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Ouroboros
Ouroboros
Publicación semestral - ISSN:1988-3927 - Número 2, marzo de 2008
Materia - Compulsión
Fumando espero o el tabaco es sagrado

Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés [*] [1] Descargar PDF


I. El sacrificio

...y se mueren sin comprender como los animales...
Rilke

El sacrificio excluyendo incluye, es una ordenación del espacio, en torno o desde el poste de sacrificios o al ara, por tanto una operación simbólica que erige la comunidad (comunitas) a condición de incorporar lo que le es exterior, desprendiéndose de un resto, la pretensión contraria, que florece en los discursos racistas o salutíferos, de evitar toda pérdida y negarse a cualquier agregado externo, de mantener la inmunidad (immunitas) no es sino una condena a muerte [2]. Esta pretensión es sin embargo la lógica propia ilusoria capitalista de la acumulación (de la mierda, dirá Freud) que no es sino, al otro lado del espejo, cuanto más desvinculados los productos de su valor de uso, la conversión de verdaderos bienes, la lentitud, la indolencia, el diálogo, pero también el aire, el agua, la comida, en deshechos.

Es, también por tanto, la lógica no aristotélica, el habitus, de las masas de individuos que se ¿auto?gestionan como un capitalito en formación permanente en inacabada “puesta en valor” (de cambio) para el mercado de trabajo (ese mercado libre entre una parte que puede seleccionar y discriminar de forma inconstitucional, lo que ahora incluye ser fumador, cuando no inhumana, y otra parte que puede elegir entre trabajar o vivir de la misericordia -aquí- o morirse -allí-) y administran la (falsa) salud para el futuro (que es, también y siempre, la muerte, García Calvo dixit).

Esta promoción de la (falsa) salud a deidad suprema tan propia del esclavo que lo es porque teme morir, porque no pone su propia vida en el juego (Hegel), esta promoción verdaderamente notable de la antiguamente humilde Hygeia por tanto, deja de ser casual, por más que contingente, en tanto es esencial palanca del biopoder [3], poder a su vez microfísico cuyos hilos pasan por y somos nosotros, un poder, como indicaba el anuncio, de “especialistas en ti”, vivan entonces las cadenas de la servidumbre voluntaria (La Boétie) que buen gustito que producen, “mejor si me lo prohíben, así fumaré menos”.

Este olvido entonces del sacrificio conduce al mono que se levanta para matar y reconociéndose por ello igual y distinto, por la vía del lenguaje, del animal al que se sacrifica (pero lo que devoramos nos devora enseñan los Vedas), que se levanta para ofrecer a los dioses, iguales y distintos, su víctima, lo conduce, al colapso de cualquier orden simbólico, es decir, de cualquier orden, a un sistema sin exterior (por tanto muerto) donde sin nada que sacrificar el homo clausus es por fin la víctima [4].

En un sistema que capitaliza todo resto antiguo o externo, cualquier relación queda disuelta y degradada en mercantil, donde había familia hay personas dependientes ¿quién no lo es? donde amigos (estoicismo, epicureísmo) medran los terapeutas, el entrenamiento en habilidades sociales, la gestión de recursos humanos, hay que saber venderse se nos dice. Porque tú lo vales. Donde había convivencia (hay más verdad en el ofrecimiento, en la pausa, de un cigarrillo que en todas las felicidades programadas, en la fragancia del humo en un mundo donde ya ni las casas huelen a hogar -recuérdese que a la prohibición de la cerveza oponía Chesterton las tabernas como espacio de vida y convivencia- donde la personas huelen a des-odorante (¡) y hasta las propias compresas higiénicas femeninas -¡que ganas de ser mujer genera la publicidad de la industria íntima mujeril!- ¡huelen a nube!) generemos división, guetos, espacios separados con mamparas, reclusión y una industria tan ineficaz como próspera.

Hay más gente viviendo del cáncer -que no es nada sino un procedimiento para recortar procesos confusos víricos (gran escándalo [5]), inmunológicos (el sistema [6] devorándose a sí mismo para preservar una pureza ideal), genéticos (predisposiciones tan circulares como los instintos, la inevitable causa final en la ciencia) derivados del estrés -mejor que miedo, más fino- (¿qué pasa con las otras emociones? uno puede también de morir de alegría o de aburrimiento), o sencillamente un éxito evolutivo a nivel celular (Jay Gould: el “genio” Darwin está totalmente contradicho frente a los “superados” Freud y Marx)- que muriendo de cáncer.


II. El experimento

La afirmación “fumar produce cáncer” es simplemente falsa (y falsable) no por estar derivada de intereses espúreos, así es la ciencia (Kuhn, Feyerabend, Foucault), sino por cuestiones estrictamente gnoseológicas.

Tal afirmación está presuntamente basada en experimentos con ratas partiendo de unas observaciones (y no otras) irrelevantes suponiendo que quedarán santificadas por el método experimental (“científico”) en funciones de agua bendita. Es en efecto necesario un acto de fe en un Dios sincero (Descartes, Einstein) para fundar la ciencia. Dentro pues de una tradición judeocristiana (esto es judeogriega) en donde hay un autor único del universo y sus leyes (que la ciencia leerá), de los que se postula como garantía.

Esto es de nuevo una absoluta anomalía. Las cosas se dan de modo diferente en Aristóteles para quien la estabilidad de lo real viene proporcionada por las esferas celestes, las cosas en tanto vuelven al mismo lugar. Esta noción de las esferas celestes, de lo incorruptible en el mundo, de su esencia divina, vivió, tras Aristóteles, otros dos milenios entre nosotros y es “natural” en el hombre en tanto aparece en todas las culturas, excepto en la nuestra donde la medida juega el papel de testigo de dios. Hay por tanto un mundo entre nuestra “mentalidad” y la “normal” (Lacan).

Específicamente, la así llamada ciencia experimental pretende la determinación de relaciones causales, es decir, parte de la misma idea del mundo que la magia. No ya por cierta representación de la causalidad reducida a la contigüidad, sino por hacer depender sus efectos de verdad de una rigurosa aplicación protocolaria, o ritual, en un espacio y unos tiempos consagrados, de cuyo mínimo fracaso pueden derivarse todo tipo de contaminaciones que, a su vez, sería preciso depurar ritualísticamente. A favor de la magia cuenta el conocimiento del poder demiúrgico de la palabra (nomen = gnosco) frente al experimentador ciego, que no por ello deja de producir sus efectos (también los dormidos o los locos hacen la realidad -Heraclito-). En el experimento se trata de efecto de eliminar cualquier diferencia, es decir, la historia o la individuación entendidas como alejamiento de la pureza originaria o mítica, para producir la semejanza.

Paradójicamente se informa, no obstante, de las desviaciones del efecto experimental, representando a éste, es decir, a la causa, como actuando en sus efectos de manera probabilística, lo que es una negación de sí misma. Todo ello, claro está, en el plano de la teoría o del muy afortunado caso de que la manipulación experimental no alcance también a los datos (y algo conocemos de primera mano de la investigación experimental en medicina). Por lo demás, la necesitad de controlar todo elemento de extrañeza parte de un no saber, sobre la naturaleza del fenómeno, sobre la relevancia de cada dato concreto, equivalente al principio de la paranoia. Parte como del reconocimiento de la relación de cada cosa con cada otra (pensamiento que tiene la solera de ser equivalente no sólo al principio de la magia, sino también a la interpretación del mundo medieval en términos de semejanzas y la necesidad de aceptar las relaciones remotas entre partículas derivada de la dinámica cuántica, entre otros ejemplos), lo que por sí mismo imposibilita el principio causal, puesto que el más mínimo efecto aislado se extrae de un nudo de relaciones (en el sentido también de la relatividad general).

Todo ello olvidando, en tanto empiristas pero groseros, cuanto deben a Hume y al pragmatismo. Y olvidando que por poco que se presta atención a los fenómenos del lenguaje, no decimos ya como Wittgenstein sino al menos como los psicólogos sistémicos, la causalidad aparece como una mala sintaxis. No hace falta demostración de los hechos físicos de que el fuego quema o el agua moja, otra cosa es la cuestión filosófica de la causalidad que no es un asunto zanjado, desde que, anticipándose dos milenios a Hume, Pirrón de Elis sostuviera que no puede conocerse nada acerca de la realidad o Sexto Empírico considerara la causalidad como mera ficción de la mente. Que se trata de un asunto filosófico y no científico lo demuestra el triunfo de la nueva “filosofía” experimental, en el XVI, que intenta aplicarse, sin éxito a campos como la moral (Spinoza y Leibniz).

Por otra parte la existencia de una determinación ontológica no implica la posibilidad de determinación epistemológica (por ejemplo, la predicción del movimiento de cada una de las bolas que caen de una montaña de canicas, siguiendo las leyes físicas). Con lo que es ya un asunto menor recordar que en las “manipulaciones” experimentales las variables independientes sólo “explican” una parte minúscula de la variabilidad total del “efecto”.

