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EGM.
septiembre 2011 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 9, septiembre de 2011.

La broma de Utopía, guiño literario para la teoría política

 

José Morales González [*]

Y me avergüenza tanto no saber en qué mar
se encuentra una isla sobre la que doy tantos detalles.

Tomás Moro [**]

Justo en el momento cuando Rafael Hitlodeo mencionó la ubicación de Utopía aquella tarde que le relataba a Tomás Moro y Pedro Gilles su increíble experiencia en dicha república, alguien estornudó tan fuerte que no fue posible escuchar dónde se encontraba.

Así lo explica el propio Gilles en una carta abogando por la publicación del libro que en 1518 llevaría el título de La mejor forma de comunidad política y la nueva isla de Utopia, librito de oro, no menos saludable que festivo, compuesto por el muy ilustre e ingenioso Tomás Moro ciudadano y sheriff de la muy noble ciudad de Londres.

Como se sabe, este libro, que ya se conoce simplemente con el título Utopía, es la sola redacción de lo que Rafael les contó; “no me quedaba nada por inventar y ordenar”, explica Moro, quien sin embargo asegura ser exacto en los detalles, no omitir ni alterar cuestión alguna, ser fiel a la descripción. Así, al punto de preocuparse por cosas como ésta: “Creo recordar que Hitlodeo nos dijo que el puente de Amaurota, que atraviesa el río Anhidro, tenía quinientos pasos de largo. Mi paje Juan (quien también estuvo en la conversación) pretende que hay que quitar doscientos, pues la anchura del río en este lugar no pasa de los trescientos”. Moro le pide a Gilles que se acuerde del dato.

Con estas nimiedades no es posible dudar de que Utopía existe. “Cuando aparecen ante mi vista las escenas pintadas por el pincel de Moro, quedo tan emocionado que me parece estar, realmente, en Utopía”, expresa Pedro Guilles, quien además dice de Rafael, relator original, que posee una rara elocuencia, “al exponer su narración, mostraba a las claras que no refería hechos de oídas sino tomados de la realidad, como sucedidos ante sus ojos”.

Son cuantiosas las páginas (toda la primera parte del libro) dedicadas a la procedencia del relato, a su autor Rafael Hitlodeo y del crédito que éste y Tomás Moro tienen, pero al final se remata con la pregunta “¿a qué conduce cargar con tantas razones de credibilidad de la narración, teniendo como tenemos a Moro por autor?”. La descripción como tal de Utopía se da hasta la segunda parte, que es la más conocida y que incluso se suele editar sola como si fuese el libro en sí.

Pero, ¿qué existencia tiene Utopía? Desde luego no una real en el sentido de que el relato de Rafael tenga una referencia más allá del libro escrito por Moro, pues la isla no se encuentra en ningún cosmógrafo. Aquí se apuntará hacia la realidad que muestra la broma, no la broma como recurso retórico pues como tal no se halla, la broma es situacional y en Utopía la broma es el pre-texto del libro, no un adorno estilístico, sino la posibilidad misma de que surja su narración. Si Utopía es el no-lugar, la broma es su localización geográfica.

Se sabe que Tomás Moro era un bromista. Para la iglesia católica es el patrono del humor, quien rezaba:

Señor, ten a bien darme un alma que desconozca el aburrimiento, que desconozca las murmuraciones, los suspiros y las lamentaciones; y no permitas que me preocupe demasiado en torno de ese algo que impera, y que se llama yo. Obséquiame con el sentido del humor. Concédeme la gracia de entender las bromas, para que pueda conocer algo de felicidad, y sea capaz de donársela a otros. Amén.

Cuentan que antes de subir al patíbulo para ser degollado por órdenes del rey Enrique VIII, le pidió ayuda al verdugo, “¿Puede ayudarme a subir?, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo”. Sus últimas palabras fueron también dirigidas a su ejecutor, “Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte”.

Desde el título original, mencionado más arriba, La mejor forma de comunidad política y la nueva isla de Utopia, librito de oro, no menos saludable que festivo…, ya se le nota lo socarrón. Chesterton (1929) escribió que Moro reunía lo mejor de Shakespeare, Cervantes y Rabelais, “él tenía no sólo humor sino también fantasía. Fue el fundador de todas las Utopías, pero usaba la Utopía como lo que realmente era, un patio de juego. Su Utopía fue en parte una broma, pero desde su época los utopianos rara vez han visto la broma”.

El principal recurso es la invención o composición de palabras del griego, comenzando por “utopía” a la que después se atenderá. “Anhidro”, que significa sin agua, en la obra es el nombre del río que se encuentra justo al lado de Amaurota, cuya anchura es de quinientos pies (Moro no erró o no corrigió el dato). “Amaurota”, significa ciudad de contornos imprecisos, creadora de espejismos, ciudad oscura. “Traniboro”, magistrado de Utopía, significa dos cosas muy distintas, ‘glotón’ o ‘inasible como el viento’, que a cual más de las dos va muy bien al puesto del personaje. Al príncipe de Utopía se le llama Ademo, príncipe ‘sin pueblo’… Éstas son traducciones, según la edición de Pedro Rodríguez Santidrián, de la editorial Alianza. En la edición de Paul Turner, para Penguin Books de 1965, Hythodaeus (Rafael Hitlodeo) se tradujo por “Nonsenso”, siguiendo el ánimo de Moro. ¡Y de Utopía!, si no se pesca la broma.

