MENU
EGM.
marzo 2009 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 4, marzo de 2009.

La seducción de la palabra

Luis Gutiérrez Rojas

 

El sentimiento de culpa que me genera el no haber podido acudir al merecido homenaje que recibió el Prof. José María López Sánchez a finales de noviembre, que me ha llevado a escribir este artículo [*].

Yo soy uno de los casi quinientos afortunados que hemos tenido la suerte de pasar tres meses por la Unidad de Docencia y Psicoterapia que él inauguró y que lleva dirigiendo durante más de veinte años. Son muchos los recuerdos que me vienen a la memoria al recordar dicha experiencia.

En primer lugar recuerdo que era un lugar donde se mimaba la calidad del lenguaje. Al poco de estar allí hubo alguien que propuso que una de las sesiones se diera con diapositivas en formato electrónico y D. José María se opuso. Allí gobernaba la dictadura de la palabra. En un mundo donde lo audiovisual cobra tanta importancia la Unidad pretendía ser un lugar donde se fuese a pensar, y qué duda cabe que sólo se puede pensar con el lenguaje.

Los recién llegados siempre éramos recibidos con ilusión y cariño. D. José María era consciente de que la actual formación psiquiátrica que se recibe en el sistema MIR deja mucho que desear y que está demasiado orientada a usar psicofármacos. Además, corrientes actuales de origen norteamericano pretenden imponer su estilo aséptico basado en protocolos y árboles de decisión, de tal modo que todos hagamos más o menos lo mismo.

La Unidad de Docencia rompía con todo ello, por un lado daba una gran importancia a la relación médico-paciente e incidía en aspectos relacionados con el lenguaje y el paralenguaje. A partir de ahora lo que importa no es sólo lo que el paciente dice, sino cómo lo dice, cómo lo expresa, cómo lo somatiza y, lo que en ocasiones se omite, qué sentimientos y actitudes genera en el terapeuta.

D. José María ha sabido selecciona a lo largo de los años textos clásicos (pero de rabiosa actualidad) anteriores a la era de los psicofármacos, de tal manera que ha conseguido poner en nuestras manos libros deliciosos escritos por médicos y terapeutas que se enfrentaban a sus pacientes (a los locos) sin otras armas que su interés, su curiosidad y sus ganas de aliviar el sufrimiento ajeno. De ese modo, como arqueólogos modernos, pudimos rescatar impresionantes lecciones de psicopatología que nos llevaban a redescubrir la grandeza de aquello a lo que queríamos dedicar nuestras vidas y que nos sumía en la vergüenza (a mí por lo menos) al darnos cuenta de lo poco que sabíamos y de lo mucho que teníamos que estudiar.

Por otro lado D. José María supo dar una visión ecléctica y humanista a su Unidad. Para ser un buen psiquiatra no basta con saber psiquiatría, lo importante es tener conocimientos que toquen la filosofía, la antropología, la historia y la literatura. Si leéis buenas novelas, si veis buenas películas, conoceréis mejor a vuestros pacientes, de esta forma Madame Bovary o Maridos y mujeres se transformaba en el mejor tratado de psicología. Así aprendimos que la Medicina no es sólo Ciencia o Técnica, sino que sobre todo es un Arte. Para ser un buen médico hay que esmerarse, poniendo cuidado y cariño en lo que se hace.

Son muchas las sesiones, conferencias, charlas, exposiciones bibliográficas, videofórums y casos clínicos de psicosomática a las que acudí en aquellas fechas, incluso una cosa curiosísima que me pareció profundamente provocativa llamada psicodrama y que permitía sacar a flote emociones y sentimientos basándose en el juego y el teatro. Sería difícil resumir cada una de las cosas que allí hicimos, pero por encima de todo ello quedan las personas. La experiencia de haber conocido profesores enamorados con lo que hacían. Ninguno de los docentes que trabajaban allí tenía la intención de hablar ex cátedra, al contrario, se escuchaban con atención e interés nuestras opiniones. Cabe resaltar el gran nivel ofrecido en la preparación de todas estas clases y además sorprende, por qué no decirlo, que lo hicieran de manera tan profesional sin recibir remuneración alguna.

D. José María supo imprimir el carácter docente a su Unidad que sólo consiguen los maestros. El modo de dar las clases no tenía nada que ver con la lección magistral en la que el profesor habla y los alumnos copian apuntes. Al contrario lo que allí se buscaba era enseñar a aprender y para hacerlo los docentes y los participantes se ponían en el mismo plano.

Dicho modo de hacer las cosas me pareció muy innovador pues exigía la constante participación de los que allí estábamos y permitía que todos refutaran y discutieran lo que allí se exponía. De esa manera los alumnos tenían la experiencia de vivir un viaje iniciático donde D. José María siempre se movía en el filo de la navaja de la duda y la sospecha. Olvidad todo lo que habéis aprendido, vamos a empezar por el principio.

Todos estos elementos han hecho que la Unidad de Docencia se haya convertido en un referente nacional (e internacional si contamos Latinoamérica) en la formación postgraduada de psiquiatras y psicólogos. Haber alcanzado dicho logro con trabajo, esfuerzo, ilusión y prácticamente sin ningún medio económico resalta la calidad de su proyecto.

En lo personal he tenido poco trato con D. José María pero siempre me ha llamado la atención su agudo sentido del humor basado en la ironía fina, el juego de palabras y las frases con doble, y hasta triple, sentido. Soy de los que creo que cuando D. José María decidió hacer psiquiatría el mundo perdió, además de un filósofo y un poeta, un gran humorista.

También quiero resaltar, espero que no se enfade, una cierta actitud cortante y brusca, fruto de la mala costumbre de decir siempre lo que piensa y de seguir a rajatabla una sinceridad donde no cabe la hipocresía, quizás por eso algunos hablen de sus “rarezas” aunque yo creo que es un elemento más de la honradez del personaje. Sólo así se entiende que en su homenaje hayan concurrido personas de corrientes diferentes y sensibilidades distintas, y que todos, sin excepción, hayan resaltado la humanidad de D. José María. Quizás éste sea un buen ejemplo de cómo en una época mediatizada por los extremismos, una persona, un equipo, una Unidad, un sistema hayan conseguido representar la tolerancia ante el que opina diferente y un compromiso ético por la búsqueda de la verdad sin prejuicios.

En definitiva creo que D. José María es uno de los pocos maestros que aún siguen en activo, sólo me queda darle muchas gracias por todo lo aprendido y decirle que me encuentro entre sus discípulos.

Nota

[*] Con la reproducción literal de este artículo, publicado originalmente en el periódico Ideal el 13 de diciembre de 2008 (pp. 24-25), queremos sumarnos al merecido homenaje que el autor rinde al Profesor José María López Sánchez, miembro de la Asociación Cultural Cancro.

Comments are closed.