Por último podemos preguntarnos ¿qué valor cognoscitivo proporciona una ley general? en cuanto a la experiencia directa. Y podemos hacerlo porque Elias, tiene preparada una respuesta que no sólo denuncia el carácter platónico, por tanto religioso (la coherencia es una necesidad del teoreticismo) y no necesario ex natura rei de la Ciencia [7], sino la imposibilidad de que el sujeto, siéndolo de deseos, se constituya en el de Aquélla: “Algo, desde luego, sabemos ya: que a la formulación de leyes generales unen hoy muchas personas un valor -al menos por lo que se refiere a las ciencias históricas y sociales- que no tiene nada que ver con su valor cognoscitivo y esta valoración indemostrada suele llevar muy a menudo al trabajo de investigación por senderos equivocados. Muchas personas creen que la tarea esencial de la investigación consiste en reducir a algo inmutable todas las mutaciones. Y el prestigio de las formulaciones matemáticas se debe, en gran medida, a este aprecio de que goza lo inmutable. Pero este ideal, así como la escala axiológica que le es propia no tiene sus raíces en la tarea cognoscitiva de la misma investigación, sino en el anhelo de eternidad del investigador.” [8]

Aún no han sido suficientemente contestadas las protestas meramente fenomenológicas que recogen Braunstein et al.: 1) escamotear lo individual en lo general, 2) despedazar un fenómeno global, 3) objetivar lo subjetivo [9]. De nuevo, pues, el problema del objeto, del nivel de análisis, o del nivel de abstracción. No es necesario seccionar muchos nervios para comprobar las consecuencias cuando se tiene una teoría de la inervación. Cuando no tenemos ni objeto (recuérdese que experimentando con ratas se hacen afirmaciones sobre personas) ni teoría sobre el cáncer, estamos obligados a multiplicar los experimentos, esperando que desprendan leyes, como cocos los cocoteros, observándose en su lugar nuevos fenómenos que son entificados en una espiral viciosa [10]. Lejos de integrarse las observaciones se atomizan de una manera tan cómica como cualquier revisión de títulos de tesis doctorales hace patente.

Así cualquier imbécil puede martirizar un puñado de ratas, encerrarlas, aislarlas, etc. y después infestarlas con infinitos chorros a presión de tabaco en los hocicos (¡ojo! hasta donde sabemos las ratas no han fumado nunca) y determinar, por ejemplo, que estas ratas prestan menos atención a sus crías que las no infestadas y de ahí deducir que “el tabaco reduce el instinto maternal”. Luego otros majaderos en una revista “científica”, en donde por supuesto no se publicaría un artículo donde el tabaco no produce ningún efecto, aceptarán publicar sus investigaciones por tratarse de un tema relevante. A James (el psicólogo y parapsicólogo) le parecía ridículo el escrúpulo, y creemos recordar que idiosincrásicamente alemán, de la medición en segundos. Actualmente se realiza en milisegundos y no es difícil señalar el gran contento que sentirán muchos investigadores cuando sea posible en nanosegundos, sin duda estaremos más cerca del fenómeno (algo así cree Popper) y su sentido se desprenderá nítidamente.

La introducción de la subjetividad es inevitable, en efecto, por la propia naturaleza del método, que necesita de hipótesis. Con ello vamos más allá de la fenomenología para des-cubrir un problema propiamente metodológico. Los métodos experimentales no pueden demostrar jamás ninguna ley causal, ni probar nada, ni descubrir nada. Su valor exclusivo es el de la falsación. Su valor en cualquier disciplina es el de la teoría que ponen a prueba, y ésta, en muchos casos nunca se explicita. Sin ésta, sus resultados no pueden sino obturar el conocimiento en la medida en que se presentan en su lugar. Como decía Bachelard, la máquina de coser no se puede inventar mientras se intenten imitar los movimientos de las costureras.

Por otra parte, no son pocos los científicos, aunque claramente minoritarios pero no siempre extraoficiales, encabezados por Hamer, ex-profesor de la Universidad de Munich de la que fue expulsado por mantenerse en su herejía, que consideran que los procesos cancerosos son siempre derivados de un formidable choque emocional experimentado en soledad, traumático o no, frecuentemente el simple miedo a morir, dotado de una determinada equivalencia simbólica para el sujeto de la que puede ser o, a menudo no, consciente (las explicaciones de Hamer recuerdan a las del psicoanalista pionero Groddeck luego desheredado pero introductor del concepto de Ello que Freud incorpora a su segunda tópica), como condición necesaria y suficiente, que genera efectos aproximadamente simultáneos en un triple orden: psíquico (que es el determinante), cerebral y orgánico. Categorías que aparte de parcialmente recubiertas no son sino una malla del lenguaje (nivel epistemológico) que nada afecta a lo real (nivel ontológico, o por mayor precisión óntico) por más que constituyan la Realidad del habitus, por lo que a este respecto nada que objetar.

A cada conflicto le corresponde un cáncer determinado y una específica localización cerebral. Por último la terapia se decide en una resolución del conflicto, real o simbólica. La teoría de Hamer ha recibido diversas verificaciones académicas, y aun sin estar en condiciones de valorarla si podemos hacer notar que aporta datos interesantes: la metástasis no existe en animales (correspondería en humanos a un nuevo trauma que puede ser el mero de diagnóstico de “cáncer” [11]), no es posible desarrollar un cáncer sin la intervención del cerebro [12], y los experimentos que han producido cáncer en la rata por la administración violenta (las ratas hasta el momento siguen sin fumar) de tabaco no han podido replicarse en otros roedores [13].


III. La estadística

La segunda base de la afirmación de que “fumar produce cáncer” sería los estudios correlacionales en humanos. Una correlación bajo el supuesto de que la muestra sea representativa puede indicar una asociación y una dirección entre los valores de dos variables (a escoger entre las miles de actividades humanas que algo nos diferencian de los roedores -a unos más que a otros, por decir la verdad-), pero nunca una relación causal por sí misma, en ausencia de una teoría [14], con lo que el método ve disminuido de nuevo su carácter lustral.

Pues bien se escoge la actividad de fumar y cierto aumento de la probabilidad de contraer ciertas enfermedades. Este aumento a veces es mínimo, pero hay mucho oscurantismo con los datos [15], asunto lógico si se trata de alarmar y no de informar, e incluso cuando es alto puede referirse a un número pequeño de casos. Por ejemplo: “recientes investigaciones demuestran (¿) que el tabaco produce un aumento de un 50% en la posibilidad de padecer cáncer (¿) de X” (rellénese la equis como se quiera pues se han investigado los temas más infrecuentes). Impresionante. Ahora bien, luego nos enteramos que dicho “cáncer” se produce en ocho de cada diez mil personas de la población “normal” y en doce de cada diez mil fumadores [16], eso sin contar que de quienes sufren la enfermedad llegan a morir “por” ella, digamos, otro 50%. Finalmente tenemos que del cáncer X sea lo que sea y se deba a lo que se deba (hablamos de probabilidades, lo que a fortiori es el reconocimiento de la existencia de múltiples causas, entre ellas el azar, que se ignoran) mueren diez personas de cada veinte mil, de las cuales seis serían fumadores y cuatro no, cinco del Barsa, cuatro de Madriz y uno del Atleti. O, en España, nueve morenos y uno rubio, o más bien una amplia mayoría de calvos dado que las dos terceras partes de los muertos por causas “asociadas” [17] al tabaco se producen en personas mayores de setenta años, conforme a la mortalidad general, a diferencia de lo que ocurre con las muertes por accidentes de tráfico, accidentes laborales, “consumo” de otras “sustancias”, etc. Como se desprende de una publicación reciente del Ministerio de Sanidad y Consumo [18] donde también leemos:

  1. “España se encuentra entre los países de la UE con menor mortalidad por cáncer de pulmón en hombres. Concretamente, su mortalidad en 2002 fue un 10% inferior a la media de la UE. En mujeres, como se ha mencionado, presentó una mortalidad muy baja: un 60% inferior a la media de de la UE.” (p. 20).
  2. “…Polonia, Hungría, Eslovenia, Holanda, España y Grecia fueron los países con un mayor consumo, superando todos ellos los 1.700 cigarrillos por persona y año.” (p. 67). Estando la prevalencia de fumadores diarios en torno a la media comunitaria (ibidem), es decir los fumadores españoles fuman más que el resto de los europeos que lo hacen y mueren menos de cáncer de pulmón [19].

Por otra parte, una buena praxis estadística requiere que los grupos que se están confrontando sean iguales en el resto de características, lo que no es el caso siquiera sea porque fuman más las personas, en general, de menos ingresos (lo que, dicho sea de paso, vía impuestos sobre el tabaco supone trasladar los costes de los tratamientos de las enfermedades “asociadas” al tabaco de los fumadores más ricos a los fumadores más pobres) y es archisabido (en la constatación sistemática de la existencia del Mediterráneo practicada por las ciencias sociales) que quienes tienen más dinero tienen más salud, mejores accesos a tratamientos, antes trabajaban menos (ahora tenemos unos ricos tan idiotas que trabajan más que nosotros) y viven más (a menudo ellos, y los otros, creen también que mejor, pero eso es otro cantar). De hecho parece que los fumadores “ricos” viven más que la media de la población “general”  [20]. Pero nadie dice que “ser pobre produce cáncer” y consecuentemente haya que prohibir la pobreza, o la tristeza [21], que tan buenos rendimientos produce a la industria de la caridad, ahora rebautizada, en neolengua, solidaridad.

