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EGM.
septiembre 2012 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 11, septiembre 2012.

Sobre los faros de José Carlos Rosales

Enrique Nogueras Valdivieso

 

Resumen. Libro de faros es el título de uno de los últimos trabajos del poeta José Carlos Rosales (Granada, 1952). Aunque se trata de una selección de poemas, la temática de los cuales está relacionada con los faros, estamos también ante una de creación con la que el autor ha querido construir un libro de poemas con obras de otros pero con una estructura e intención de la que es el único responsable. En efecto, Rosales no ha tenido la intención de ofrecer un canón de ningún tipo, sino establecer, por muy notables que sean todos los poemas incluidos, un itinerario cohesionado y en concordancia con el resto de su obra lírica o ensayística.

Palabras clave: poesía española actual, José Carlos Rosales

Rezumé. Libro de faros est le titre d’un des derniers travaux du poète José Carlos Rosales (Grenade, 1952). Bien qu’il s’agit d’une sélection de poèmes dont la thématique est en rapport avec les phares, nous sommes aussi devant une oeuvre de création où l’auteur a voulu rédiger un livre de poèmes avec des poèmes d’autres auteurs mais avec une structure et intention dont il est le seul responsable. En effet, Rosales n’a pas eu l’intention d’y offrir aucun canon, mais la volonté d’établir, bien que tous les poèmes inclus soient très notables, un itinéraire cohésioné et en concordance avec le reste de son oeuvre lyrique et d’essai.

Mots-cléf: poésie contemporaine espagnole. José Carlos Rosales

Un libro de faros (generalmente denominados Libro de Faros y Señales) en uno que recoge las pautas de identificación de los distintos faros que jalonan las costas de un territorio. En España, su redacción y edición compete al Ministerio de Fomento, y en concreto a la Comisión de Faros, organismo autónomo de aquél dependiente. Libro de faros es el título que, muy característicamente, ha dado José Carlos Rosales a uno de sus últimos trabajos [1]. El título, ya lo digo, me parece muy del estilo de otros de su autor: de una sencillez tan exquisita, que en su literalidad misma provoca la reticencia o el equívoco. Entre la sinécdoque y/o la metonimia, este título es el de un libro sobre faros tanto como un libro de (los) faros y un libro sobre las señales que éstos han dejado en —y nos hacen desde—, la(s costas de nuestra) poesía. No todos los faros, desde luego; éstos, los faros poéticos por así decirlo, han sido tantos que siempre se ha de echar alguno de menos [2], pero, qué duda cabe, si no están todos lo que son, sí son todos los que recoge esta magnifica y tipográficamente primorosa (y yo diría supuesta) antología [3], a la que quizás sería preferible referirse simplemente como colectánea, puesto que la composición de este libro escapa a casi todos los rasgos que solemos asociar a la palabra antología, y a toda pretensión pragmática o canónica en una selección cuya arbitrariedad radical queda casi explícitamente proclamada… Treinta de los más importantes faros de la poesía escrita en castellano, de Lope de Vega a como quien dice hoy mismo, nos envían desde este libro sus luminosas y salvíficas señales, o sea, los signos lingüísticos que constituyen los poemas. Una de las funciones de la poesía es, me parece que nadie lo discute, salvarnos del horror del mundo (pero también de su terrible hermosura). Y en esto viene la poesía a coincidir con la misión de los faros, que es salvar a marineros o navegantes, y navegación según un topos antiquísimo es la vida, así que la misión de faro y farero tiene mucho que ver con la de poesía y poeta. De suerte que faros y poesía han ido naturalmente de la mano desde antiguo. Cierta vocación marítima, por otra parte, le viene a Rosales como es sabido desde temprano: no faltan, desde luego ni el mar ni naves, barcos y marineros (o buzos) en sus libros, empezando por el título del primero, y donde nos topamos con versos tan (in)equívoca y sugerentemente marinos (o marítimos) como estos: «Los restos de un naufragio sobre la costa dejan / aromas y sabores que rebosan desidia» [4] o «Pasajero en un buque sin enseña / que rebusca en las jarcias y escudriña…» [5], cuya poderosa deriva semántica surge con fuerza de su inmediata y sorprendente literalidad. Con la sola excepción de El precio de los días, su segundo libro, sucede lo mismo en todos los siguientes, en todos ellos encontramos alguna alusión al mar, los barcos, los marinos o la navegación. Incluso en La nieve blanca, podemos leer al comienzo de uno de sus poemas: «De espaldas / mirando al mar / y sin salir de casa» [6]. También, por supuesto, en El horizonte, en el poema titulado «Marinería» o estos dos versos iniciales de «Blues del horizonte»: «Molesto con que solo vengan malas noticias / te has parado en la orilla de una playa sin nombre» [7]. En su penúltimo libro, un soberbio poema se hace eco de esta imaginería:

