Vida de Pablo, Madrid: Periférica.

Juan Carlos Abril

 

Carlos Pardo, nacido en Madrid en 1975, ha publicado su primera novela. Conocido sobre todo como poeta, siendo uno de los más destacados y celebrados de su generación, también era conocida su faceta como prosista, como articulista o crítico más en concreto, y ya en círculos reducidos por la posesión de un diario que «amenazaba» con publicar. Vida de Pablo es una novela estructurada como un relato autobiográfico y donde Pablo, del que toma nombre, al estilo de las vidas de Plutarco, no es sino el primer personaje secundario. Asistimos además a los debates sociológicos y sentimentales de un poeta que se está abriendo camino, que lucha por comunicarse en un mundo que no le comprende, y que en cierto modo es un inadaptado que tiene que claudicar ante ciertos comportamientos y costumbres que, en realidad, nos dominan. Pero no por eso deja de analizarlos y de rebelarse. Si el hombre conforma la moral de cada tiempo, asimismo es verdad que la moral acaba conformando al hombre, sometiéndolo. La moral como ideología que actúa en cada uno de nosotros, ya seamos capaces de luchar contra ella, o de consentir. En ese sentido en Vida de Pablo hay una búsqueda de otra moral contra la sociedad de ahora. Los personajes más importantes viven al margen del pensamiento hegemónico, y eso les salva de la sumisión y narcosis ideológica dominantes.

Decimos narcosis ideológica, pero asimismo narcosis en sentido estricto, porque la mayoría de las páginas de esta novela están plagadas de sexo, drogas y rock & roll. Es el reflejo de una juventud que busca sin objeto algo, y que es inquieta por naturaleza. Conforme vamos pasando páginas pareciera también que van pasando los años y que el personaje principal, que sospechosamente se llama Carlos Pardo, y tiene mucho que ver con el propio autor, va madurando. Agilidad narrativa, por tanto, llena de anécdotas y descripciones curiosas, enfocadas a veces por un zoom hiperrealista, pero con gran necesidad de dirigirse hacia la abstracción y poder entonces realizar una reflexión holística. Pardo, autor y personaje a la vez, es un poeta listillo y prepotente muy seguro de sus virtudes y brillantez. Así, en la presentación de Pablo nos dice:

Partió mi nombre en dos sílabas, Car-los, como para demostrarme que sabía pronunciarlo. Luego me pidió una canción, pero no esa versión conocida sino otra que probablemente yo no tuviera, porque muy poca gente la conocía y no era probable que yo fuera de esos pocos.

Como tenía el disco —primera edición americana— me gané a Pablo (pp. 11-12).

De esta manera se nos presenta al tal Pablo, una suerte de fuerza dionisiaca que no combina con nadie, que va a contracorriente, como el propio poeta. Pablo es un flujo telúrico poderoso que nos va subyugando sin que lo sepamos, que choca con el mundo y que al mismo tiempo se levanta siempre que cae, y por esa misma razón acabará siendo ese otro protagonista de este relato. Pero no un protagonista más, ya que le da título al volumen, sino una especie de contrapunto del personaje autor que describe, una mirada o representación que se nos va desvelando ex negativo.

Tampoco la referencia a la música es casual. No sólo Carlos Pardo —o su personaje— trabaja como pinchadiscos —aunque es poeta— que acaba en un pub de una pequeña ciudad de provincias, sino que existe una interiorización musical que se traslada a todo el relato. Hay muchas referencias: Beach Boys (p. 20), Bert Jansch o Schubert (p. 83), Teenage Fanclub (p. 131), etc., entre las explícitas, u otras muchas de manera más indirecta como: «Duermo en la cama buena. María Jesús, a mi lado, ya respira fuerte, pero a mí me entretiene el murmullo de una canción de Chicago» (p. 197). Podríamos citar muchas más, desde Van Morrison hasta Bob Dylan, pero queden estos apuntes para dar constancia.

De igual manera que se despliega ese abanico musical, van apareciendo referencias literarias, a veces muy librescas y culturalistas, eruditas, que procurarán una sensación de conjunto. Desde poetas actuales como Pablo García Casado, hasta ellos mismos como personajes, Carlos Pardo y Abraham Gragera (su inseparable amigo, que al final acaba distanciado, pero recordemos que ambos son autores sobradamente conocidos). Referencias a poemas, libros u obras en general también son muy abundantes, dándole ritmo a la narración, marcando el acento de un relato que no rehúye el guiño metapoético, que se construye a la vez como metarrelato. Culmen de todas estas citas es el poema «Retrato de dama con joven donante», del nicaragüense Carlos Martínez Rivas, quien con una obra muy escasa publicada murió alcoholizado y siendo una gloria nacional. Ese poema comienza así: «La Juventud no tiene donde reclinar la cabeza», y podría ser el emblema o argumento diegético de Vida de Pablo. Desilusión y desencanto.

En todo este contexto de anécdotas que van y vienen, de un mundo fragmentado que irá uniéndose poco a poco, destaca la historia —o eje argumental— sentimental de Carlos Pardo con María Jesús. En muchos casos parece que hubiera una suerte de novelización de un diario o que este diario se haya convertido en lo que se conoce más ajustadamente como «dietario», término que podría definir bien Vida de Pablo, paralelo a esa idea de «novela de formación» que le inspira y nos sirve de guía. Los diálogos son ágiles y sabrosos:

Aunque todo parecía indicar que comería sin pan, bajé al supermercado y me la encontré.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo a comer con Lola.

—¿Y estás comprándole la comida?

—No. Un hueso.

—¿Para el perro de Lola?

—No, hombre, ¡un hueso para el cocido! (pp. 95-96).

Diálogos que se entremezclan con las reflexiones —no exentas de ironía o, abiertamente, humor— de quien va conociéndose a sí mismo, o al menos intentándolo: «Así la acompañé, con el placer de lo prohibido, a comprar un bocadillo de lomo con pimientos» (p. 80), o: «Mientras voy a por el pan, pienso que me ha vuelto a atrapar la historia de mi vida» (p. 305), nos dice ya casi al final de Vida de Pablo, cuando estamos inmersos en una lectura que no queremos que se acabe.

Podríamos concluir arguyendo que esta novela es mucho más que un simple relato generacional, mucho más que el simple dietario de un joven poeta con proyección, mucho más que la historia de algunos personajes misteriosos e inescrutables, o mucho más que una mera descripción del flirteo sentimental de dos que se encuentran y se quieren. Seguramente es todo eso y más, porque en aquellos pasajes en que nos cuenta cosas, se nos describe lo que ocurre, o se analiza lo que está pasando, es más intensa la lectura y atractiva su pulsión narrativa. No sólo por la capacidad cognitiva del narrador, sino por la manera en que actualiza la realidad, nos la presenta nueva, o mejor, renovada, lista para ser deglutida y comprehendida. Heredera del mejor realismo y figurativismo, pero sin renunciar a toques impresionistas o recortes elípticos de estirpe vanguardista, Vida de Pablo es una novela que no podemos dejar de leer los que de un modo otro necesitamos de un texto que nos haga descubrir lo que tenemos delante pero que no vemos. Menos mal que nos queda Carlos Pardo: como personaje que nos va seduciendo con sus problemas sobre los universales y el esencialismo, pero sobre todo como autor, con su lenguaje envolvente.

Comments are closed.