Sabemos además (incluso los científicos sociales) que las personas no sólo se diferencian en el nivel de ingresos o el consumo de tabaco. Hace ya bastantes años que se publicó un libro de Eysenck (diré para profanos en la materia que se trata del autor más citado en las referencias psicológicas, justo detrás de Freud), Tabaco, personalidad y estrés, donde denuncia los malos usos estadísticos en la investigación sobre el hábito de fumar y cómo la toma en consideración de variables aparentemente relevantes (cito de memoria), clima, número de miembros de la familia, ocupación e incluso ese asunto tan oscuro de la personalidad (a su vez un conglomerado absurdo de “variables”) da cuenta de las muertes atribuidas al “tabaquismo” (a tabaco le añadimos “-ismo” y ya tenemos una enfermedad, como el papanatismo) [22].

En el asunto sobre las muertes “causadas” por el tabaco estamos ante lo que el inventor del procedimiento estadístico del coeficiente de correlación denominaba correlaciones espúreas (Pearson, 1897) [23]. Por ejemplo, la encontrada por Neyman (1952) de 0,83 [24] entre la tasa de nacimientos y el número de cigüeñas, o la de 0,91 entre el logaritmo del ingreso nominal de Estados Unidos y logaritmo de la acumulación de manchas solares utilizando datos anuales para el período 1897-1958, (Ploser y Schwert, 1978).

Problema que parece resolverse si, en relación a las tendencias temporales, el coeficiente de correlación entre los niveles de las variables es también alto para sus primeras diferencias [25]. Ahora bien, como hemos visto, esto no es en absoluto así para el caso que nos ocupa toda vez que más del 60% de las muertes relacionadas con el tabaco ocurren a una edad mayor de setenta años.

Por otro lado la relación entre variables puede ser no lineal o presentar algún tipo de interacción de segundo, tercer, etc., grado con otras variables. En todo caso, la legitimidad de la interacción entre las variables, y como ocurría con los datos experimentales, depende de la existencia de una teoría, en caso contrario siempre tendremos el problema de la tercera variable. El hecho de que las asociaciones entre las que estamos midiendo puedan estar producidas por una causa común que se desconoce, como que la “predisposición” a fumar esté gobernada por los mismos “mecanismos” que producen una muerte temprana, y entonces te mueres cuando te toque aunque no fumes, o a no creer en dios o ser más extravertido (datos estos últimos ciertos en mayor grado para los fumadores la última vez que lo leímos, no sabemos ahora) [26].

Todas las afirmaciones causales respecto de la información proporcionada por la correlación dependen de un postulado teórico que en el mejor de los casos será cierto provisionalmente. Mil o mil millones de observaciones de que en el pueblo A el agua hierve a 95 grados y en el pueblo B a 105 me convencerán de que las mujeres, encargadas de hervir el agua en el pueblo A, tienen unas cualidades arditivas superiores a los hombres, encargados en el B, pero no me proporcionaran información sobre importancia de la presión atmosférica y la pureza del agua en la temperatura de ebullición (diferentes en ambos pueblos) si no tengo una hipótesis al respecto, que si es correcta se mantendrá, al menos hasta que mañana este efecto sea interferido por extraterrestres o una radiación cósmica desconocida por ahora, etc.


IV. Tabaco, deporte, alcohol

Mientras se nos engaña con los números, por nuestra mala cabeza contable, también se ocultan los efectos “positivos” del tabaco, tanto sobre el cuerpo: estimulando la memoria y la atención, la velocidad de “procesamiento”, disminuyendo el tiempo de reacción y aumentando la eficacia en el trabajo; al mismo tiempo que es anorexígeno y adelgazante (por reducción de la eficiencia metabólica) y está asociado a una menor incidencia de algunos procesos cancerosos. Como sobre el espíritu, como estabilizador del estado de ánimo y reductor de la agresión ante los acontecimientos a eventos estresantes, tendría eficacia antidepresiva y en la prevención de las demencias. Por tanto, las estadísticas no tienen en cuenta estos efectos positivos de fumar (menor obesidad, menor estrés, menor depresión) en (el resto de) la salud.

De manera que todo parece indicar que fumar sea malo para el pulmón (como el deporte para el corazón) pero no para la cabeza (receptores), y si bien redujera los “expectativa de vida” permitiría afrontar los últimos años con mayor dignidad. Se nos ocultan estos “efectos” como, y por razones similares, los perniciosos del deporte (¡o del trabajo! [27]), lesiones, accidentes (sin contar la violencia “en” el deporte -no “del” deporte, la violencia se nos vende como algo ajeno al deporte que es “sana” competición y que fuera erradicable, sin embargo éste es el deporte realmente existente-), envejecimiento (nos referimos a la mera oxidación, sin contar el abuso de sustancias “en” el incremento del rendimiento -nótese de nuevo la lógica del capital aplicada a cualquier actividad, entre ellas las más presuntamente recreativas- deportivo), lesiones cardiacas, muerte súbita. En este sentido se nos pide que despejemos las causas para evitar ¡algunas! ¡una de cada tres! muertes súbitas que estarían “asociadas” a una cardiopatía (“patía” asintomática que no había impedido al individuo desarrollar una vida normal ni causado problema alguno hasta que lo mató el deporte) previa. Pero prohibamos el tabaco ¡a todos!

Se nos vende que es un escándalo que muera al año un fumador de cada 1.000 personas por causas “asociadas” al tabaco, a las que ahora se añadirán las muertes por el frío, frente a las escasas muertes súbitas entre los deportistas cuando son jóvenes, apenas uno de cada 18.000 [28]. Mientras que la incidencia del “tumor maligno de traquea, bronquios y pulmón” en menores de 24 es 0 [29]. Para encontrar un afectado por cada 18.000 (o 5,5 por cada cien mil) por dichos tumores tenemos que esperar hasta alrededor de los 40 años [30], edad a la que ya han muerto más de doscientos hombres y casi cien mujeres, por cada cien mil, en nuestro país, por el total de causas de muerte [31]. Compárense estas cifras con los 20 muertos por cada cien mil entre los 15 y 24 años por accidentes de tráfico [32], única causa en la que la incidencia no es superior en los mayores de 65 años.

¿Por qué es tan molesto el humo? El alcohol, al contrario, no perjudica a terceros [33] [34], salvo a los atropellados por conductores borrachos, a las mujeres muertas por sus maridos y demás “parejas sentimentales” borrachos, a los niños desatendidos. Bebe con moderación, es tu responsabilidad, pero ¡ni un cigarro! de eso me encargo yo que te gobierno por tu bien. Los fumadores tampoco son una carga para la seguridad social [35].

O sea que, en realidad, los fumadores pagan para poder fumar y además ahorran costos a la sociedad por morirse antes. Y aunque fuera verdad, nadie piensa (por el momento) en cobrar los rescates de individuos implicados en “otras” prácticas de riesgo, en este caso deportivas: espeleólogos, montañeros, surfistas de las diversas categorías que al parecer existen, esquiadores, etc. Ni en cobrar más a los gordos, ni a los que tienen mala leche (a pesar de su conocida asociación con las cardiopatías ¡y los problemas pulmonares!), etc. Sin tener en cuenta la pérdida de “productividad” derivada de que los fumadores no puedan fumar mientras trabajan.

En todo caso por ahí andamos, vinieron a por mi vecino porque era judío pero como yo no judío no hice nada, cuando vengan a por mí no quedará nadie para defenderme. Los noticieros televisivos ya “informan” de que se está obligando a hacer dieta a los obesos en Inglaterra, pronto nos obligarán a todos a practicar deporte por nuestro propio bien o cualquier otra conducta saludable que se les ocurra a los expertos: comer sardinas o coles hervidas. Es el más espantoso de los totalitarismos. En efecto, de lo que se trata es de la libertad. No por casualidad las primeras medidas antitabaco las toma el régimen nazi.

¿Por qué es tan molesto el humo? Ni sabemos ni queremos entrar en los intereses económicos existentes tras la campaña antifumadores, cínicamente la ley que reprime el consumo del tabaco se denomina de “prevención” del tabaquismo, baste recordar que el volumen de negocio que representan las actividades del “narcotráfico” estaría, según nos cuentan, sólo por detrás del derivado de tráfico de armas. Baste recordar la cantidad de sufrimiento y muerte, pero también de buenos negocios, que se evitaría con la despenalización del consumo de “substancias”. Claramente la prohibición ha fracasado en la “prevención” y cada vez los jóvenes se incorporan antes al consumo compulsivo de, entre otros, los productos sintéticos más funestos. Merecería la pena comprobar si en efecto la despenalización produce un aumento del consumo ¿y qué? mientras no se haga daño a nadie, los fumadores con la venta controlada no han perpetrado ¡hasta ahora! ningún acto violento relacionado con su “adicción”, ni se ha oído hablar de mafias (al menos violentas) de estanqueros. Baste recordar también los beneficios que obtendrán las multinacionales farmacéuticas, quienes decían corporativamente en uno de los pocos anuncios sinceros que recordamos “nos preocupa tanto tu salud como el medio ambiente”, en efecto, nada. Y esta es otra de las paradojas de este mundo feliz en el que el gran hermano (el hermano mayor en buen castellano) te prohíbe fumar por tu propio bien pero mantiene empastillada a la mitad (incluso hasta el 80% en algunos países “desarrollados” [36]) de la población [37] convirtiendo una angustia derivada de una situación vital contingente en una enfermedad crónica, en una dependencia de por vida, en satisfacción de los intereses de la preocupada industria farmacéutica. ¿Por qué es tan molesto el humo? Intentaremos otro estilo de respuesta relacionado con las cuestiones planteadas al comienzo del artículo.