Todas las naves cruzan derrotadas el reino
destruido que ahora un desierto parece
arena tan menuda que penetra en los ojos
cerrados, dunas ciegas mudándose de sitio.Todas las naves cruzan el mar de la desdicha
buscando otro silencio, otro reino vacío.

Y extinguidas las luces de los puertos del mundo
solo la roca ofrece sus perfiles más nítidos
solo la muerte ocupa un lugar en el mapa [8].

Lo cito entero, porque además probablemente es el único dónde podemos de algún modo sobreentender la presencia implícita de un faro entre las extintas luces de los puertos, o al menos evocarlo ante su apagamiento [9].

Porque quizás lo que faltaba, lo que efectivamente nunca había aparecido en los libros de José Carlos Rosales, eran los faros. A decir verdad, sensu stricto e incluso con esta discutible excepción, no hay ninguno en sus cinco libros de poesía. Ni siquiera en El horizonte encontramos una sola vez la palabra faro, pese a que es en el horizonte donde suelen aparecer los faros y hasta donde solemos buscarlos. Por eso pienso que es posible que con este libro haya querido el poeta granadino suplir o remediar esa carencia o, mejor dicho y más probablemente, explicarnos esta ausencia. Así este libro guarda o establece una específica relación con su propia obra poética, más allá de ser una antología temática (que no canónica ni paradigmática [10]) sobre una metáfora concreta o una colección de poemas que son especialmente gratos al autor, lo que ya de por sí sería explicativo. Desde luego no es un trabajo académico, en el sentido esotérico que puede darse al término, como tampoco lo es el extenso ensayo que acompaña al libro ni lo son, en general, los escritos críticos de José Carlos Rosales.

Acompaña en efecto al libro propiamente dicho un cuidado suplemento o separata donde explica el responsable de la selección los criterios, o mejor los designios, pues de designios se trata, que lo mueven y la conforman. Con la exquisita y ajustada prosa que lo caracteriza, Rosales arranca de la evocación de los primeros navegantes, y del antiguo topos de la vida como navegación, aclara después el objetivo del libro, y pasa a glosar con cierto detenimiento el conjunto de los poemas que lo forman, lo que a su vez le permite ofrecernos una entretenida clase de literatura sobre la poesía contemporánea, articulada a partir de una determinada evolución de la metáfora del faro, y los temas que se le vinculan de la soledad o la posición del poeta en eso que se llama la modernidad que ahora termina, como terminan los faros, según el autor señala al final de su presentación con certera melancolía, víctimas de la automatización y aún más del GPS. Esta descripción no está separada de algunas ajustadas tomas de posición expresamente poéticas, conforme a la intención manifiesta de concebir el trabajo más como una obra de creación que como obra de divulgación o crítica:

… la figura del faro nos podría llevar muy lejos, y de su mano se podría recorrer la mayor parte de la poesía occidental de los últimos cien años […]

De ahí que nuestra selección de poemas no procure ser exhaustiva, como tampoco alberga un propósito de objetividad. Solamente se intenta rastrear un itinerario poético: el que va de la razón confiada a la razón demolida, del progreso posible al progreso dudoso, y de un mundo para todos a las luces pequeñas de una casa privada. De alguna manera con este trabajo he pretendido escribir un libro de poemas, un libro de poemas escrito con poemas de otros [11].

