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EGM.
marzo 2010 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 6, marzo de 2010.

Mario Lourtau y su primer libro

Lourtau, Mario. Donde gravita el hombre. Ed. Alhulia. Salobreña, Granada, 2008.
Susana Bernal Sánchez

Nunca tuve prisa en publicar. Describir
las verdades del alma no es tarea sencilla; la bruma
se acumula lenta entre los folios, y las palabras
se vuelven de un áspero silencio.
[…]
Ya no engaño a nadie, todo es lluvia.
Todo es humedad y búsqueda inocente
de mí mismo.

Mario Lourtau

Conocí a Mario Lourtau poco después de mi llegada a Rabat en una comida con algunos compañeros y compañeras del Colegio Español de dicha ciudad. Ya había oído hablar sobre él, e incluso había leído alguno de sus poemas. Sin embargo nuestro encuentro en dicha ocasión hizo que surgiese en mí el deseo de acercarme a su primer libro Donde gravita el hombre, (cuyos versos le valieron llegar a ser uno de los finalistas del XXIII Premio Gerardo Diego para noveles), en el que hallaremos poemas de gran calidad artística que anuncian el comienzo de la andadura de un poeta, ya no tan novel, que acaba de recibir el accésit del prestigioso premio Adonáis de poesía con Quince días de fuego calificado como “libro de emoción creciente, gran lirismo, con una viva presencia de la naturaleza y protagonismo de símbolos muy significativos: el bosque, el fuego o las cenizas”.

El autor nace en Torrejoncillo, Cáceres, en 1976. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Extremadura, y actualmente imparte clases de inglés en el Colegio Español de Rabat. En su trayectoria literaria podemos destacar el premio Ruta de la Plata, el Pórticvs, el de Creación Literaria de la Consejería de Juventud, entre otros. Sus poemas han sido publicados en diversas revistas: Alcántara, Cuadernos de Poesía, Bab Rabat, La Bala de Seda, La Letra Nazarí, etc… También cuenta con poemas y relatos en antologías como Al Abrigo del Aire, Antología de la poesía y el relato, V Cuaderno de profesores poetas y 16 poemas.

Mario es un hombre sencillo y amable, de pocas, pero muy certeras palabras, algo despistado, con el gesto aparentemente nervioso y la mente perdida en mundos complicados y lejanos vetados a los simples mortales. Tiene en la mirada un brillo especial, ése que sólo poseen aquéllos que saben ver más allá de lo que logramos ver quienes no tenemos el don de expresar nuestros sentimientos y emociones a través de sutiles metáforas y precisas imágenes. Y así su poesía se nutre a partes iguales de una personalidad única y de un talento inusitado en nuestros días para el difícil arte de componer versos.

Por otra parte, las influencias que encontramos en esos versos ágiles, sencillos y profundos de Mario Lourtau son muy variadas. En primer lugar, cómo no, los clásicos, que son bien conocidos por el joven autor; en segundo, los integrantes de la generación del 50; y en último lugar, y no por ello menos importantes, poetas contemporáneos como Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero, Cristina Rossetti, Jenaro Talens, Eloy Sánchez Rosillo, Ángel Campos, etc.

Su primer poemario, Donde gravita el hombre, tiene una estructura tripartita, a saber: I. Jardín de niebla, II. Camino abierto y III. De sombras es la noche. A pesar de que el amor sea el tema principal que articula toda la obra, protagonizando sobre todo la parte inicial, encontramos otros tópicos fundamentales como el paso del tiempo o el carpe diem, que hacen que todo el libro se convierta en un canto a la vida a través de la certeza de que dicho tiempo se nos escapa. En ocasiones en retrospectiva y otras en perspectiva, el joven poeta nos muestra el mundo y nos advierte de la necesidad de disfrutar y aprovechar el presente y aquello que poseemos, sobre todo a través de la fortuna de recrearse en el amor correspondido.