V. La víctima

¿Quién nos dio pues la vuelta, de tal modo
+ que, hagamos lo que hagamos, estamos en la actitud
de uno que se marcha? Como quien,
en la última colina que le muestra una vez más
del todo su valle, se da la vuelta, se detiene, permanece así un rato,
así vivimos, siempre despidiéndonos.
Rilke

El humo es un símbolo. Ninguna formación social puede mantenerse (reproducirse) sin los símbolos, sin las relaciones simbólicas extraconscientes que la constituyen (Levy-Strauss), al tiempo que ponen en valor la situación imaginaria de cada uno en el mundo (su Unwelt que, como para todo animal, son aquellos rasgos de lo real que devienen significativos, pero donde sólo nosotros nos proyectamos [38] para conferir sentido), lo que viene definido en términos de Marx como ideología, es decir, aquellas representaciones (Vorstellung) -estas sí conscientes, pero no por ello más voluntarias o autogeneradas sino de la que es un mero portador (Träger), con lo se que adelanta al Freud de la segunda tópica que viene a inscribirse (no a reescribirse) sobre la que presenta en la Traumdeutug (donde todo aún gira en torno en torno al carácter consciente o no de las representaciones mentales) y en la que la conciencia queda reducida a una formación sintomática sin mayor poder explicativo sobre la conducta del sujeto, en cuanto su origen no está en él sino en el compromiso entre instancias, entre las que cabe anotar la Realidad (en el sentido definido por los ¿autores? de la Comuna Antinacionalista Zamorana, o digamos fenoménica) y no lo real (en el sentido lacanista [39], numénico) como auténtico grado extrasomático de la administración y el gobierno psíquico; maravilla el hecho de que alguien en algún momento haya podido confundir lo consciente con lo voluntario, siendo una experiencia cotidiana de todos nosotros lo feble de la “fuerza” de voluntad [40] y no sólo para desprenderse del habito de fumar), aquellas representaciones, pues, que nos proporcionan el reconocimiento/desconocimiento de nuestro estar aquí.

Podría ser que ahora nos encontráramos por primera vez en unas formaciones sociales postfordistas [41] donde no sólo se producen símbolos de forma intencionada sino que estos constituyen el principal motivo de comercio, en un despliegue máximo del fetichismo de la mercancía que tan brillantemente analiza Marx en El Capital, cada vez más alejada del valor de uso: cacharros cada vez más inútiles, más obsolescentes y más contaminantes (hace decir El Roto a un combativo obrero, del que se nos antoja que tiene un no sé qué de dirigente sindical, quizá por el uso del plural mayestático: “¡Estamos dispuestos a renunciar a lo esencial siempre que no nos toquen lo superfluo!”). Eso hace quizá que quizá sea más urgente la vieja “lucha ideológica” (o cambio de las conciencias para cambiar el mundo si se prefieren los términos del cadáver del humanismo), si es que no es imposible la política cautivo, como está, y desarmado el ejercito rojo.

Por consiguiente echemos a hablar al símbolo, puesto que, como es un símbolo (y no un hecho, hemos visto cuán difícil es pretender encontrar un hecho y que encima nos diga algo, bien por procedimientos experimentales o estadísticos) es tozudo y habla. Encontramos en indoeuropeo tres raíces muy próximas para realidades conectadas [42].

Dhu/Dheu es lo que sube a la nube, vapor, humo, polvo, lo que pone en contacto el cielo con la tierra, es también respirar, el más claro ejemplo de la insuficiencia humana, de su limitación, ¿cuántos minutos podemos encerrarnos en nosotros mismos sin sorber ese aire que es gratuito? Gratuito, como todo lo importante, fue pero ahora cada vez más privado (ídios), mejor dicho los beneficios de la contaminación (lo impuro) son privados, particulares y ocultos, anónimos, sus maleficios públicos.

En Grecia es thýos, el incienso para la comunicación con los gratos dioses  -como en India Agni, el fuego, está presente en el sacrificio, es el altar, el sacrificio y el que sacrifica-, como en esa otra India moderna el tabaco, con el que también se firma la paz, y que ahora nos prohíben precisamente los turi-ferarios del único culto posible (el papanatismo postfordista: todo el mundo haciendo lo mismo para ser diferente): el del sacrificio humano, al Molok del cochecito individual, única personalidad real del individuo, su “libertad”, su “placer de conducir”, su cuerpecito de lata para mejor encajar en el engranaje: horas con la vista fija en el asfalto de un camino establecido o en la caja de imágenes, que reemplaza y pervierte al fuego del hogar, sin percibir nada de lo que le rodea [43].

El hombre ya no es el actor, el que contempla (theoréo) con la distancia propia de un dios (theós) y por eso teoriza, sino la víctima, el chivo expiatorio (phármakon), el animal prometido a la muerte para que la máquina social funcione, víctima insustituible, sin remedio (phármakon) entonces. Ni el mismo Yaveh, en su funesta cólera implacable de dios volcánico, árido como su dominio, fue tan cruel. Sin poder sustituirse en el sacrificio por la palabra, como los antiguos indios (aun los de hoy, algunos, son antiguos). Borrar la cosa y entrar en el juego de sus equivalencias. No, la identidad (la falta de distancia, “todo sacrificio es el reconocimiento de otro” -Calasso-, de ahí la parálisis de Occidente sólo capaz de reconocerse a sí mismo), la confusión, es, pues, absoluta, la inversión del sacrifico védico -dirá también Calasso-, el hombre sacrificado como cosa incapaz de decir palabra.

No cede a la divinidad una parte del mundo a cambio (el sacrificio es siempre un intercambio desigual que pone en movimiento la cadena de la deuda, de lo que es debido, justo lo contrario de una transacción) de que ésta le conceda, a su vez, su parte. El hombre desde que usa hasta las heces el mundo sin permiso de la divinidad no tiene nada a cambio que dar excepto su propia vida, sin sentido, como cosa; “disuelto el sacrificio, todo el mundo vuelve a ser, sin saberlo, un inmenso taller sacrificatorio” (Calasso). Como en el origen la divinidad se sacrifica, Agni o Jesucristo, ahora, difuminada, se sacrifica el mundo.

Este sacrificio a un dios ciego, hipostasiado en (el espejismo, por tanto la idolatría de) el Yo requiere no obstante su humo, negro y feo, mefítico, humo que viene de los muertos, veneno (phármakon) y que arroja el único escape autorizado -ahora que hay que ser feliz continuada y obligatoriamente, pero sin placeres, atesorando la salud como un capitalito, compulsivamente-. Al Leviatan que con su fuego arrasa la Mesopotamia para imponer más coche a precio de más muerte, hiriendo de lejos como los cobardes.

Una vez despojado el sacrificio de la conciencia, los Upanisahd exigen la máxima atención al momento preciso de matar, no queda más que destrucción, de la misma manera que una emoción sin nombre es sólo dolor. Destrucción sin sentido y sin actor, pero no sin autores, sin el “sacrificio del pensamiento” (Porfirio, quien en el crepúsculo de la antigüedad nos dirá “un intelecto puro y un alma impasible” y no “la abundancia de cosas sacrificadas”, del mismo modo en las derrotas del hinduismo se promocionará la actitud del sacrificante frente al ritual védico del sacrificio) o de la culpa precisamente inventada en (el exilio de) Babilonia por quienes ahora dejan caer las bombas apartando la mirada del estrago. La culpa es menos pura que el pensamiento, el pensamiento sustituye al objeto, es una distancia no violenta, la culpa sustituye al sacrificio cuando algo se arranca de uno en donde sin embargo permanece su huella, de modo que quizá uno tenga que convertirse en un miserable para estar a la altura de su culpa.

Si nada nos ceden los dioses no hay, entonces, ningún espacio para lo profano y todo se sacraliza, el phármakon no nos purifica y la sociedad toda queda contaminada. El sacrificio separa para unir. Prohíben tu humo pequeño, humano y humilde, para que te tragues el de la máquina, tu paz, la convivencia, para generar división entre el indefenso ciudadano de a coche. Para entretenerte, para hacerte ver que pasa algo, para administrar la muerte.

En Grecia es el tyfos, humo, vapor, soplo, vanidad, soberbia o estupor causado por la fiebre, de nuestros tifus, nuestros tifones, nuestros estofados y nuestras estufas, todo, se ve, cosa antigua. Y es thymós, ánimo, aliento, espíritu, el principal “órgano” en la “psicología” de Homero, de lo que hay tratados, que se ha replegado a nuestra ciclotimia. Es thýmon, tomillo.

En latín es fimus, estiércol, y fumus, este sí nuestro humo de fumar, de difuminar y esfumarse, del perfume y del sahumerio. Por otra derivación, fuscus, la ofuscación, lo hosco del malgobierno.

Dhghm/dhghem/dhghem, la tierra, dará en griego, khamaí, lo que va por el suelo, como el camaleón (ese león tímido), khthón el país, lo autóctono. Latín: humus, tierra, de donde humilde o inhumar, y homo, hombre, no varón sino humano. El hombre fue polvo y a él debe volver.