Un libro de poemas con poemas de otros que tiene también, me parece, algo de ensayo y algo (o quizás mucho) de propuesta y hasta de poética.

Esta manifiesta y declarada intención de escribir un libro propio con poemas ajenos exime al autor de las supuestas obligaciones del antólogo y aleja esta selección, como ya se ha dicho, de la antología propiamente dicha, a pesar de las modificaciones que ha ido experimentado este género, sobre el que existe ya una abundante tradición crítica que no ha dejado de señalar sus oscilaciones y su variada tipología [12]. Y esta intención lo acerca a una obra estrictamente creativa y esto en un doble sentido: el ensayo crítico que acompaña el texto (o del que el texto es una ilustración) se podría alinear con los contenidos en la selección de escritos que con el título Los secretos se escriben [13] vio la luz en 2008. Se trata de una colección de ejercicios de crítica literaria, pero de clara vocación ensayística y muy poco académicos que, por otra parte, presenta una coherencia considerable con la producción poética del autor, o para ser más exactos con el ciclo que dentro de ella va a mi juicio desde El buzo incorregible hasta El desierto, la arena. Ciclo que, anotémoslo de paso, es posible leer como crónicas o diarios de viaje…, solo que se trata de viajes a través de un mundo donde «la pasión de viajar se ha perdido» [14]. Por otra parte, esta colección de poemas y versos ajenos es congruente con los poemas propios del autor que integran este ciclo, en su dimensión ilustrada, pero naturalmente no de forma aislada, no de uno en uno (aunque algunos, sobre todo entre los últimos sí lo sean, como por ejemplo el de Tomé Cabrera), sino más bien como conjunto que articula un decurso y cobra así un sentido que constituye, en cierto modo, una suerte de correlato objetivo, externo y dialogante que trazara el camino, la deriva que la cultura occidental ha recorrido hasta un mundo sin faros donde cobran pleno sentido, simplemente porque es donde se instalan, donde suceden, los propios versos del supuesto antólogo. De alguna manera, sin perder su propia naturaleza, cada uno de los poemas que integran la colección adquiere una nueva dimensión específica en función de lugar (que es también un lugar cronológico y, por ende, un momento en una narración) donde se coloca y de las interacciones que inevitablemente establece con el conjunto.

De esta forma, en el segundo poema del libro el Duque de Rivas proclama, dirigiéndose al faro de Malta:

Así de la razón arde la antorcha,
en medio del furor de las pasiones
o de aleves halagos de fortuna
a los ojos del alma [15].

Los últimos poemas del libro tienen un muy otro tono que, curiosamente y salvando las distancias de lengua y estilo, podría enlazar con el primero, de Lope de Vega, cuando escribe:

Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yacen por el suelo derribados… [16]

¿Será porque Lope escribe antes de que la razón ilustrada iniciase su periplo? ¿Será que al final del viaje de ésta volvemos a estar un poco o en cierto modo como antes del principio? Quizás ésta sea la razón de que el poema del sevillano haya sido escogido para abrir la colección aunque en él no aparezca la palabra faro.

