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EGM.
marzo 2016 /
Publicación semestral. ISSN:1988-3927. Número 18, marzo 2016.

El agua como elemento de conflicto: el caso palestino-israelí

Una mirada hacia otra dimensión
Jorge Jiménez Díaz

Jorge Jiménez Díaz1

 

Resumen. Históricamente el reparto hídrico en Oriente Próximo ha ocasionado fuertes tensiones, e incluso guerras. En el caso del conflicto por el agua entre Israel y Palestina, la distribución hídrica tiene como protagonista directo la política hidrológica de Israel desde 1967, basada en una división injusta del caudal compartido entre ambos. Este artículo analiza la escasez de agua desde varias perspectivas: los antecedentes históricos, los patrones de consumo de los palestinos en comparación con la de los israelíes y el papel de la comunidad internacional como protagonista secundario del conflicto. La realidad de los territorios palestinos ocupados es un claro ejemplo de inequidad de acceso, propiciada no solo por su situación climática sino por la consecución de una discriminación hídrica.

Palabras clave: conflicto palestino-israelí, recursos hídricos, políticas hídricas, reparto de agua

Abstract. Historically the distribution of water resources in the Middle East has led to strong tensions in the region, even to the point of war. In the case of the water conflict between Israel and Palestine, the distribution of water is directly related to Israel’s policies since 1967, which are based on an unfair division of resources between Israel and Palestine. This article discusses water shortages from various perspectives: the historical background, the patterns of water consumption of the Palestinians in comparison with that of the Israelis, and the role of the international community as a secondary actor in the conflict. The lack of water in Israeli-occupied Palestinian territories is a reality resulting not simply from its climate but also from achievement of water discrimination.

Keywords: Israeli-Palestinian conflict, water resources, water policy, water-sharing

 

Introducción

El conflicto israelí-palestino es uno de los más complejos en el escenario mundial y una de las principales causas de inestabilidad en Oriente Próximo. En general la mayoría de expertos en este tipo de conflictos y el propio discurso sobre la política hídrica en Oriente Próximo sostienen que la escasez de agua ha sido uno de los factores clave en el proceso de negociación para la paz en la zona. Tanto pesimistas como optimistas tienden a asumir que el agua ha tenido y pronto tendrá más implicaciones geopolíticas, aun no otorgando en ocasiones demasiada importancia a la geohídrica (Fontana, 2011:115-20).

La escasez de agua ha sido un freno para la consolidación de la seguridad en la región; prácticamente la totalidad del agua dulce de Israel proviene de dos fuentes, las aguas superficiales del río Jordán y los acuíferos ubicados en Cisjordania. Estos recursos hídricos históricamente han sido la punta de lanza del proyecto sionista desde que apareció la idea de la creación del Estado de Israel en Palestina, identificando el agua como el factor crucial para la integración efectiva de la población judía en la región, en lo que sería el citado Estado de Israel. 

Por todo ello es fácil plantearse diferentes interrogantes: ¿qué políticas se han llevado a cabo en la región referentes al reparto de los recursos hídricos por parte de Israel?, ¿qué papel ha jugado el agua en el mantenimiento o agravamiento de este conflicto?, ¿qué otros factores han tenido influencia en el proceso histórico y cuáles contribuyen de manera decisiva a la situación actual?, ¿qué medidas ha articulado la comunidad internacional para resolverlo?

De esta manera y para intentar darles respuesta, el artículo centra el análisis del conflicto desde una perspectiva hídrica, otorgando un papel central al consumo y asignación de cuotas de agua tanto subterráneas como superficiales llevados a cabo por Israel. 

Inicialmente abordará el contexto histórico de la región y el propio proceso que ha conducido a la situación actual. Localizando los primeros intentos de negociación en torno al agua, en los que aparecen protagonistas internacionales que aspirarán a buscar el consenso. Por lo general los agentes exteriores en las negociaciones han actuado desde un prisma de intereses propios, en pocas ocasiones se ha llegado a un planteamiento que satisfaga a todas las partes.