Deiw, brillar. I. El devá y la deví sanscritos, el theós y la theá griegos (pero la diosa, cada diosa, es también theós), el deus y la dea latinos, nuestro dios ¿nuestra diosa? II. Zeus y el jovial Padre Iove (“del brillante cielo”), pero también Diana diosa de la luna (méne) que marca el tiempo (mes) y rige los flujos de la tierra, la mujer y la menstruación. Por eso, explica Isidoro, las mujeres son lunáticas. Diosa de las brujas que ahora despierta a los soldados. III. El día, lo diurno, lo cotidiano, hoy (este día), hodierno, jornada (< oc. jorn “día” < lat. diurnum), jornal, mediodía, meridiano. IV. En otra variante délos, visible, patente, como lo es, con mayúscula, el poder de Apolo en su santuario, para ver lo porvenir, una vez destronado el poder ctónico, oscuro femenino, ofídico, que sin embargo permanece en las oraculares pitias entusiasmadas por el dios y por las emanaciones (inhumadas) de la grieta del santuario, ahora en Delfos. Como se manifiesta el alma (psykhé en la versión académica) gracias a las drogas psicodélicas.

Entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano, pues, está el humo que a aquél asciende desde ésta, el humo que produce el hombre con el en sí mismo sagrado fuego, fuego para las ofrendas pero también para las cremaciones. Se arroja a los muertos a la pira para liberarlos de las ataduras del mundo, como el aquinate quemará el cuerpo de los poseídos, el cuerpo de los vivos, de las vivas, para salvar su alma, la de ellos y ellas, por su bien eterno como se ve. O bien los inhuma, los entierra, para que vuelvan a la madre. Se acaba así con la ambivalencia de lo vivo reducido a sus elementos constituyentes. Puro humo o pura tierra y no esa mezcla contaminada de lo vivo que sábese destinado a morir y por eso está muerto pero tiene un alma ¡ay! mortal, sólo los griegos decían mortal como sinónimo de humano. Mezcla de la que es seña y condición la negra angustia, ahora tras los brillantes anuncios, tras la ruidosa hipnosis, aseptizada, oculta y clasificada en “trastornos de ansiedad”, como la oscura cólera saturnina del melancólico tras la depresión y otros “trastornos del estado de ánimo”.

Desde que nace el hombre, entre el cielo y la tierra, está muerto y entre tanto, fuma, o bebe, del soma al kykeón, en los misterios eleusinos de Ceres y de Baco prolongados en el misterio eucarístico de comer el pan y beber el vino, hasta la coca-cola con sus matones y sus pesticidas (fumigaciones), chispa de la vida ya no eterna, para entre-tenerse, para recuperarse en lo divino que fue y tal vez será pero que no es, para com-partir, para dis-traerse (en última instancia, para reabsorber el Yo en un Ello -que es común, excepto en los pequeños accidentes, las pequeñas fealdades que nos hacen personas con su carnet de identidad, la máscara -persona- a través de la cual pretendemos permanecer siendo los mismos- despojado del cual el Yo necesita prótesis, como las proporcionadas por el cochecito o toda psicoterapia que, enajenando, desconoce el estar aquí (Dasein) de cada uno que no es Yo, substantiam cum cualitate, con determinaciones, era el nombre propio para los gramáticos latinos, sino decir yo -que es cualquiera que habla-, substantiam sine cualitate, la deixis de los gramáticos griegos, que no significa nada pero, como el oráculo, muestra, como “aquí” o “mañana” y “es” como nos indica la etimología de los pronombres en las lenguas indoeuropeas, como el tiempo es sólo una característica de la enunciación (Heraclito/Benveniste/Lacan/Agamben); o como las implantaciones facilitadas, en general, por la sacralizada tecnociencia: del sacrificio al experimento, ambos buscan la acción justa que repetida perpetuamente llevará a un incremento de la fuerza -Calasso- pero las matemáticas no son el lenguaje de lo real y por ello hay, esto es la “causa” de, accidentes) de ese muerto que es y que no fue ni será, fiumus fumus sumus.

Desde que nace el hombre, entre el cielo y la tierra, está muerto y entre tanto se engaña y quizá no necesite fumar, de lo poco necesario para vivir dan fe los cuerpos que sobrevivieron al humo de Treblinka, Los biólogos no saben qué es la vida ¿quién entonces podrá decir lo que es la vida humana? Decía alguien, quizá sea lamentable que no recordemos quién, que no consideraba necesario correr cinco kilómetros, que prefería andar quinientos metros en compañía de un amigo, quizá fumando. Suena humano quizá tanto como tratar al cuerpo, que es uno y no algo que se tiene, como a un animal, como a un esclavo, sufrir penalidades (áthlos), para que la negra parca nos encuentre en perfecta forma. La consideración del hombre qua ser natural nace en efecto de la reflexión griega sobre los esclavos [44], pura naturaleza, y rebrota hoy en las ciencias sociales y con el mismo interés utilitario en el hombre como instrumento. Como si ya estuviera dado y no costara denodados desvelos y trabajos construir un sujeto, lo que viene a confirmar específicamente la psicoterapia con su intervención en el reparo o, más frecuentemente, mero repello (de la fachada) del mismo. Con lo que vienen a decirnos que las cosas son efectivamente como son y que si no son como dios (o como Dior) manda encima la culpa es tuya, que es que eres tonto. Queremos decir que para mejor reproducir los deletéreos efectos del sistema, o modo de producción, entre ellos no sólo las propias masas de individuos -pero están/estamos divididos-, sino, a fortiori, las deficiencias de éstos, se les hace responsables de su salud y su felicidad [45] (términos sinónimos para la OMS) en el sentido ¡aun! mas burdo del “si quieres, puedes” de la despreciable estirpe de los jorgesbucays y nuestro entrañable bernabé tierno (el nombre es el destino) que tanto dolor traen al mundo, si bien en la degradada forma de la frustración [46].

De manera que todo parece suceder como si (entre las memético-periodísticas “muerte evitable” y las “causas que aún se desconocen”) sólo nos murieramos los tontos y las malas personas. La salud (la salvación) no relacional para que cada uno haga de su capa un sayo, sino como esencia sin negatividad (sin deseo entonces), amén de elemento biopolítico (la salud no es nuestra sino del Poder, ese mismo Poder que por supuesto encarnamos y somos), como pura animalidad, como trabajo, es puro delirio, pésima metafísica -el ser obliterado por el ente- y falsa salud/salvación, sin ética, en tanto sólo es capaz de plantear la relación (constitutiva) del hombre con la muerte ¡en términos estadísticos!: “la muerte del animal es el devenir de la conciencia” (Hegel).

Voluntad de ser y por tanto voluntad de muerte, de tomar la palabra, ser sin razón de ser. Como explica Agamben, lo sagrado no tiene fundamento más que en el propio hacer, en su propia violencia, como se muestra en el sacrificio, sacrum facere, hacer prohibido que sin embargo no se excluye sino que significa, proporcionando una legislación y la ilusión de un inicio (conditum) que es iniciación (absconditum) excluyendo lo fundante, violencia contranatural, homicida, sagrada, que funda la humanidad sacralizándola. “El fundamento de la violencia es la violencia sin fundamento” (Agamben).

Una fundación no ficticia, cumplida, profana, de la humanidad, sería la propia praxis social (su producción de residuos) y la palabra (sin razón de ser) hechas transparentes a sí mismas.

Mientras tanto el hombre es un ser que inhuma, el hombre es un ser que fuma.


Notas

[*] Uno de los autores es fumador.

[1] Tarde para poder incorporar sus informaciones a este artículo accedemos a Harris, R. y Hatton, J. (2000). En defensa del tabaco. El gran debate. Madrid: del Taller de Mario Muchnik. Libro nada extraordinario sino por su singularidad, nadie con quien debatir. Y todavía disponible en librerías (bajo pedido). Lleno de sentido común, incide especialmente en los paralogismos de la correlación y detalla las manipulaciones de los datos (pp. 145 ss.), inaceptables desde cualquier criterio científico al uso, perpetradas por la Agencia de Protección Medioambiental del Centro Imperial. Corroborando así las referencias que teníamos de las mismas sólo a través de la página Verena Wachnitz: La guerra anti tabaco, las libertades economicas y la responsabilidad individual , que citamos en el artículo. Por todo ello es recomendable.

[2] Esposito, R. (2005). Immunitas. Protección y negación de la vida. Madrid: Amorrortu.

[3] “Más acá, pues, de ese gran poder absoluto, dramático, sombrío que era el poder de la soberanía, y que consistía en poder hacer morir, aparece ahora, con esta tecnología del biopoder, esta tecnología de poder sobre la “población”, sobre el hombre como ser vivo, un poder continuo, basado en el saber, que es poder de hacer vivir. La soberanía hacía morir y dejaba vivir. Ahora aparece un poder que llamaría de regularización, que consiste por el contrario en hacer vivir y dejar morir” (Foucault, M. (2003). Hay que defender la sociedad. Madrid: Ediciones Akal, p.220). Eso sí, no una muerte “personal” y doméstica, sino aséptica y técnica, con papel de mero comparsa en el aparato médico. Poder pues extralegal, basado en lo normal/natural; poder normativo y por tanto histórico que las ciencias sociales, como su producto y condición de posibilidad, vendrían a legitimar presentándolo como conocimiento de realidades naturales y eternas del Hombre. Pero también poder que lejos de anular la soberanía pasa a fundamentarla, de modo que ésta justificará su derecho matar en el deber de vivir que condujo al nazismo como defensa del peligro biológico que amenaza a la raza o al actual fascismo de la seguridad ante los riesgos que corre la población.