Es precisamente esta libertad selectiva, esta arbitrariedad confesada y exhibida en función de un designio específico la que devalúa, a priori, cualquier crítica a la selección: no caben ausencias ni inclusiones injustas (cosa esta última que a mi juicio por otra parte no hay) y es esta misma voluntad —que es la de creación de una obra propia con poemas ajenos— la que justifica algunas inclusiones sorprendentes, desde el punto de vista estricto de la temática del faro, incluso desde el punto de vista limitado que el autor se impone como itinerario, porque este mismo itinerario es también una específica apuesta y decisión creadora del autor. La inclusión de los poemas de Lope de Vega y, sobre todo, de Joan Margarit [17], ninguno de los cuales contiene la palabra faro es, no sólo una decisión libérrima del autor, sino el mecanismo concreto con que esa libertad construye el itinerario que se procura, el desarrollo gradual donde articula el sentido y la estructura de esta colección de poemas, al par y más allá de su sucesión cronológica. El poema del enigmático Tomé Cabré, antepenúltimo de la colección, confirma rotundamente la pérdida de función o la inutilidad de la función del faro:

Gira la luz, el faro gira siempre
no se detiene, gira y, mudo, mira
cómo nadie lo mira […]
Nadie lo necesita, se apagó [17b]

No es gratuito que la colección se cierre con un hermoso poema de autor tan joven, y a día de hoy todavía no muy conocido, como Javier Vela. Para no hacer demasiado extensa esta nota, citaré solo unos versos de este último poema, el final de esta especie de viaje o crónica, sin detenerme en las etapas intermedias:

Era un ojo de luz desde lo lejos
cerrados ya los párpados y la mirada abierta
hacia lo hondo, y era
de tan clara belleza
que quise yo también ser extranjero, hallarme
solo y en extravío y no sabiendo
si aquello era la muerte, que brillaba [18].

Esta sensibilidad está claramente en consonancia con la de quien se dispone a recorrer el desierto, o simplemente a bucear sin detenerse.

Es decir, me parece que es como si Rosales hubiera querido ofrecernos una especie de prolegómenos poéticos de su obra y de su poética. Una poética que él ha definido como temporal [19] y que Mariano Maresca ha calificado certeramente de ilustrada [20]. Y este libro que trata de faros trata además, por eso fundamental pero no exclusivamente, de las peripecias de la razón ilustrada en los últimos doscientos años, encarnada metafóricamente en la figura del faro. Fundamental pero no exclusivamente, pues algunos poemas sirven de contrapunto y matiz a esta orientación dominante [21].

Por lo demás Rosales ha construido este libro muy cuidadosamente: el cuidado es, recordémoslo, una característica de su obra. Aunque la selección, como ya se ha insinuado antes, es sin duda personalísima, de manera muy esmerada el autor ha incluido un número inhabitual de escritores hispanoamericanos y ha equilibrado las voces de hombres y mujeres con una justa corrección poética (que no solo política) que no suele ser frecuente, incluyendo alguna casi completamente desconocida (María Ángeles Pérez Rubio). Autores canonizados desde antiguo y autores en proceso (presumible) de canonización se combinan pues libérrimamente en este libro que se inicia, ya lo hemos dicho, con Lope de Vega, nacido en 1562, sigue con el Duque de Rivas, nacido en siglo XVIII por muy poco, y recoge cuatro poemas de autores decimonónicos (Mercedes Matamoros, Julián del Casal, Juana Borrero, Regino Boto, todos ellos cubanos por cierto); entra en el siglo XX con poemas de Juan Ramón Jiménez, Mariano Brull, Rubén Martinez Villena, Emilio Prados, Luis Cernuda (no podía faltar su imprescindible «Soliloquio del farero», el autor antólogo ha declarado repetidamente su devoción por el poeta sevillano), Pablo Neruda y Manuel Altolaguirre. El elenco de los vivos lo iniciaba el por desgracia recientemente fallecido (en noviembre de 2011) Tomas Segovia —de quien, como de Juan Ramón Jiménez, se incluyen dos poemas— y lo continúan, avanzando ya hacia la juventud y el siglo XXI, Dionisia García, María Victoria Atencia, Francisco Brines, la mexicana Thelma Nava, Joan Margarit, Cristina Peri-Rossi, Jenaro Talens, Reina María Rodríguez, María Ángeles Pérez Rubio, Aurora Luque, Tomé Cabrera, Andrés Newman y Tomás Vela. Este mapa de Faros dibuja una topografía específica de selecciones y preferencias que construye un recorrido por una deseada geografía lírica de los faros hispánicos y una propuesta de lectura de su historia y la historia de su poesía, una propuesta poética, en fin, con poemas de otros que, juntamente con la introducción (donde aparte de consideraciones generales los comenta uno a uno), viene también a ser una suerte de ensayo compuesto con poemas, pero también, y sobre todo, un hermosísimo libro de poemas ajenos, valga la expresión. Antología o mejor colectánea, he escrito antes, pero también, insisto, y acaso en más de un sentido, obra de creación; materialización pues de una posibilidad sobre la que han insistido estudiosos de la Antología como Alberto Mangel [22] y ya hace décadas el siempre citado y gran humanista mejicano Alfonso Reyes [23]. Un libro de poemas ajenos que esclarece también, y mucho, los propios. Y escrito, como de faros que es, para guía e iluminación de quienes se le acerquen y que, por supuesto, es también, una suerte de «poética para aviso de navegantes».

