MENU
EGM.
septiembre 2011 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 9, septiembre de 2011.

Mendiola, Víctor Manuel (2010): Vuelo 294 y otros poemas, Introducción de Diego Valverde Villena, Madrid: Libros del Aire, Colección Jardín cerrado.

Juan Carlos Abril

 

Víctor Manuel Mendiola (Ciudad de México, 1954) es un escritor relativamente poco conocido en España pero del que cada vez se prodigan más sus publicaciones, como este Vuelo 294 y otros poemas, una pequeña antología de su obra poética ya recopilada íntegramente en 2003 en la colección Poemas y ensayos de la UNAM, con el título Tan oro y tan ogro (1987-2002). Por esta publicación Mendiola consiguió en 2005 el Premio Latino de Literatura, otorgado por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York. Por cierto, Tan oro y tan ogro coge ese título del siguiente soneto (p. 42):

EL HUEVO DURO

De la cestilla tomo el frágil huevo.
Sobre la mano pesa su redondo
blanco sin peso —tan callado y hondo,
tan oro y ogro como un medioevo.

Con la cuchara hasta el perol lo llevo
y el tiempo mido; en el hervor lo escondo
y miro cómo el miedo baja al fondo:
ser viejo y duro es un febril renuevo.
Todo es la blanca forma del espanto.
Atrapada la nuca picadura
y el gallo a la mazmorra reducido,

es el huevo la nota de otro canto
y oro sin ogro guarda la armadura;
mi cena, el duro huevo envejecido.

Como vemos, nos adentramos en una poesía particular, refinada hasta donde no podríamos imaginar, despertando precisamente nuestra capacidad para ilusionarnos. Hacer poesía con los elementos cotidianos no está al alcance de todos, y en Víctor Manuel Mendiola vamos a encontrarlo como su principal característica, como fuerza creativa que dota a todo lo que se acerca de talento, de virtud. La palabra es un elemento no sólo de exploración formal, sino, por su propia esencia lógica, de renovación, en el sentido más amplio: semántico, epistémico, sintáctico, etc. La poesía atrevida de Víctor Manuel Mendiola es un ejemplo de exploración y renovación, una indagación incesante de aquellos lugares poco frecuentados por la lengua más convencional.

Quizá podríamos recoger algunas conclusiones, que por el propio formato de esta reseña deben ser resumidas, a partir del soneto expuesto y de esta condición de Mendiola de entresacar conceptos y metáforas de todo lo que mira o aborda, ampliándonos la imaginación. Es divertido ponerse en el lugar de su mirada, y su poesía nos permite ese trasladarnos, mirar con otros ojos, pensar con otros pensamientos, y sentirnos otro. En este caso, y siempre a través de la magia de la poesía, somos —porque nos hemos convertido— un orfebre de la retórica, un estilista de la palabra, un gourmande del verso. Un huevo duro, «tan oro y ogro», es lo mismo que acercarnos a la yema, ya dura y cocida, pero también a una reflexión metafísica sobre la creación —ad ovum— sobre el horror de la existencia. Un huevo duro es, al estilo de los juegos vanguardistas, una representación del mundo, su quintaesencia, el fenómeno que se nos muestra concreto pero que tiene detrás un valor nocional mucho más amplio, una metáfora eficaz para explicar las cosas, el mundo exterior y a nosotros mismos, para explicarnos. Y sí: seguramente a más de uno ahora le parece que es verdad, que se puede realizar este acercamiento, y que el huevo encierra todo eso, pero hasta este instante nadie lo había hecho. Ha venido Mendiola a decírnoslo. Por otro lado, no solo cultiva con extraordinario talento las formas cerradas más clásicas, como este soneto (y otros más recogidos en esta compilación, todos de perfecta factura), sino que es autor asimismo de poemas breves, que a veces entran en contacto con el aforismo, con el haiku, pero que también pertenecen a la tradición hispánica (en general todo lo contingente con el mundo de la «brevería»), como el titulado «Autopista»: «Corre tu desnudez / en mi velocidad.» (p. 33). De igual modo hay que citar sus poemas de largo aliento, como el caso de «Vuelo 294» (pp. 47-55), que ocupa toda una tercera parte de esta antología, a la que pone título, y que es sin duda una de las composiciones más representativas del mexicano.

«Vuelo 294» trata sobre las reflexiones a veces inconexas, pero nada ilógicas, de un viajero que va subido en un avión. Se van cruzando, en ese sentido, diferentes temas y asuntos por su cabeza, y vamos asistiendo a una suerte de monólogo dramático. El viajero es aquí un arquetipo, y a través de la estructura rimada y rígida de las veintiún estrofas endecasilábicas, se va construyendo un laberinto no sólo formal, como hemos apuntado, sino de hondura meditativa, todo ello aliñado con pequeños retazos de frescura, con idas y venidas del pensamiento, con descripciones o recortes narrativos sabrosos y, en general, con no pocos elementos heteróclitos que señalan varias tradiciones. A la más clásica e hispana, que conecta al barroco mexicano con el español, y a la vanguardia que también posee lazos transatlánticos. El barroco o, mejor dicho, lo barroco, atendiendo a la categoría de Eugenio d’Ors, evidentemente, traspasa fronteras con independencia de cualquier otra eventualidad. Es una analogía del mundo, al estilo foucaultiano, una semejanza, y Mendiola posee la virtud de atraparla con su mirada, de verbalizarla.

En suma: sin oscurantismos ni hermetismos, el barroquismo aquí no es una banalización de los adornos, una voluta interminable y vacua, sino un alambicamiento de la estructura que enlaza con la sotileza abstracta de las emociones, o dicho con palabras del autor: «El plano de la mente / y el círculo del ojo» (p. 47). Tal y como querían los vanguardistas, esta poesía «cerebral» llega a las emociones a través del pensamiento, sabiendo que cualquier emoción o sentimiento humano no es ajeno a la historia y a los diferentes procesos de racionalización, históricos a su vez. Dicho de otra manera (y retomando la concepción del ogro del soneto «El huevo duro»): no siente lo mismo un siervo de la Edad Media que un sujeto de la Edad Moderna, o uno de la posmodernidad (tanto da si ésta la consideramos incluida en el proyecto de la modernidad o no). La radical historicidad de los sentimientos tiene en Víctor Manuel Mendiola a uno de sus más enfervorecidos defensores, no de manera explícita, sino implícita en su poesía, en ese arte que supera las circunstancias de una época para transgredirla, para convertirse en su reflejo (ya que es, a la vez, producto). Esta reflexión sobre el mundo de hoy, sobre el «descontento del mundo», la historia o el futuro se hallan en «Vuelo 294», y mucho más, dada su naturaleza extensa, sin olvidarnos de ese particular diálogo con la madre y con el origen materno de todo lo que simboliza Morelia en la infancia del poeta.

Además, merecería especial atención detenernos en la concepción amorosa del poeta, que en no pocas composiciones nos muestra una visceralidad y delicadeza que podría llevarnos muy lejos en nuestro análisis, pero lo dejamos aquí solamente sugerido y nos emplazamos a próximas escalas en esta poesía que supone frescura en el, por otra parte, panorama poco ecléctico español. Libros como éste no pasan desapercibidos, y del otro lado del Atlántico nos ha llegado lo mejor para alegrarnos la lectura. Afortunadamente.

Comments are closed.