[4] Calasso, R. (1989). La Ruina de Kasch. Barcelona: Anagrama.

[5] Kevles, D. J. (1995). “Contra viento y marea: Una historia de coraje, virus y cáncer”. En Silvers, R. B. (ed.). Historias de la ciencia y el olvido. Madrid: Siruela.

[6] El propio “sistema” inmunológico, confuso en sí mismo, parece no recibir su naturaleza sistemática sino del empleo, por lo demás desafortunado, de la metáfora belicista del combate contra el invasor, que puede remontarse a la “ruptura epistemólogica” introducida por Paracelso, que frente a la concepción clásica de la enfermedad como desequilibrio humoral propone un origen externo de la misma (Esposito. Op.cit.).

[7] Recordemos también que la matemática nace de la mano del misticismo en la enseñanza pitagórica, que, en efecto, encontraba en los números la clave de la comprensión del universo. Otro enlace indirecto de la experimentación con el chamanismo. Pitágoras propone la salvación por el conocimiento (teoría = contemplación), e igualmente la comprobación de los postulados para generalizar la experiencia, idea de prueba que parece provenir del ámbito forense y ser desconocida por la ciencia de las antiguas India y China (Bernal).

[8] Elias, N. (1988). El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Madrid: Fondo de Cultura Económica, p. 565n.

[9] Braunstein, N.A., Pasternac, M., Benedito, G. y Saal, F. (1979). Psicología: Ideología y ciencia. México: Siglo XXI, p. 141.

[10] Por ejemplo, respecto de dos fenómenos “claramente diferenciados” leemos en Goleman: “Problemas de mantenimiento de la atención (distractibilidad) en esquizofrénicos, como vemos en el lenguaje saltígrado que sigue asociaciones fonológicas [que evidencia la fuerza del lenguaje, JBS y LHC], así como una superior tolerancia al dolor. Condiciones ambas que se originan en las alteraciones del sistema endorfínico. La atención selectiva y la sensibilidad al dolor también se solapan cerebralmente: tanto el frontal como una sección del cortex sensorial son claves en ambos procesos. Además tenemos un neurotransmisor -la hormona adrenocorticotrópica (ACTH)- que muestra un efecto opuesto y complementario al de las endorfinas, ambas substancias se liberan al inicio de la respuesta al estrés. La ACTH mejora la atención y bloquea la acción de las endorfinas aumentando la sensibilidad al dolor. Las endorfinas por su parte tienen el efecto contrario. La ACTH y las endorfinas siguen una secuencia temporal diferente en la respuesta de estrés. La hipófisis libera ambos agentes químicos, pero la ACTH actúa más rápidamente pudiendo ser constatados sus efectos en los primeros treinta segundos, mientras que los de las endorfinas aparecen pasados dos minutos. Es decir, la respuesta inmediata de alarma nos advierte del peligro y en una segunda fase posibilita la disminución de la sensación dolorosa. Podemos considerar artificiosa la distinción entre la atención y el dolor ya que están regulados ambos procesos por los mismos neurotransmisores, las mismas estructuras anatómicas y los mismos sistemas de procesamiento de la información” (Goleman, D. (2000). El punto ciego. Barcelona: Debolsillo, pp. 43-55).

[11] “Esta fábula de las metástasis se fundamentaba en hipótesis sin pruebas e indemostrables. Ningún investigador ha podido todavía encontrar una sola célula cancerosa en la sangre arterial de un paciente con cáncer. Y es ahí donde deberían ser localizadas, si es que se dirigen a nado hacia la periferia, es decir, hacia las regiones exteriores del cuerpo. Es sobre esta fábula, completamente hipotética, en que se basa la tesis de que las células cancerosas durante su migración -todavía no observada nunca a través de la sangre- se habrían incluso metamorfoseado durante el camino con lo que, por ejemplo, una célula cancerosa del intestino (que en el interior del intestino produce un tumor compacto en forma de coliflor) de repente empezaría a emigrar hacia los huesos donde será capaz de metamorfosearse en necrosis. Se trata de una hipótesis aberrante digna de un dogmatismo medieval”. Reflexiones sobre la nueva medicina. Entrevista al Doctor Hamer.

[12] “Además, se sabe que no es posible producir cánceres en órganos cuyas conexiones nerviosas con el cerebro han sido cortadas. No obstante esto se han llevado a cabo investigaciones sobre casi 1.500 substancias pretendidamente cancerígenas, que deben tan solo su etiqueta de producto cancerígeno a la reglamentación insensata impuesta por la vivisección. Con ello no quiero decir que todas estas substancias resulten inofensivas para nosotros, únicamente que no producen cáncer o, por lo menos, que no lo producen sin la intervención del cerebro. En efecto, hasta ahora era admitido que el cáncer era resultado de células orgánicas que se disparaban por azar”. Ibidem.

[13] “No existen substancias cancerígenas. Se han realizado innumerables experimentos de vivisección en animales y sin embargo todavía no se ha podido demostrar realmente que se haya encontrado una substancia cancerígena. Desde luego, las pruebas que se han realizado han sido completamente idiotas, ya que durante un año se ha estado inyectando en las narices de ratas unas dosis concentradas de formaldehído, que estas pobres bestias evitan normalmente como veneno virulento, realizando grandes rodeos. Al final las ratas han desarrollado un cáncer de la mucosa nasal. De hecho, el cáncer no fue debido al aldehido fórmico o formol, sino que dado que estas pobres ratas tienen horror a este producto, que es su bestia negra, han desarrollado un conflicto de mucosa nasal, por tanto un Síndrome Dirk Hamer, un conflicto biológico de no querer oler, podríamos decir.[…] Todas estas elucubraciones relativas al papel cancerígeno del tabaco, al poder cancerígeno de la anilina o de otros productos, son tan solo puras hipótesis que no han sido jamás probadas y que resultan indemostrables. Por el contrario, se ha observado que los 6.000 hamster expuestos al humo de cigarrillo habían vivido una media de tiempo superior que sus 6.000 congéneres que durante 6 años no habían sido ahumados. El hecho que les pasó por alto fue que los goldhamsters no tienen en absoluto miedo al humo por la simple razón de que viven bajo tierra. He aquí por qué en su cerebro no tienen registrado ese código, esa señal de alarma contra el humo.

En los ratones domésticos sucede todo lo contrario, a la menor emanación de humo les entra un terrible pánico y huyen. Cuando en la Edad Media se veía una multitud de ratones huyendo de una casa, se podía estar seguro de que en uno u otro rincón había fuego. Por tanto, a un cierto número de estos ratones se les puede provocar cáncer -en forma de manchas redondas en el pulmón-, lo que se corresponde con un conflicto de miedo a la muerte.

Bastan estos dos ejemplos para explicar y hacer comprender que todas las experiencias que actualmente se llevan a cabo en animales no son más que crueldad absurda hacia éstos, dado que en todas ellas se presume que el alma del animal no existe. Resumiendo, no hay ninguna prueba de que existan substancias cancerígenas que actúen sobre un órgano, sin que medie la intervención del cerebro”. Ibidem.

[14] Podemos observar que los niños a los que les gusta la lectura son más inteligentes (es decir, puntúan más alto en las pruebas encargadas de su “medida”), pero ¿son más inteligentes porque leen o viceversa? quizá lo son porque sus padres son más inteligentes (o tienen un mayor nivel de ingresos) y leen libros en casa. Pero estos padres, ¿son más inteligentes porque leen? etc.

[15] En la página del Centro Nacional de Epidemiologia se proporcionan datos confusos que permiten estimar que, por ejemplo, el cáncer de pulmón (“entidad” que engloba una serie de patologías diversas) es la “causa” de aproximadamente un 5% de las muertes anuales en España, de este 5% a su vez una cuarta parte de los hombres y quizá la mitad de las mujeres no fumaban, el resto eran fumadores, de donde no se afirma que fumaban y han muerto sino que lo han hecho porque fumaban, y en efecto no se nos informa de ninguna otra variable sociodemográfica que pudiera ser relevante. Para los problemas complejos, desconocidos, suele haber una solución simple que es falsa

[16] Vid. Luque Serrano. donde encontramos otros ejemplos de uso espúreo de la estadística, como cuando se indica que el paro a bajado del 9,1 al 8,9, pero no que la encuesta tiene un margen de error de 1%, con lo que el paro puede de hecho haber aumentado (y ello independientemente de como se haya medido el “paro”). O que nadie nos pide conducir a gran velocidad como consecuencia de que la mayor parte de los accidentes se produzcan a menos de 80 por hora. Podemos añadir nosotros que nadie prohíbe las casas, por el momento, porque en ellas se produzcan la mayor parte de los accidentes, pero no cabe descartar que si llega a interesar se plantee for your own good el encierro en recintos de seguridad donde estemos protegidos por expertos, no hay más ver lo ufanos que contestan a las cámaras los ciudadanos de a coche, ahora en el aeropuerto, contándonos lo encantados que están de que los referidos expertos incluso les masajeen los bajos por mor de la seguridad.