Eran precisamente estas cuestiones las que hacían dudar a Moro sobre la publicación de este librito de oro.

La mayoría no conoce la literatura, y muchos la desprecian. El bárbaro rechaza como difícil lo que no es totalmente bárbaro. Los sabihondos desprecian como vulgar lo que no está sembrado de arcaísmos. A algunos sólo les gustan las obras clásicas, y, a la mayor parte, las suyas propias. Éste es tan sombrío que no admite bromas; aquél tan insulso que carece del sentido del humor. Los hay tan romos que huyen —cual perro rabioso del agua— de todo lo que sabe a humor. Otros son tan inestables que su juicio cambia de estar sentados a estar de pie.

En la primera parte, al inicio del libro, se compara a Hitlodeo con Platón y Ulises, navegante y filósofo cuyas aventuras, viajes y reflexiones relata sumariamente Pedro Guilles al mejor estilo de la literatura de viajes. De hecho, la obra de Utopía es toda un relato de viaje de Hitlodeo, cuya principal peculiaridad es no saber dónde se encuentra aquel lugar que decidió como su destino. Las referencias a la República y la Odisea dan sentido (aunque no razón) a lo que apuntó Montesquieu en El espíritu de las leyes: “Tomás Moro que hablaba de lo que había leído más bien que pensado, quería gobernar todos los estados con la simplicidad de una ciudad griega.” (p. 233). Desde un punto de vista literario esto no resulta una crítica, sino una virtud.

Si Utopía forma parte de la tradición del pensamiento político (de lo cual no hay duda), su singularidad es que resulta explícitamente literaria; no es, en principio, un programa político ideal (lo que una república debería ser o cómo un príncipe debería conducirse), sino una res-pública que existe, se le conoce con sumo detalle y donde el principal objetivo de sus habitantes es ser felices. Y de hecho, lo son. Por lo mismo quizá la vida de Utopía es espantosamente aburrida, “quien conoce una de sus ciudades, las conoce todas, pues son muy semejantes”, todos visten igual y están prohibidos los juegos de azar. No se puede pedir más a la comunidad perfecta y sus habitantes felices. Las palabras últimas de Moro sobre el relato de Hitlodeo, las mismas que dan fin al libro, fueron: “existen en la república de los utopianos muchas cosas que quisiera ver impuestas en nuestras ciudades. Pero que no espero lo sean” (p.210).

Para la lectura contemporánea podría resultar una triste moraleja: si hay una organización perfecta, una república ideal, ésta no es deseable. La broma tiene mucho de burla, que en Utopía se hace efectiva a quienes busquen y encuentren en este librito festivo soluciones a problemas sociales. Cualquier intento de llevarlo a la práctica, la broma puede resultar en tragedia o simple fracaso. De cualquier modo, su realización está en y sólo en una utopía, es decir, en la literatura, a través de su escritura.

“Utopía existe y yo he estado ahí”; es una forma de comprender lo literario, un no-lugar en el que es posible estar. Ese poder estar en un lugar que no es un espacio, es caer en la literatura, que las letras dejen de ser mensajes y resulten paisajes, personas, diálogos, acciones, escenarios… (Gadamer, 1960). Si se logra leer la teoría política como literatura, su tradición está conformada por ciertas obras en las que se despliegan algo así como ciudades imaginarias. Pero también a la inversa: la literatura (en un sentido amplio) es teoría política, definida ésta no como una disciplina o algún cuerpo de conocimiento que trata sobre lo político, sino como la posibilidad de pensar formas distintas de vivir, de ser humano (Rorty, 1989), es decir, como un acto político de facto, independientemente de sus parcialidades pues se fundamenta más en la imaginación que en alguna convicción, en la broma más que en la doctrina.

Referencias bibliográficas

Chesterton, G. K. (1929). A turning point in history. En The Fame of blessed Thomas More. London: Sheed and Ward.

Gadamer, H. G. (1974). La actualidad de lo bello. El arte como símbolo, juego y fiesta. Barcelona: Paidós-UAB.

Montesquieu, Ch. (1748). El espíritu de las leyes. México: Porrúa.

Moro, T. (1518). Utopía. La mejor forma de comunidad política y la nueva isla de Utopia, librito de oro, no menos saludable que festivo, compuesto por el muy ilustre e ingenioso Tomás Moro ciudadano y sheriff de la muy noble ciudad de Londres. Madrid: Alianza

Utopia. London: Penguin Clasics.

Rorty, R. (1989). Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona: Paidós.

Notas

[*] Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Estudios Generales.
Contacto con el autor: josemoralesgonzalez@gmail.com

[**] Imagen: Primera página de la edición de 1518 en Basilea. Versión digital de la Biblioteca de la Universidad de Bielefeld (Alemania).

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