Posteriormente intentará aproximarse a la situación actual de Gaza y Cisjordania, acometiendo la búsqueda de los detonantes del problema de acceso que sufren la población en Palestina. Se postula que, más allá de una falta de recursos hídricos, el problema radicaría en una inequidad en el reparto del agua.

Por último centra el análisis en la actuación de la comunidad internacional en la negociación. La llegada de la paz a la zona exige la intervención de organismos transnacionales que converjan en la aspiración a un reequilibrio del uso del agua, a una reorientación de la cooperación estratégica en torno a los recursos hídricos.

Se hipotetiza asimismo que sin un reparto equitativo en la zona, el conflicto más allá de alcanzar probabilidades de éxito en su desenlace, se enquistará en el tiempo. No obstante, la solución habría de centrarse no sólo en el justo reparto del agua en los territorios palestinos (TPO), también pasaría por una mayor cooperación y gestión compartida de los recursos existentes en la zona por parte de los países pertenecientes a esta área geográfica: Israel, Palestina, Líbano, Jordania y Siria.

 

Agua: una mirada a la historia del conflicto árabe-israelí

Para poder comprender el conflicto es necesario adentrase en la historia hídrica de la región estableciendo cronológicamente sus raíces, en un inicio con el análisis de las relaciones entre Israel y sus vecinos, acabando en el propio proceso histórico israelí-palestino.

La composición física de la región se caracteriza por la aridez y escasez de recursos hídricos (ver figura 1). A lo largo de su historia, la región ha sufrido una evolución donde se pueden observar claramente las políticas hidrológicas israelíes como elemento de reorientación del curso natural del agua, siendo éstas foco de conflicto.

 

Figura 1. Mapa del rio Jordán (Koek, 2013:23)

 

El agua, al contrario que otros recursos como el petróleo, no suele encontrarse dentro de las fronteras establecidas; las cuencas hidrográficas tienden a englobar a varios países, como ocurre en este caso, dependiendo el abastecimiento de la población de la buena cooperación transfronteriza.

Si intentamos buscar la chispa detonante que nos conduce a la comprensión del conflicto en su dimensión hídrica, o al menos a la formación del mismo, podríamos situarnos en la creación del Estado de Israel en 1948. La concepción del Estado Judío estaba fuertemente ligada al control del agua; desde el punto de vista ideológico, para el sionismo la conquista de la tierra la convertiría en un factor cardinal para la propia expansión del pueblo judío acogido en Israel. La propiedad del agua estaba dirigida paralelamente hacia la de la propiedad del suelo; dentro de esta estrategia, la «judaización» del territorio junto con la agricultura partirían como las bases del nuevo Estado.

Alatout incide en que la idea inicial de los sionistas era la de un discurso en relación al agua dominado por la abundancia de la misma, indicando que lo único que faltaba en la zona era tecnología, hecho que cambió radicalmente hacia el centrado en la escasez de la misma, en la que estimaban que los recursos renovables que habían cifrado en 1950, cambiarían de 2800 a 1850 metros cúbicos anuales en 1957 (2007 citado en Trottier 2008:151).

Detrás de toda esta estrategia se encontraba la propia localización de los recursos hídricos. El Jordán tiene su nacimiento fuera de las fronteras de Israel, nace en Líbano y Siria. Debido a su trazado anterior a la creación del Estado de Israel, hubo directrices por parte del sionismo para delimitar las fronteras de Siria, Líbano y Palestina teniendo muy en cuenta los límites septentrionales de esta última, establecidas en la Conferencia sobre Palestina en 1897. 