[17] “La clasificación de enfermedades como relacionadas con el hábito de fumar: Una enfermedad se clasifica como relacionada al hábito de fumar cuando el riesgo de contraerla es mayor para fumadores que para no fumadores. Sin embargo, el Manual Federal de Referencia acerca de la Evidencia Científica confirma que para otorgar importancia legal a un aumento del riesgo, este debe ser al menos 2 por ciento o mayor. De lo contrario, se debe concluir que la evidencia no es suficiente como para afirmar que existe una relación causal. Si se aplica este criterio al número de muertes estimado por el CDC, [Center for Disease Control and Prevention] se deberían excluir 163.433 muertes. Si a estas les sumamos las muertes causadas por quemaduras, causadas no por el hábito de fumar sino por negligencia de los fumadores, el número total de muertes queda reducido a 254.257. O sea que el número de muertes anunciado está sobrestimado en un 65%”. (Wachnitz, V. Op. cit.).

[18] Ministerio de Salud y Consumo. (2005). La Salud de la Población Española en el contexto europeo y del Sistema Nacional de Salud. Madrid: Publicaciones del Ministerio.

[19] Por razones económicas utilizamos los datos relativos al cáncer de pulmón, del que se conoce que hay modalidades específicas “ligadas” a los no fumadores, pero similares ejercicios se pueden realizar con el resto de “causas” de muerte “asociadas” al tabaco.

[20] Vid. nota anterior y Wilkinson, R. (2001). Las desigualdades perjudican. Jerarquías, salud y evolución humana. Barcelona: Crítica.

[21] Que también “produce” enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón. Stroebe et al. (2007). “Health outcomes of bereavement”. Lancet, 370, 1960-73.

[22] Este Pope de la psicología ha sido a su vez acusado de malas prácticas relativas a esta investigación.

[23] Vid. Lahura. (2003). donde, además de aparecer entre otros los ejemplos que mencionamos a continuación en el texto, si bien el de las cigüeñas es un clásico, desarrolla y fundamenta las cuestiones que tratamos aquí y otros problemas de validez, como considerar una sola muestra elementos separados.
 
[24] Para los profanos, tal correlación indicaría que los valores de ambas variables varían juntos en un 83% de los casos, entendiéndose que una variable predeciría el valor de la otra en el cuadrado de ese porcentaje multiplicado por cien. En este caso el conocimiento del número de nacimientos representa, que no explica, un 65% de la variabilidad del número de cigüeñas. Una correlación de 0,83 es altísima (acercándose, por ejemplo, a la encontrada entre el peso de los gemelos monocigóticos educados juntos) en el ámbito de las ciencias sociales (y en las investigaciones relativas al tabaco) donde suelen encontrarse entre 0,20 y 0,50, lo que predeciría la variabilidad de una variable desde otra entre el 4 y el 25%.

[25] “Si el coeficiente de correlación de los niveles de las variables es significativamente alto, pero el coeficiente de correlación de las primeras diferencias de las mismas es bajo, entonces la correlación entre los niveles de las variables es una correlación espúrea o sin sentido alguno”. (Lahura. Op.cit. p.45)

[26] Recientemente, sin embargo ha quedado “demostrado” experimentalmente que no todos los sujetos son igualmente susceptibles de adicción y que aquéllos que lo son en mayor grado son también los más “valientes”. Los sujetos son de nuevo ratas (¿¡). Nadal, R., Rotllant, D., Márquez, C. y Armario, A. (2005). “Perseverance of exploration in novel environments predicts morphine place conditioning in rats”. Behavioural Brain Research, 165 (1), 70-79.

[27] No obstante, la OMS, en tanto que mantenida por los Estados, poco subversiva, estima en 200.000 las muertes anuales por cáncer producidas por el trabajo en el mundo (por exposición a diversos agentes, entre ellos… el tabaco), y en 80.000 las personas que enferman cada año en España. El País, 29 de abril de 2007.

[28] www.salud.medicinatv.com

[29] MINISTERIO DE SALUD Y CONSUMO. Op.cit. p. 205.

[30] Ibidem.

[31] Ibidem, p. 117.

[32] Ibidem, p. 151.

[33] “Los fumadores pasivos: En 1993 la Agencia de Protección Ambiental (EPA, Environmental Protection Agency) publicó un informe titulado “Efectos respiratorios del Fumar pasivo: Cáncer de Pulmón y otros Desórdenes”, en el que se clasificaba al humo de tabaco ambiental (ETS, Environmental Tobacco Smoke) como carcinógeno humano de categoría A. Este estudió sirvió de justificación para numerosas prohibiciones y restricciones en diversos estados. Si hasta ese momento el humo ajeno era considerado una mera molestia, los resultados del estudio llevaron a considerarlo un riesgo para la salud.

Este informe es, sin embargo, la prueba más contundente de lo que ocurre cuando los intereses políticos reemplazan a la búsqueda de la verdad. El informe fue construido de la misma manera que un abogado construye un caso: Primero se arribó a las conclusiones, y luego se intentó presentar evidencia a su favor.

En primer lugar, el estudio no se basó en el análisis de las consecuencias del ETS en lugares públicos, sino en estudios que analizaban el riesgo de contraer cáncer de pulmón en no fumadores casados con fumadores, cuyas exposiciones a humo ambiental son mucho mayores que las que enfrenta cualquier individuo en un lugar público. Sin embargo, ninguno de los estudios basados en estas muestras demostraron un significativo aumento en el riesgo de contraer cáncer. Ante esta situación, la EPA decidió dejar de lado 19 de los 30 estudios originales y luego, desafiando todos los estándares científicos, cambió el nivel de confianza de su análisis estadístico de 95 a 90%.

Además, tampoco se tomaron en cuenta los cambios en la concentración de tóxicos en los cigarrillos entre el momento de la exposición y la actualidad. A partir del reporte del Cirujano General de 1964, las compañías tabacaleras comenzaron a reducir gradualmente los niveles de nicotina y alquitrán en los cigarrillos (siendo el alquitrán el elemento más determinante en las enfermedades relacionadas con el tabaco). En 1978, los científicos Gio Batta Gori y Cornelius Lynch publicaron un estudio en el que mostraban las equivalencias entre cigarrillos de antes de los ´60 y algunos cigarrillos actuales. Descubrieron que, al medir la concentración de seis componentes tóxicos, dos cigarrillos anteriores a los ´60 eran equivalentes a, por ejemplo, 8 Lucky 100´s y 23 Carlton Menthols.

Más aún, como los estudios sobre ETS no revelaban evidencia suficiente como para relacionarlo a un aumento en el riesgo de contraer cáncer, se le pidió a la EPA poner más énfasis en estudios “activos”. La EPA debía intentar mostrar que el ETS era químicamente similar al humo que inhalan los fumadores, y luego concluir que, si fumar causa cáncer de pulmón, y el humo ambiental es similar al que se inhala al fumar, entonces el ETS causa cáncer de pulmón en no fumadores. Lamentablemente para la EPA, este estudio no produjo los resultados esperados. Estas son las palabras de Dr. Joan Daisy, una de las científicas integrantes del panel que evaluó el estudio: “Este capítulo... no demuestra a mi criterio que los dos ‑ETS y el humo inhalado al fumar‑ sean químicamente similares... Simplemente no es correcto científicamente decir que son similares”. Ante esto, toda persona sensata esperaría que el informe sea guardado en un cajón y los resultados declarados no conclusivos. Lamentablemente, esto no fue lo que ocurrió. El panel de científicos le pidió al autor del informe rescribirlo de manera tal que apoyara a las conclusiones a las que ya se había “arribado”. Los cambios son asombrosos. Citaré un ejemplo a modo de ilustración:

Original: “Comparaciones de los niveles de cotinina en fumadores y no fumadores expuestos a ETS han llevado a la estimación de que no fumadores reciben entre un 0,1 y un 0,7% de la dosis recibida por fumadores. Las dosis para agentes activos pueden ser muy diferentes (no fumadores pueden recibir entre un 10 y un 20% de la dosis de 4‑ABP que reciben los fumadores.) Sin embargo, estas estimaciones están basadas en un número de supuestos que pueden resultar ser falsos.”

Revisado: “Por ejemplo, mientras comparaciones de los niveles de cotinina en fumadores y no fumadores han llevado a la estimación de que no fumadores expuestos a ETS reciben entre 0,1 y 0,7% de la dosis que reciben los fumadores, los no fumadores expuestos a ETS reciben entre un 10 y un 20% de la dosis de 4‑ABP que inhalan los fumadores.” (Omitido: “Estas estimaciones están basadas en supuestos que pueden resultar ser falsos.”)

Estos hechos no han sido desconocidos. Cinco años después de la publicación del reporte, en 1998, el juez federal norteamericano William L. Osteen, coincidiendo con una investigación del Congreso de 1995, acusó a la EPA de haber “elegido muestras selectivamente”, excluyendo estudios que “no demostraban relación alguna entre ETS y el riesgo de contraer cáncer”, y haber “ocultado porciones significativas de sus descubrimientos y razonamientos con el objetivo de confirmar una hipótesis establecida a priori.”

El mundo de la lucha contra el tabaco es el mundo de los mitos. El número de muertes causadas por el consumo de tabaco y los efectos del humo ambiental son solo algunos de ellos. A continuación voy a hablar de algunos mitos más que se han utilizado y siguen utilizando para imponer un creciente número de restricciones e impuestos. Para una lista exhaustiva, ver “Diez mitos del movimiento antitabaco”, por Jacob Sullum, en su libro For Your Own Good”. (Wachnitz. Op.cit.)

