Marta Petreu [*]
Formada en el ambiente intelectual y moral en torno a la revista Echinox (atendiendo a los criterios de I. B. Lefter, quien considera que una generación perdura durante unas cuantas décadas, y no se termina en un año) y perteneciente a la ola de creación opzecistă [ochentista], Letiţia Ilea es una presencia discreta en nuestra vida literaria. En cuanto a su poesía, en los últimos años he ido teniendo cada vez más la impresión de que se la conoce mejor en el extranjero, en Francia en primer lugar, donde tiene cuatro volúmenes publicados, que en Rumanía. ¡Y ni tan siquiera en Cluj! ¡Vaya! Nadie es poeta en su Cluj…, me digo, satisfecha de que la autora sea conocida y bien valorada en el mercado francés de poesía y, ahora, también en el español: puesto que la aparición este año de la magnífica antología Sobre pérdidas y ganancias, en Valparaíso Ediciones y traducida por Xavier Montoliu Pauli (quien ha traducido ya a grandes poetas rumanos como Marin Sorescu, Ileana Mălăncioiu, Ioan Es. Pop y otros) ha afianzado la referida impresión de que Letiţia Ilea es más bien una poeta para el «exterior», donde tiene esos cinco volúmenes editados, mientras que aquí, cuatro (Eufemisme, 1997; Chiar viaţa, 1999; O persoană serioasă, 2004; y Blues pentru cai verzi, 2010).
Esta antología, bilingüe y ordenada cronológicamente, me ha sorprendido por la unidad del universo poético de Letiţia Ilea; tengo que señalar que el traductor ha efectuado la mejor selección posible; y el hecho de haber respetado la cronología de publicación de los volúmenes de poesía, en lugar de reordenar los poemas según su criterio, como les ha ocurrido a otros autores con otros traductores, denota su respecto ante la «materia prima» de su trabajo.
¿Qué nos dice la autora en su lírica, tan bien representada en esta antología? Letiţia Ilea pertenece a la categoría de poetas inspirados, no a los profesionales de la poesía. Su lírica rebosa cotidianidad y se sitúa en la cruda luz de la lucidez y de la ausencia de ilusiones.
Ya desde el primer poema «Declaraţie», nos cuenta, en primera persona y en su nombre, lo que sabe sobre ella y sobre la formación óntico-injusta del mundo. En un poema se declara ser «el tejado de una casa», lo cual, si lo interpretamos según la simbología universal, nos lleva directamente a la propia conciencia, a la lucidez, al súperyo que mantiene las cosas bajo control, mientras que, y según palabras de Letiţia Ilea, en dicha casa «no sabré nunca lo qué hay». Muchos poemas están atravesados por una fisura, ya que la autora registra críticamente la mirada del otro sobre ella y nos dice no cómo es vista desde su interior o a través de un espejo, sino cómo es percibida desde el exterior. La mirada desde fuera no es, como en Hegel en «el movimiento del reconocimiento», un término medio que la reconcilia con ella misma sino que lo hace con la alteridad extrema, la alienación que conllevan las cosas, la alegría, y, en una palabra: la vida, a una considerable distancia dolorosa.
para la vecina de arriba parezco una persona seria
con estudios buena cocinera…
el administrador cree que soy un tipo de vagabundo
que regresa a casa por la noche…
para mamá soy una niña que no sabe
espabilarse sola.
O, en una alienación todavía más aguda, con la identificación del yo a través de la mirada del otro, en el poema «Yo soy mi vecino»:
Yo soy mi vecino antipático
doy con la escoba en el techo
cuando pongo la música demasiado alta
yo soy mi taxista maniático de la velocidad
llevo una existencia peligrosa”.
O, en el poema «Otro»:
otro ríe otro llora otro habla
mis gestos se han congelado en estalactitas y estalagmitas
[…] por entre las líneas mi vida crece
fustigada como una planta enana.
Muy peculiar, muy Letiţia Ilea, es el tono de sus poemas: uno aparentemente alegre, vivaracho, animado, que conserva todavía un hilillo de candor infantil, lo cual le permite parafrasear las respuestas de los enanitos del cuento «Blancanieves»:
quién ha comido con mi cucharita
quién ha dormido en mi camita
quién se ha bebido mi café.
A lo largo del libro —y he aquí la ventaja de una antología cronológica, que te permite ver la evolución de una poética del mismo modo que se puede observar el crecimiento de un árbol— este tono aparentemente alegre-vivo, violento y, como bien ha remarcado Ion Pop en el retrato que le ha efectuado, expresionista, evoluciona hacia al sarcasmo. Parece ser que los daños son más numerosos que las ganancias y que el desgarramiento interior que la vida —ese camión que le pasa por encima como por encima de una tortuga: «soy una tortuga / a la que justo por encima le pasa un camión / no digo nada no protesto» — le trae, pesan demasiado. Se sabe que la poesía siempre se dirige a alguien; como también se dirige la filosofía: con toda seguridad, aquella lírica escrita por Cioran, que se dirigía a Dios, definido como el interlocutor nocturno de debates y preguntas. En Letiţia Ilea, a partir de un determinado momento, no desde el principio, el destinatario es el padre, el padre que ha muerto, de tal manera que para un lector con imaginación los poemas pueden sonar como una conversación con aquél.
En mi opinión, un rasgo evidente de esta lírica potente y dramática es la mezcla intrincada de vida e inteligencia, la presencia de la inteligencia que condimenta la angustia existencial y la convierte todavía en más oscura; en más trágica, si tengo en cuenta la definición de trágico y pienso que, para lo que atormenta a esta autora de estos poemas, no existe solución alguna.
Hace mucho quería hacer una antología con los versos que me hubiera gustado escribir a mí, pero que han ido escribiendo otros. Tengo tres fragmentos de la poesía de Letiţia Ilea que pondría en esta antología ideal. El primer fragmento dice así:
los perros de alrededor del edificio están convencidos de que yo soy
un perro mayor que tiene un buen trabajo
y un montón de huesos.
El segundo es metafísico. Letiţia Ilea, situada por encima, consigue englobar en una mirada sola, indulgente, la cara y la cruz de las cosas:
escucho cantidad de voces hablando lenguas
en las que yo ni tan siquiera sé decir «sí» o «no»
en las que las palabras «pérdidas» y «ganancias»
significan lo mismo.
Y la tercera:
los peores dolores
son peces mudos escondidos bajo piedras
tan solo cuando nos han envenenado lo suficiente empiezan a flotar
por nuestra sangre
con sus barrigas repugnantes boca arriba.
Y entonces resulta sea un poema o bien un libro de poemas.