MENU
EGM.
septiembre 2009 /
Publicación semestral. ISSN:1988-3927. Número 5, septiembre de 2009.

L’elisir d’Amore de Gaetano Donizetti

GAETANO DONIZETTI: "L’elisir d’amore". DVD. Anna Netrebko, Rolando Villazón, Leo Nucci, Ildebrando d’Arcangelo, Inna Los, Konrad Monsberger, Michael Burggasser. CORO Y ORQUESTA DE LA WIENER STAATSOPER. Alfred Eschwé. EMI Records Ltd/Virgin Classics. 2006.
Francisco José Comino Crespo

Sobre el papel, es ésta la versión en DVD de referencia de los últimos años de una de las óperas más recurrentes del repertorio belcantista. Y es que este título del compositor bergamasco, si bien no llega a la excelencia de su posterior Don Pasquale, es uno de los más famosos gracias, entre muchas otras razones, a la celebérrima Una furtiva lagrima que entona Nemorino en el segundo acto.

El cuadro escénico que propone el teatro vienés es completo, adecuado al libreto de Felice Romani, basado en Le philetre de Scribe. No inventa, no añade golpes de efecto a la trama. Es de agradecer, dada la tendencia general en estos tiempos a la supremacía un tanto dictatorial de los directores de escena que parecen empeñados en enmendar la plana a los libretistas. A ver cuándo comprenden que su labor es “no distorsionar”. Habitualmente, el público que asiste a la ópera acude a las representaciones con una idea preestablecida de cómo es cada escena o personaje. No espera, no desea y, por supuesto, no reconoce el encontrar un espectáculo donde un personaje que vive y piensa en el siglo XVIII ó el XIX se pasea por el escenario con una espada láser. Ya tiene bastante el género operístico con el hecho de que los personajes agonicen mientras cantan un do sobreagudo. Por ello, insistimos, hay que dar las gracias a Otto Schenk y Jürgen Rose, responsables de la referida puesta en escena, utilizada en 1980 y aún vigente en nuestros días, sobre todo porque el siglo XIX en 1980 ya era igual a lo que el siglo XIX era en 2006.

La dirección musical de Eschwé es ajustada y limpia, mereciendo especial mención el comienzo del primer acto, donde el coro y la orquesta funcionan a la perfección. Vocalmente, el elenco protagonista es un lujo: una leyenda como el barítono Nucci, un tenor mediático como Villazón, un excelente d’Arcangelo y la todopoderosa Netrebko que hacen que las expectativas generadas por esta producción sean muy grandes y, ciertamente, no defraudan.

Quizás la parte menos brillante del cuarteto protagonista sea la que desempeña Rolando Villazón. Con un estilo vocal muy definido, probablemente no muy apropiado para este tipo de papeles, muestra sonidos importantes en la zona aguda, bien apoyados aunque un tanto engolados. Su expresividad es innegable y adquiere sus mejores cotas vocales en el último dúo con la soprano. Parece que es, desde el punto de vista estético, el Nemorino perfecto. Su carácter y su aspecto físico hacen creíble al personaje, sin esconder una cierta afectación y sobreactuación. Con todo ello, bisa el aria citada al comienzo, algo que vuelve a estar de moda en los grandes teatros, y consigue las ovaciones generosas de un público que, como la mayoría, sigue rindiéndose preferentemente al poder canoro de la cuerda de tenor, que no pasa por sus mejores épocas, ya que escasean voces de auténtico peso en este tipo de roles.

Ildebrando d’Arcangelo compone un Dulcamara magnífico; vocalmente es perfecto, como siempre, es divertido y confiere al charlatán vendedor de elixires un auténtico protagonismo como eje dinamizador de la acción. Todas sus intervenciones se pueden considerar de un alto nivel y, con los años, cabe esperar un digno sucesor de Bruscantini en lo vocal y de Dara en lo escénico.

El caso de Leo Nucci es excepcional. No es que no pasen los años por él, sino que cada vez es mejor su estado de forma. Aunque su repertorio sea principalmente el verdiano y verista, en este tipo de papeles se desenvuelve con la solvencia propia de un artista de primer nivel, como se pudo comprobar en el recital que hace dos temporadas ofreció en la Scala de Milán, conmemorativo del trigésimo aniversario de su debut en el mítico teatro. Aquí ofrece un Belcore arrogante y bravucón como pide la partitura, segurísimo en los agudos y con un fraseo sobresaliente, algo que ha sido siempre una de sus principales señas de identidad.

Para el final dejamos lo mejor: Anna Netrebko. Esta artista, considerada por muchos como la “cenicienta del siglo XXI” es un animal escénico, un prodigio vocal y un mito de dimensiones incalculables. Por si fuera poco, parece haber tenido una vida de cuento, puesto que sus primeros contactos con la lírica tuvieron lugar cuando era limpiadora en el Mariinski en San Petersburgo y gracias a Valery Gerghiev, director de orquesta y descubridor de la soprano, cambió la puerta por la que cada día entraría al teatro. Su voz es generosa, limpia, flexible, potente, con armónicos en toda la extensión vocal y con una morbidez que hacía tiempo que no se escuchaba en una cantante de sus características. Si se suma su versatilidad, su amplia formación y su carisma, dentro y fuera del escenario, hace que resulte difícil saber dónde termina Netrebko y dónde comienza Adina, Violetta o Manon. Es la soprano lírica más demandada del momento y, dadas sus cualidades, podría aseverarse que está llamada a ser la más importante diva del Olimpo de la ópera de las próximas décadas. Así, su Adina es antológica, tanto en lo escénico como en lo vocal. Si el Prendi, per me sei libero está bien cantado, cualquiera de los dúos que interpreta es irreprochable, incluso eleva a nivel de aria la canción con la que comienza su intervención al inicio de la obra.

En definitiva, una referencia musical más que recomendable que, profetizando de nuevo, se podría equiparar en importancia a la mítica Bohème de Freni y Pavarotti o a la Carmen de Berganza y Domingo cuando se revise este título con mayor perspectiva temporal.

Comments are closed.