[34] Un seguimiento de más de 100.000 personas durante casi cuarenta años no permite establecer efectos diferenciales (“The results do not support a causal relation between environmental tobacco smoke and tobacco related mortality”) para enfermedades coronarias, cáncer de pulmón o enfermedades obstructivas crónicas entre no fumadores casados con fumadores y quienes estaban casados con no fumadores. Enstrom, J. E. y Kabat, G. C. (2004). “Environmental tobacco smoke and tobacco related mortality in a prospective study of Californians, 1960-98”. British Medical Journal. BMJ 2003; 326:1057 (17 May), doi:10.1136/bmj.326.7398.1057.

[35] Según estimaciones del profesor W. Kip Viscusi, de la Escuela de Leyes de Harvard, el costo extra de salud de los fumadores es de aproximadamente 50 centavos por paquete de cigarrillos. Sin embargo, hay que tomar en cuanta que los fumadores también mueren a edad más temprana, produciendo un ahorro en pensiones y cuidados de salud correspondientes a personas de alta edad.

Computando estos factores, Viscusi llega a la conclusión de que los fumadores de hecho ahorran a “la sociedad” 32 centavos por cada paquete de cigarrillos que fuman. El impuesto promedio sobre los paquetes de cigarrillos es de 53 centavos en los Estados Unidos. (Wachnitz. Op.cit.)

[36] Moynihan, R. y Henry, D., (Eds.). (2006). A collection of articles on disease mongering. PLoS Medicine. Colección de artículos en inglés resultante de la Conferencia Inaugural sobre Promoción de Enfermedades (Inaugural Conference on Disease Mongering), Abril 2006, Newcastle (Australia).

[37] Y esto cuando casi la mitad de los ingresos en urgencias de los mayores de 65 años se deben a “reacciones adversas” a los medicamentos. Vid. Budnitz, D.S. et al. (2007). “Medication use leading to emergency department visits for adverse drug events in older adults”. Annals of Internal Medicine, 147, 755-65.

[38] En tanto que, decía Unamuno, como animal enfermo, natural y zoológicamente enfermo para el que los instintos son insuficientes, fallidos para asegurar la supervivencia. A este respecto puede recordarse también la interpretación que da Nietzsche del conocimiento como la violencia que unos instintos se hacen a otros, solución que no pudo encontrar el burro de Buridán.

[39] Si vale decir marxiano y no marxista para delimitar lo escrito en Marx de sus recepciones exotéricas (Kurz) se preferiría tal vez lacanista en lugar de lacaniano para purgar sus dichos y escritos de la dogmática de sus seguidistas.

[40] Representada en la primera publicidad televisiva de los productos antitabaco como el musculoso brazo de un señor que intenta doblegar a otro brazo, éste de ¡humo!, o una joven señora que la emprende a artísticas y marciales puñadas y patadas contra un prosopopéyico cigarrillo de tamaño humano y que tiene cara, precisamente para que se la parta. Esta fuerza viene no obstante a suplementarse por una voluntad coadyuvante en forma de parches o chicles ¡de nicotina! No en vano ese falso documental (“¿qué está pasando? Lo estás viendo”, “Así son las cosas y así se las hemos contado”, ¿recuerdan el derribo de la estatua de Sadam por las masas irakíes liberadas? Se abre plano: cuatro gatos en una plaza acordonada por las muchos más numerosas “fuerzas de la coalición”) y en realidad excelente película (vid. el excelente análisis de Ana Useros Marín: “El contraplano de Hitler”, Archipiélago, 56, 92-95) de Leni Riefenstahl en glorificación del ascenso nazi se intitula El triunfo de la voluntad.

[41] Sin embargo mientras el Occidente (el que mata o el que muere) desorientado (Bergamín) se desindustrializa, Asia hace lo contrario, de manera que podemos esperar ver la pérdida de hegemonía imperial -lo que no necesariamente nos deparará alegrías, o no sólo- que parece fuerte en lo ideológico pero precariamente asentada en lo económico (puramente monetarizada y sostenida en buena parte por la propia China y el Japón en especial) y en lo político. Con la inoperancia de su ejercito (de negros e hispanos, lo que puede rebajar en alguna medida el “efecto Vietnam” sin llegar en todo caso a contrarrestar la bajada del umbral de sensibilidad a las “pérdidas” humanas que produjo aquel “conflicto”, como clara expresión de una contradicción entre las caras biopolítica y soberana del poder) a pesar de que los gastos de su mantenimiento (que no sólo pagan los “chinos” sino también “nosotros” los europeos y de forma menos indirecta, en muchas ocasiones en forma de intervenciones “humanitarias” de los ejércitos en funciones de ONGs, a su vez cada vez más OGGs -véase Gómez Gil, C. (2004). Las ONG en la globalización. Barcelona: Icaria- pero en todo caso también Al Qaeda y la ETA son ONGs y que duda cabe que movidas por los más elevados ideales que proporcionarán la felicidad en el futuro -en la muerte, García-Calvo-) representan más de la mitad del total mundial y de que es el principal pilar industrial del país, y eso se nota en el Congreso.

[42] Hemos utilizado el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española, de Edward A. Roberts y Bárbara Pastor. Madrid: Alianza Editorial, 2001.

[43] En los desplazamientos al trabajo desde las muriendas (García-Calvo) acosadas, la ocupación del automóvil personal es inferior a 1,2 personas, mientras que en España disponemos de 0,6 coches (-¡¡- ya conocen la estadística del medio pollo) por persona (incluyendo a niños de pecho, monjitas de clausura, militares sin graduación y al propio García-Calvo). Vid. Cámara Rascón, A. (2004). “Combustibles de automoción para el siglo XXI”, Archipiélago, 61, 35-42.

[44] Pero también para el pensamiento griego el trabajo del esclavo es una necesidad, del esclavismo nace la de democracia, pero si los objetos trabajaran solos (autómaton), como las puertas del cielo, no harían falta esclavos. Ahora sin embargo somos esclavos de las máquinas, de su ritmo, de su velocidad. Velocidad que se incrementa incesantemente para que trabajemos o consumamos cada vez más deprisa, para que no tengamos tiempo, ni de fumar.

[45] Con menos cinismo y más claridad la psiquiatría nace como higiene social y después la medicina nazi desarrolla sus “expertos” en higiene racial.

[46] Tan bien definida por Lacan (con perdón, a los unos por referencia tan abstrusa y a los hotros por pronunciar el Nombre de Dios en vano) como la ausencia real de un objeto imaginario (cualquier gadget). Frente a la clínica neurótica de la culpa que encuentra Freud ahora por los gabinetes (NOTA BENE: donde está permitido fumar porque se tratan “trastornos mentales”, mientras se reprime a los fumadores, trastornados por “abuso de substancias” en los lugares públicos, como si se prohibieran los “trastornos de ansiedad y del estado de ánimo” en, digamos, los centros de trabajo, y que no se nos diga que no perjudican a terceros porque todos tenemos la experiencia de que se ponen pesadísimos) sólo se arrastra la triste y estúpida pena neurótica de la frustración, y si alguna culpa queda es la de no “ser un triunfador” (¡vivan las cadenas y viva Hollywood!).

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ÍNDICE

Materia - Compulsión

Ilusiones de humo. Sentidos y sinsentidos del consumo femenino de cigarrillos.
María Luisa Jiménez Rodrigo

Fumando espero o el tabaco es sagrado. Judit Bembibre Serrano y Lorenzo Higueras Cortés

El miedo a la musa: arte y droga en la segunda mitad del siglo XX: Andy Warhol y la Factory, Jean-Michel Basquiat, Damien Hirst. Victoria Quirosa García

La soberanía del consumidor. Antonio Martínez López

Compulsión y extremismo político. Carlos Almira Picazo

Materia - Eliade

Eliade y la antropología. José Antonio González Alcantud

Antropología y religión en el pensamiento de Mircea Eliade. Pedro Gómez García

Mito y sentido en Mircea Eliade. Una crítica fenomenológica. José Eugenio Zapardiel Arteaga

Chamanismo y psicopatología. Lorenzo Higueras Cortés

Mircea Eliade, el novelista. Constantin Sorin Catrinescu

Varia

El concepto de lo impolítico. Javier de la Higuera

Divagaciones semióticas. Mirko Lampis

Al Andalus: meta o mito de Al Qaeda. Tomás Navarro

Del inconsciente óptico al síntoma. Cine & Psicoanálisis hoy. José Luis Chacón

Un ejemplo de análisis de una obra renacentista: el motete Absalon fili mi, atribuido a Josquin des Prez. Enrique Lacárcel Bautista

Galería

Fuga. Eduardo Barba

Lecturas y relecturas

Il dissoluto punito, ossia Don Giovanni Tenorio de Ramón Carnicer. Francisco José Comino Crespo

Veinticinco años de la última poesía hispánica. Mariano Benavente Macías

La Tempestad Serena de José Gutiérrez. Mamen Cuevas

José Luis Baca Osorio. Cuatro libros en uno. Pilar Gómez Ordoñez

Literatura y traducción de Wenceslao Carlos Lozano. PGO