Referencias bibliográficas

MANGUEL, Alberto, «Dulces son los usos de la antología» Quimera, 120 (1993), 34-40.

Discurso pronunciado por el Ilmo. Sr. D. José Carlos Rosales en su recepción publica y contestación del Ilmo. Sr. D. Andrés Soria Olmedo. Academia de Buenas Letras, Granada, MMIII.

PALENQUE, Marta, «Las antologías: cumbres y abismos y el canon», Ínsula, 721-722 (2007).

ROSALES, José Carlos, El buzo incorregible, Granada, Maillot amarillo, 1996 [1ª edición: Granada, Corimbo, 1988].

  • El precio de los días, Sevilla, Renacimiento, 1991.
  • La nieve blanca, Valencia, Pre-textos, 1995.
  • El horizonte, Madrid, Huerga &Fierro, 2003.
  • El desierto, la arena, Sevilla, Fundación Lara, 2006.
  • Los secretos se escriben, Granada, Alhulia, 2008.
  • Dos movimientos, Málaga, Antigua Imprenta Sur [Centro de estudios de la Generación del 27], 2009.
  • Poemas a Milena, Valencia, Pre-textos, 2011.
  • Antología poética de la Alhambra, Sevilla, Fundación Lara, 2011.

REYES, Alfonso, «Teoría de la Antología», en La experiencia literaria [1942], México, FCE, 1983, 125-9.

RUIZ CASANOVA, José Francisco, Antólogos. Poética de la antología poética, Madrid, Cátedra, 2007.

SÁNCHEZ PACHECO, Bianca Estela, «Libro de faros», Cuadernos Hispanoamericanos, 707 (Mayo 2009), 151-2.

VERA MÉNDEZ, Juan Domingo, «Sobre la forma antológica y el canon», Espéculo. Revista de estudios literarios, 30 (2005).

Notas

[1] Rosales, José Carlos, (edición y prólogo de), Libro de faros, Málaga, Puerta del Mar, MMVIII. Escrita varios meses después de su aparición, esta nota no toma en consideración ninguno de los textos publicados con posterioridad, tales como Poemas a Milena o Antología poética de la Alhambra, aparecidos ambos en 2011, así como alguna plaquette del mayor interés (Dos movimientos) aparecida en 2009. A mi juicio, como espero explicar en otro lugar y aquí más adelante se insinúa, los libros que van desde El buzo incorregible, cuya primera edición es de 1988, a El desierto la arena, que vio la luz en 2006, constituyen todos un bloque o itinerario coherente, aunque no necesariamente concluso, al que legítima y dialécticamente se puede añadir y oponer este Libro de Faros. Una reseña del cual apareció, por cierto, en el número 707 (mayo 2009) de Cuadernos hispanoamericanos, firmada por Bianca Estela Sánchez Pacheco.

