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EGM.
marzo 2011 /
Publicación semestral. ISSN:1988-3927. Número 8, marzo de 2011.

MORÁBITO, Fabio (2009): Caja de herramientas , Valencia, Pre-Textos.

Juan Carlos Abril

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Esta Caja de herramientas poco tiene que ver, como podría pensarse en un primer vistazo, antes de leer el libro, con los utensilios que el escritor maneja a la hora de escribir. No se trata de eso, y menos cuando la primera entrada de todas se refiere a «La lima y la lija»: pudiera dar la impresión de que se plantea la conocida y latina labor limæ, pero no. Las doce «herramientas» que se enumeran y describen en este libro, a saber —en este orden—: la ya citada «La lima y la lija», y el resto: «La esponja», «El aceite», «El tubo», «El cuchillo», «La cuerda», «La bolsa», «El tornillo», «Las tijeras», «El resorte», «El trapo» y «El martillo», no responden al cliché de lo que se necesita para trabajar en un oficio cualquiera, por eso las ponemos entre comillas. De hecho no se considerarían indispensablemente como herramientas en el sentido tradicional. Y de igual modo que no responden al repertorio habitual de los útiles que se posee en un atelier normal o que suelen estar colgadas en un garaje, tampoco se pueden encasillar en un género literario ad usum. Podría decirse que son doce poemas en prosa, doce prosas, doce narraciones breves, o doce pequeños ensayos, y así sucesivamente. Trabajados con estilete, esculpidos con martillo y cincel, o como taraceas, desde luego la clasificación estricta de estos doce textos sería algo complicado, si bien el género es lo que menos nos importa a la hora de entregarnos a su lectura. Qué más da. En cualquier caso, ¿es que el escritor tiene que catalogarse —lo que significa encerrarse— siempre y no salir de ahí? Eso no es crear, o no debería serlo. Seguramente Fabio Morábito tuvo que planteárselo, meditarlo muy seriamente y lanzarse a la exploración de estas doce figuras, estampas, semblanzas o retratos, etc., una vez vistas las posibilidades de poder escribir un libro absolutamente moderno, en el sentido rimbaudiano de finales del siglo XIX, pero sobre todo absolutamente original para los tiempos que corren tras la posmodernidad.

Se publica en España Caja de herramientas dos décadas después de la primera edición, y acompaña a esta nueva entrega una lacónica nota que dice lo siguiente:

Para esta nueva edición de Caja de herramientas, que aparece veinte años después de la primera, publicada en México por el Fondo de Cultura Económica, he introducido algunas modificaciones que, a distancia de veinte años, me parecían necesarias. Modificaciones que son más bien supresiones de frases enteras a veces y, más a menudo, de palabras. Un ligero corte de pelo que, creo, le viene bien al libro.

Podríamos imaginarnos una primera edición algo más melenuda o casi hippie, y con este corte de pelo se nos presenta una formal Caja de herramientas, bien peinada y lista para ir al colegio aplicadamente, como cada mañana. La verdad es que este libro es un ejemplar incomparable, al menos que nosotros sepamos, en el mercado y en el mundo editorial, y todo aquél que se asome a él descubrirá un mundo desconocido antes. La imaginación de Fabio Morábito nos ofrece aquí un magnífico espécimen que honrará las estanterías de nuestra biblioteca.

Morábito, poco nombrado en España hasta ahora, cada vez se está introduciendo más entre los lectores. Si por el momento pocas muestras suyas eran conocidas a excepción de algunos poemas antologados en Diez de ultramar; su poesía completa, o mejor dicho, reunida, La ola que regresa —también publicada en el Fondo de Cultura Económica—, aparte de estar agotada en México, en España ha sido casi imposible conseguirla durante estos años, por aquello de las extrañas relaciones mercantiles y de distribución de las editoriales a un lado y otro del Atlántico. La ola que regresa agrupaba los tres libros de poemas que posee en la actualidad, si bien otro título está a punto de aparecer en las librerías según nuestras informaciones. Los lectores de Morábito son más cada vez, eso es un hecho. Recientemente ha publicado una novela en Anagrama, Emilio, los chistes y la muerte, aunque su trayectoria cuenta con tres libros de cuentos, en la práctica imposibles de encontrar en España, y otras entregas, entre las que destacan un volumen de ensayos y una novela breve para niños. Otro hecho destacado en su trayectoria biobibliográfica es su labor como traductor de la poesía completa de Montale para Galaxia Gutenberg, una obra muy celebrada por la crítica. Hace falta, como poco, y con carácter de urgencia, una antología poética que acerque al lector español lo mejor de su producción.

Trabajador incansable, por tanto, esta Caja de herramientas se presenta como un utillaje teórico con el que poder afrontar —si no a corto plazo, sí a la larga— algunos asuntos prácticos. Como un bagaje abstracto con el que poder ajustar algunas ideas. Cada una de las piezas que se nos muestra es una creación y recreación al más puro estilo clásico de elaboración poética de un objeto, pero con un alto contenido vanguardista, digamos de una vanguardia sosegada y sin alharacas. Nada de costumbrismo o provincianismo, ni de lugares comunes o tópicos. Se respira libertad a la hora de afrontar la escritura, sin los corsés propios que quizás en otras tradiciones, como la peninsular española, sería más difícil romper. En ese sentido la tradición hispanoamericana inyecta novedad y oxígeno a lo que cada vez más parece un enclaustramiento o estancamiento. Seguramente son prejuicios, y en realidad los escritores y lectores hispanoamericanos se acercarán a la tradición peninsular con los mismos ojos despiertos que nosotros, pero lo cierto es que Caja de herramientas es aire fresco y renovado en nuestras lecturas. Podría decirse también que es una recreación lúdica, si se prefiere, en el sentido de que los textos son amenos y divertidos, reflexivos y fruto de una elucubración anterior que nos llega tras un filtro exigente, el del autor a la hora de seleccionar el material intelectual con el que trabaja. Y podría decirse asimismo que se trata de un libro intelectual, y si no se posee cierta formación teórica, o dicho de otro modo, educación, en el sentido más racional y cultural del término, podría no resistir una lectura bien aprovechada. Pero eso forma parte de cualquier entrega que merezca la pena y es el riesgo de cualquier creador e innovador. Sea como fuere, un principio lúdico, pues, se antepone al servicio de la idea o el concepto, y esos conceptos «ligeramente clásicos y perpetuos» (p. 79), tal y como dice al final del libro, cuando concluye, acabarán siendo celebrados desde la mejor tradición librepensadora, ésa que acaba imponiéndose por encima de las economías. En efecto, se trata de encontrar la fórmula —no mágica pero casi: original— porque una vez encontrada para uno de los textos es mucho más fácil realizar los otros. Pero no nos confundamos, el secreto de un libro magnífico como Caja de herramientas está precisamente ahí, encontrar la fórmula, y ese mérito le corresponde de manera indiscutible al genio creador de Fabio Morábito, pues estamos frente a un libro único e inclasificable, divertido y riguroso.

En cualquier caso queremos dejar constancia de nuestra lectura feliz y de este descubrimiento, recomendando vivamente este libro a todos los lectores. No decepcionará a nadie.

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