El sionismo pretendía anexionar la línea divisoria marcada por el río Litaní al sur del Líbano y en 1916 se envió una petición formal al gobierno británico, desencadenando con esta presión el acuerdo Sykes-Picot que incluiría el lago Hula, las cabeceras del río Jordán y la mitad del lago Tiberíades en los límites septentrionales de Palestina. Aún así, las demandas hídricas no fueron colmadas, de manera que gracias a nuevas presiones del movimiento sionista pronto aparecieron mayores pretensiones de reconocimiento de territorio ligadas a los recursos hidrológicos más importantes en la región. Con la Declaración de Balfour, Israel anexionó el Jordán, Yarmuk y Litaní al territorio palestino, con la mirada puesta en los futuros asentamientos (Ayman, 2011:13).

Todas estas maniobras iban dirigidas «inconscientemente» hacia la imposición del statu quo en la región. La fuerza ejercida y las estrategias iniciadas hasta la creación del Estado de Israel detonaron en una serie de actuaciones que promovían el proceso colonizador sionista de Palestina e iniciaban un proyecto de expansión del pueblo judío con la construcción del acueducto nacional.

Esta política provocó recelos en los países pertenecientes a la cuenca del Jordán especialmente aquellos que se veían más afectados por la reducción de caudal. Unido todo ello a una escalada bélica en las zonas transfronterizas y al inicio en Siria del desvío de las aguas del rio Hasbaya, provocó un contexto de tensión que desembocaría en la ocupación de espacios de vital importancia en la localización de recursos hídricos (Izquierdo, 1995:135).

Israel con sus fuerzas armadas atacaría Jordania, Siria y Egipto, conquistando territorios como los Altos del Golán, Jerusalén Este, Cisjordania, la Franja de Gaza y la Península del Sinaí. Justificando estos ataques en legítima defensa tras observar la concentración del ejército egipcio en su frontera septentrional.

Si bien el agua para algunos autores no fue la chispa detonante de la que se conoció como la Guerra de los Seis Días, sí fue utilizada por el Estado de Israel como oportunidad para hacerse con los objetivos cardinales para el control de los recursos hídricos en su beneficio. En este sentido Ewan Anderson afirmaba que: «la orilla occidental se ha convertido en una fuente indispensable de agua para Israel, y se puede decir que esta consideración es mucho más importante que los demás factores políticos y estratégicos» (citado en Fontana 2011:7).

Por otro lado quien más se ha visto afectado por estas disputas ha sido al pueblo palestino. En Palestina después de 1967 la situación provocó millones de exiliados. Se inició una presión constante con la creación de nuevos asentamientos y con las comunidades agrícolas comunitarias de estos asentamientos favoreciendo una intensa conflictividad debido al exceso de uso de los recursos hídricos que necesitaba la población palestina para su propia supervivencia (Portillo, 2006:10). 

A pesar de que cronológicamente han aparecido tensiones que en ocasiones se han transformado en acciones armadas, no se puede olvidar que ha existido un proceso de negociación para el reparto «equitativo» de estos recursos. Los planes de reparto han tenido sus propios protagonistas y siempre con un rasgo en común: la no conformidad con ninguno de los planes por dichos protagonistas en el conflicto (Izquierdo, 1994:250-300).

El inicio se podría situar en 1951 con el Plan McDonald, el cual comprendía cuatro etapas para hacer uso del Jordán y sus afluentes, además de otorgar el Lago Tiberiades como fuente de almacenamiento sobre la que Israel tendría control absoluto, provocando la negación de los otros actores en la región.

Un año después aparece Bunger quien pretendía completar el anterior plan construyendo dos presas en el río Yarmuk, desviando agua de las mismas para regar el Este y Oeste del Valle del Ghor, hecho que no fue del agrado de Israel. Ante la aparición de nuevas discrepancias de Israel, Estados Unidos envío a Eric Johnston para subsanar los errores cometidos por su antecesor, con una misión clara, la de acercar las posturas árabes-israelíes, ya que se pensaba que las condiciones políticas y el momento así lo permitían. Estados Unidos pretendía un uso cooperativo de los recursos naturales. 

