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EGM.
septiembre 2015 /
Publicación semestral. ISSN:1988-3927. Número 17, septiembre 2015.

José Julio, velando

 

Enrique Nogueras Valdivieso [*] [**]

En su introducción-presentación de Vigilia habla Juan Carlos Abril de libros que nos cambian la vida. No sé cuántos me la han cambiado a mí, pero estoy convencido de que mi vida habría sido muy diferente sin muchos. La han conformado, digamos, la han jalonado. Sin ellos habría sido muy otra, y no necesariamente peor, pero diferente porque yo (si es que yo existo y soy algo más que un pronombre) habría sido también diferente. ¿Encontramos los libros o más bien los libros nos encuentran? Pro captu lectoris habent sua fata libelli…

Gracias a Juan Carlos Abril a mí me encontró, en un momento muy especial de mi vida, Los que devuelve el mar, allá por el año 2005: fue una revelación, una revelación que aún no ha terminado, tanto que reconozco sin empacho alguno que Los que devuelve el mar está en la base de un libro mío que debía haber aparecido hace dos años pero sigue en imprenta. En ese libro, dicho sea de paso, comparte la dedicatoria, (¿es casualidad?) con Rafa Juárez, Juan Carlos Abril y otro amigo muy querido que no está presente… A Los que devuelve el mar siguieron todos sus demás libros [1]. No paré hasta conseguir los anteriores (el más difícil fue Las canciones del alba) y por supuesto he recibido de él todos los posteriores: tengo las dos ediciones de Las canciones del alba y José Julio Cabanillas es uno de los pocos autores que regalo y casi impongo a las personas que de verdad me importan, conocidas antiguas o recientes, da igual, aquí, en Rumanía, en Portugal, en Francia…Sobre José Julio (quiero decir sobre su poesía) he escrito varias veces. Sobre Los que devuelve el mar en El maquinista de la Generación, sobre La luna y el sol, en Paraíso, sobre Palabras de demora, cuando su segunda edición, en El Genio Maligno. A medias quedó, interrumpido por mi primer viaje a Rumanía, un artículo sobre sus Cuatro estaciones que algún día espero terminar. Estoy convencido, y así lo he escrito, de que la poesía de José Julio, sin discutir la autonomía de sus distintos libros, tiende a constituir un mundo, un microcosmos poético eminentemente personal y definido, en que sus libros y sus versos, el niño y el viejo, el hijo y el padre, o personajes como las bordadoras doña Anita y Pilar que recurrentemente los protagonizan remiten y se glosan unos a otros, y sobre todo a sí mismos metamorfoseados en múltiples advocaciones como si dijéramos, sosteniendo un dialogo intertextual sorprendente y riquísimo pero cuyo principal protagonista es su propia obra, incluidos naturalmente Benzela y La luna y el sol. No voy a insistir aquí en la intensidad, belleza y honradez de esta ajustadísima poesía… en la pulcritud de su dicción, en la poderosa fuerza de sus monólogos dramáticos: mis compañeros de mesa lo harán o ya lo han hecho mucho mejor que yo y ahí está la excelente introducción que ha escrito de Juan Carlos Abril para este libro si falta hiciese… Pero sí quiero, casi para terminar, reivindicar la dimensión explícitamente religiosa de su poesía, o esos monólogos dramáticos de tema evangélico que son de lo mejor que he leído en muchos años. Esa fe (y por tanto esa esperanza y esa caritas) que no comparto y acaso envidio pero que siento con tanta intensidad cuando los leo: algo que no (me) sucede sino con los más grandes, esos que nos cambian la identidad cuando leemos, o al menos mientras leemos, como, hablando de poesía religiosa y en mi caso, Ramon Llull y San Juan de la Cruz o Novalis. Y no es adulación, así lo sentí al leerlos por primera vez, así lo siento cuando los releo.Termino felicitando a Juan Carlos Abril por esta antología y por el título tan acertado que lleva el libro. Porque Vigilia no es el título solo de un poema espléndido, vigilia, o la vigilia, es la actitud que más conviene a la poesía de José Julio Cabanillas. Me atrevería a decir que en las once acepciones que da el DRAE al término, aunque probablemente sobren algunas… (las tres últimas por lo menos) él, o si prefieren ese que llamaríamos su yo poético, vela siempre (y velando vigila en su vigilia, si me permiten la paronomasia); se diría que insomne vela sobre el pasado y el presente y el futuro, sobre el niño y el hombre que son y no son el mismo, sobre el padre y el hijo, sobre Benzelá y el piso de la calle Molinos, sobre el mar y la costa, en suma, sobre la vida y la muerte, sobre el pasado, el olvido y la resurrección, sobre la trascendencia y lo contingente. Hay muchas vigilias en esta poesía de noches en vela y de vísperas. No sabría qué pasajes citar de tantos como citaría y así prefiero no citar ninguno. O sí, a título de ejemplo, este fragmento de la «Elegía central» de Palabras de demora, una de las mejores de la lírica española contemporánea, creo, que tiene también algo de vigilia, como tantos poemas de José Julio: «yo te he estado buscando a través de la noche/ tú oscura, transterrada, extraña como un golpe/ de sangre que se oyera con la sien cuando pasa./ Han llamado a la puerta y han abierto y te buscan./ Latidos. Unos pasos. Os marcháis en silencio./ Ya no podrás decirme cuanto duró tu muerte/ te ha cobrado la muerte/ eres ya tu ganancia».Muchas gracias.Granada, mayo 2013.

Notas

[*] Palabras pronunciadas con ocasión de la presentación del libro en la sala Zaida durante la XXXIII Feria del libro de Granada.[**] Universidad de Granada

Contacto con el autor: enoval@ugr.es

[1] Obras de José Julio Cabanillas (las referencias siguen el orden en que los libros aparecen en el texto):

Vigilia, edición de Juan Carlos Abril, Sevilla, Renacimiento, 2014.

Los que devuelve el mar, Valencia, Pre-Textos, 2005.

Las canciones del alba, Sevilla, Renacimiento, 1990.

Palabras de demora, Sevilla, Renacimiento, 1994; 2ª edición, Sevilla, Hipálage, 2010.

Benzelá, Sevilla, Pe-Textos, 1998.

La luna y el sol, Sevilla, Numenor, 2010.

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