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EGM.
septiembre 2011 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 9, septiembre de 2011.

García, Miguel Ángel (2010): «Sin que la muerte al ojo estorbo sea». Nueva lectura crítica de Francisco de Aldana, Mérida: Editora Regional de Extremadura.

Juan Carlos Abril

 

Resulta bien complicado —y hasta podría decirse que un compromiso— realizar una reseña de un libro que posee casi ochocientas cincuenta páginas, pero sobre todo por su envergadura crítica y filológica. «Sin que la muerte al ojo estorbo sea». Nueva lectura crítica de Francisco de Aldana es un volumen que nada más aparecer resulta ya inexcusable en las estanterías de todos aquellos estudiosos de la poesía del Siglo de Oro —sinécdoque pars por toto, porque no olvidemos que son dos—, siendo no obstante un volumen para iniciados en la materia y, podría argüirse incluso, para los muy especialistas, no para cualquier investigador que comience su andadura.

Hecha esta prevención, hay que decir que Miguel Ángel García (profesor titular de Literatura Española de la Universidad de Granada) ha realizado una labor encomiable, analizando meticulosamente el conjunto de la obra de Francisco de Aldana (1537-1578), el capitán muerto en la Batalla de Alcazarquivir, llevando dicha obra a un punto en el que hasta ahora no se había encontrado: bajo la advocación y postulados teóricos del profesor Juan Carlos Rodríguez, se ha sometido a un exhaustivo cotejo por temáticas las diferentes composiciones de Aldana, estableciendo un nuevo paradigma para su estudio. El magisterio de Juan Carlos Rodríguez, heredero de teorías literarias a su vez descendientes del marxismo antihumanista althusseriano, ilumina estos cientos de páginas, desde Teoría e historia de la producción ideológica. Las primeras literaturas burguesas (siglo XVI), (1975, 1990), hasta otros trabajos más recientes como El escritor que compró su propio libro. Para leer El Quijote (2003). Este libro, por tanto, se pone en marcha a partir del referido paradigma filosófico-literario, que no es nuevo en Miguel Ángel García o en la escuela granadina de estudios marxistas, y que ya ha entrado a formar parte de las teorías literarias del siglo XX en España —por su utilidad teórica y analítica— y podría decirse en Occidente (dentro de la recuperación que se le ha infligido a las propuestas de corte marxista en los estudios culturales y otros movimientos teóricos y de reflexión de la posmodernidad).

Por eso, habría que recordar que los siglos XVI y XVII se conocen como la Transición hacia el capitalismo, capitalismo en su primera fase, que acabará imponiéndose como bien sabemos. Pero esta imposición, en el particular caso español, será muy dolorosa, ya que la refeudalización y organicismo poseerán aquí mucha más fuerza que en otros Estados europeos, como Francia o Inglaterra, por lo que también se podría achacar y explicar el secular retraso cultural y económico —y de ideas— al que se vio abocada nuestra nación en los siglos posteriores. En efecto, nos referimos a una guerra que se libró con muchas más batallas que las que se conocen militarmente en los siglos XVI-XVII, se llevó a cabo de manera subrepticia —y otras veces no tanto— en la sociedad, en la economía y en la ideología como culminación de todos esos procesos de transformación. De la Edad Media a la Edad Moderna, o lo que es lo mismo, del feudalismo al capitalismo. Ello implicaba un proceso de desacralización radical que la burguesía puso en marcha para alejarse de la Iglesia (para desplazarla y ponerla en un lugar cada vez menos importante), la cual copaba el poder, y acceder así a él por sus propios méritos. Nunca podría ser mejor dicha esta última frase, ya que la noción de mérito, de esfuerzo y de trabajo individual suplantaba al de privilegio que la sangre otorgaba sólo por haber nacido en determinada familia. Por cierto que, hoy día, el hecho de que en algunos países como el nuestro exista todavía una monarquía, de carácter hereditario, es la pervivencia más palpable del feudalismo y del Antiguo Régimen. Así pues, en esa lucha sin cuartel que se llevó a cabo en esos dos siglos, dos ideologías radicalmente opuestas, y excluyentes, se encarnizaron la una con la otra y la otra con la una: el organicismo, que venía a simbolizar la Edad Media, frente al animismo, representante de la Edad Moderna. Paralelo a lo cual, la concepción feudal del siervo se oponía a la del sujeto moderno. Pero no caigamos con esto en una ingenua oposición «teleológica», porque como bien dice Miguel Ángel García,

[m]ás allá de las concepciones del «historicismo evolucionista» tradicional, la dialéctica materialista entiende la «oposición siervo/sujeto», no como el paso del hombre encadenado medieval al hombre moderno o renacentista, ya sin trabas y liberado de prejuicios o falsas creencias, sino como la transformación de unas relaciones sociales en otras (p. 34).

No hay fines, por tanto, ni sujeto que mueva la historia, sino un proceso inacabable que tampoco es lineal o circular, en el sentido clásico o judeocristiano, ni juega a ir siempre hacia algo «mejor». Perfectamente podemos ir hacia atrás, como por ejemplo en las técnicas de guerra para cometer atrocidades, que están cada vez más perfeccionados.

«La ideología se vive de forma inconsciente» (p. 35), y de este modo comienza a describirnos el profesor García cómo los temas y la ideología de los poemas de Aldana no son uniformes, ni éste era ajeno a contradicciones, a evoluciones o cambios. No hay un Aldana de una sola pieza. Si Garcilaso representaba la voz del Imperio y del animismo renacentista, y Aldana en su momento bebió de esta fuente, también es verdad que eran tiempos revueltos y que nadie podía moverse ajeno a lo que se cocía en el entorno, a la Reforma y a la Contrarreforma, a las armas y las letras, al antropocentrismo y al teocentrismo, etc. Miguel Ángel García nos perfila tres Aldana en uno, «el animista laico, el animista cristiano, [y] el organicista» (p. 40). A partir de estas sutiles divisiones, el análisis de los poemas se irá centrando en la explicación del mundo de entonces, de la ideología imperante de la época, completado con un erudito repertorio de citas, libros, bibliografía y referencias de incalculable valor.

«Sin que la muerte al ojo estorbo sea». Nueva lectura crítica de Francisco de Aldana es, por este motivo, un libro de cabecera en los estudios sobre Aldana, una pieza fundamental para desvelar algunas de las claves más importantes del Siglo de Oro a la luz de la teoría marxista la cual, no olvidemos, es una herramienta de contrastada introspección. Tras una nutrida «Introducción», el volumen se divide en dos partes que a su vez se parcelan en diversos capítulos, realizándose un recorrido por la —vida y sobre todo— obra de Aldana en la que se va describiendo su particular evolución (sin que eso signifique ir hacia mejor, o perfeccionamiento de ningún tipo, como ya hemos dicho), dedicándole singular atención —más de ciento cincuenta páginas— a la «Carta para Arias Montano». Los capítulos, secciones y epígrafes están académica y didácticamente conducidos con los textos que luego se explican. Se repasan las opiniones críticas más importantes que se han ocupado de ellas, debatiéndolas, rebatiéndolas o reafirmándolas, y enfocándolas desde la perspectiva marxista que acompaña a esta nueva —entiéndase otra— lectura de Aldana. El resultado no puede ser más completo y global para todo aquél que quiera internarse en los vericuetos filosóficos, filológicos y literarios de la época y de un autor Divino, a juicio de Miguel de Cerbantes (dejemos la /b/ tal y como el autor de El Quijote firmaba), pero también encumbrado por Luis Cernuda. Poco más se puede argumentar y añadir sobre un libro imponente. Incontestable.

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