Como ya hemos dicho, el núcleo temático fundamental de toda la obra es el Amor. El Amor en todas sus formas y medidas: el amor humano, el amor carnal, el de la mujer deseada y nunca hallada, el de la mujer que duerme con el poeta y el de la que perdió en el camino de la vida, el amor que se materializa en el sexo y que se pierde en el paso inexorable del tiempo y los desamores:

Eres pura quemazón, mujer hermosa,
serpiente que deslizas la seda de tus manos
y desnudas, lasciva, mi intimidad de hombre.
Eres pura quemazón, mujer de fuego,
carne que prendes cierta la leña de mis venas
y enciendes mi cordura hasta volverme loco.


Tu cuerpo es aún presente: respiro del amor
que aún sigues esparciendo por mi cuarto,
del tímido perfume de la brisa
que se ha posado en el latir de cada cosa.


Ahora me rindo y duermo en tu hermosura,
en tu abrazo de luz y tu serena ausencia,
porque sigues aquí pero te has ido,
conozco que me esperas del lado de los sueños,
flotando en la quietud que a todos nos embriaga
tras el vértigo que empuja a los amantes.

En la segunda parte del libro encontramos un poema delicioso titulado Niño descalzo en el que el autor nos presenta a ese niño mientras describe su estado a través de la desnudez de sus pies, a la vez que le advierte sobre lo que espera en el camino de la vida:

Y es posible que no sepas con certeza
que te aguarda un mundo por delante:
tierra, cielo, mar y precipicios,
labios, cuerpo, lluvia y cicatrices,
aquello que aún extrañan tus pupilas
y aquello que está escrito en tu destino.

Por eso ahora te traigo este regalo, […]
Acéptalo, cálzate despacio, ve sin prisa, […]
Sé valiente, avanza, mantén el paso firme,
siempre con paso firme.

En torno al tópico del tempus fugit, encontramos conmovedores versos como éstos:

Pero no es un fantasma lo que habita
los sitios de la luz con su blancura, Miradle.
El hombre avanza límpido hacia el tiempo
que no habrá de existir en su futuro. Miradle.
Todo en él es pasado y es recuerdo
y es memoria de todo lo vivido.


Vístete, pues, despacio y acicala
la niebla que acumulan tus cabellos; moja,
una vez más, tus labios en el vaso, y no olvides
el bastón con que sostienes
la sed de tus arrugas, tu piel de pergamino ya gastada.

Y de forma inevitable, los grandes temas del libro acaban mezclándose para formar perfectos versos que aúnan amor, tiempo, realidad y esperanza:

Tú, que has sido tempestad y pájaro en lo alto,
que tuviste la luz dorándote la piel de claras ilusiones, pareces esta noche desmarcarte
del pacto de los labios cuando la azul memoria.
¿Eres tú? ¿Sigues siendo la misma?

Me pregunto si es posible describir en versos
tan áspera respuesta. Y si es así, qué importa
al cabo. La vida me señala en sus latidos
cómo te ha dañado la fricción de los días,
cuánto salitre acumula tu vientre desconchado
por la erosión del viento y la costumbre,
por la zarpa del amor y los silencios.

Por último, pasado y presente se funden en uno de los poemas, junto con los deseos del poeta, en una suerte de crisol maravilloso que da lugar a magníficos versos que materializan el genio creador motivado por un simple “crujir de rosas”:

Y basta mirar atrás para soñarme Borges,
para sentirme Bécquer, Jiménez, Neruda,
para apelar sin fresa a Don Rubén Darío
o a la voz siempre debida de Salinas.

Y basta un crujir de rosas sobre el viento
para evocar tantas cosas como no me atrevo,
y esparcir la duda, y el frágil desvarío de mis palabra
y agitar mi pulso hasta sentirlo tuétano de hielo.

Tras este breve repaso a Donde gravita el hombre no nos queda más que recomendar encarecidamente la lectura de los poemas de este joven autor, sin olvidar su segunda obra, Catálogo de Deudores, que ha sido publicada en 2009 por la Editora Regional de Extremadura, ya que podemos afirmar con toda seguridad que tendrá tanta o más calidad literaria que este primer libro que acabamos de reseñar.

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