[2] Aunque no hace demasiado y en esta misma revista echaba yo de menos uno, pienso ahora que la omisión es coherente con los designios del autor, ya que sensu stricto, estamos muy lejos de hallarnos frente a una simple antología (al menos en el sentido más evidente y convencional del término), según insistiré más abajo. Pero sobre todo pienso ahora que la omisión o selección de los poemas (ése como otro cualquiera que se pudiese echar de menos) no requiere justificación, en cuanto acto libérrimo y creador del autor antólogo.

[3] Más que primorosa, o además de primorosa, me atrevería a escribir sabrosa, como todos los libros de esa colección, y en general todos los que salen de la misma imprenta. Ni siquiera le falta el encanto de las erratas.

[4] El buzo incorregible, 37. Las referencias completas de las obras de Rosales las doy en la bibliografía. El buzo… se cita por su segunda edición (Granada, 1996).

[5] El buzo incorregible, 52.

[6] La nieve blanca, 18

[7] El horizonte, 55.

[8] El desierto, la arena, 43.

[9] Retrospectivamente, y por así decirlo a posteriori, una vez aparecido este Libro de faros, quizás podamos percibir, aunque más indirecta, la borrosa sugerencia de una marina con faro, en el poema “De tiempo (I)” de La nieve blanca.

[10] Cfr. por ejemplo, María Palenque, «Las antologías: cumbres y abismos y el canon», Insula, 721-22 (2007) y Juan Domingo Vera Méndez, «Sobre la forma Antología y el canon», Espéculo. Revista de Estudios literarios, 30 (2005), sobre estas problemáticas en relación con el género antológico, así como la bibliografía citada más abajo.

[11] Separata. Libro de faros, 7.

[12] Es obligatorio recordar el siempre citado escrito de Alfonso Reyes que se menciona más abajo; y ahora los exhaustivos trabajos de José Francisco Ruiz Casanova, especialmente su Antólogos. Poética de la antología poética, Madrid, Cátedra, 2007.

[13] Granada, Alhulia (Colección “Mirto Academia”, nº 29).

[14] El buzo…, 34.

[15] Libro de faros, 10.

[16] Libro de faros, 7.

[17] A mi juicio la inclusión de Margarit es una las claves en la construcción del libro, ya que la selección es completamente arbitraria, una elección creadora que libera al antólogo de sus responsabilidades en cuanto tal como autor. El poema, por otra parte excelente como la mayoría de los del autor catalán, se ofrece en castellano, pero el texto original se incluye en una nota de la Separata de presentación, donde además leemos la explicación siguiente:

podemos ver un nuevo y peculiar tratamiento de las luces de un faro a través de la ampliación metonímica de las luces de un puerto […] Los asuntos públicos han sido sustituidos por los asuntos publicitarios y, así, si hay algún lugar donde aquel lema de las inquietudes más nobles de la Ilustración —libertad, igualdad, fraternidad— pueda hacerse realidad, ése es el ámbito de la vida privada o doméstica (Separata, 26).

La versión española es del propio Margarit.

[17b] Libro de faros, 66.

[18] Libro de faros, 68.

[19] Véase su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada (y la pertinente respuesta o recepción de Andrés Soria Ortega).

[20] Argumentos Morales, Granada, Diente de Oro, 2004.

[21] Así lo expresa el propio autor en la introducción. Vale la pena señalar que las notas de la separata no dejan de dar cumplida y erudita información sobre otros usos de la imagen del faro (i. e., el uso religioso en la poesía mariológica) de los que incluso se incluye algún ejemplo.

[22] «Dulces son los usos de la antología», Quimera, 120 (1993), 34-40.

[23] «Teoría de la Antología», en La experiencia literaria [1942], México, FCE, 1983, 125-129.

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