Estas condiciones que se creían favorables por parte de Estados Unidos no fueron las esperadas y la conflictividad política impidió que se llegara a un posible tratado; solo se llegó a un acuerdo a nivel técnico permitiendo gestionar las aguas compartidas por Israel y Jordania en un régimen bilateral hasta junio de 1967.

El plan Johnston estaba planteado sobre las bases del Plan Main que no tuvo respaldo ni desde la parte israelí ni de la árabe. En él planteaban las cuotas de abastecimiento para Israel de 394 millones de metros cúbicos año, 774 a Jordania y 45 a Siria (Naff y Matson: 1984 citado en Izquierdo 1995:40).

Más allá de solucionar los problemas de gestión del agua en la zona, los planes acabaron en los ya mencionados conflictos armados, con un objetivo, buscado o no, de mantener el anteriormente citado statu quo del poder hídrico en la zona. En la evolución de los planes se ha intentado contentar a alguna de las partes, evitando así una solución satisfactoria para los actores principales, lo que acabo por desencadenar en una vulneración de recursos básicos hídricos de los TPO. Todo este proceso no ha ido dirigido hacia un reparto equitativo, el papel del agua en los sucesivos tratados no ha tenido la importancia que se precisa para una resolución positiva.

 

Situación hídrica actual de los Territorios Palestinos Ocupados

En este apartado la intención es hacer una fotografía de la situación actual de estos territorios y conocer el acceso a los recursos hídricos. Los datos numéricos que aparecen se basan en los presentados por el Palestinian Hydrology Group (PHG)2 y B’Tselem3 unidos a los informes aportados por el Banco Mundial.

El análisis está dirigido a Cisjordania y Gaza, posiblemente dos casos contrapuestos con un problema común. La complejidad del contexto actual hace que la división física entre Cisjordania y la Franja de Gaza sea una realidad. El bloqueo ejercido por parte de Israel hace que el caso de la Franja de Gaza se mire desde un prisma de vulneración de derechos humanos continuados.

 

Cisjordania

Cisjordania tiene una extensión de 5572 km2 con un clima mediterráneo: las lluvias tienen lugar durante la estación invernal, que suelen ser desde noviembre hasta marzo, con unas medias de precipitaciones anuales que oscilan entre 550-600 mcm/año (Ayman, 2011:19).

En este caso no debemos olvidar que a pesar de que se producen precipitaciones similares a las de Londres (ver figura 5), la población continúa sin tener un acceso al agua similar al de los londinenenses. La principal fuente de abastecimiento de la población en Cisjordania es el acuífero de la montaña controlado por Israel. El reparto se introdujo en los acuerdos de Oslo II de 1995, mas con una validez ambigua o al menos un papel residual en los mismos.

Cisjordania tiene una particularidad que afecta al suministro y acceso de su población: la partición de su territorio en zonas (Ossorio, 2003), e igualmente los asentamientos son otro factor de confrontación. El acceso en los asentamientos es diferente tanto en el precio como en los metros cúbicos suministrados, en comparación al de los TPO. 

Para entender el déficit de suministro que sufre la población es importante analizar los propios datos demográficos: mientras que la población en Cisjordania entre 1967 y 1993 creció un 84%, el agua para uso doméstico solo aumentó un 20%. En el sector agrícola e industrial el aumento no se produjo, perjudicando el desarrollo en esta región y favoreciendo nuevos asentamientos (Guzmán, 2002:10).

Según un informe realizado en 2012 sobre el estado del sector del agua en Palestina (Koek, 2013), Israel consume actualmente alrededor del 90% de los recursos situados en el acuífero de la montaña, incluyendo el uso por parte de los asentamientos israelíes, asignando el 10% restante para el uso de la población palestina en Cisjordania. Esto se traduce en un consumo de 70 litros por habitante/día de la ribera occidental para los palestinos (mientras que la Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de 100 litros por habitante/día) llegando a situar el suministro en algunos pequeños poblados en 20 litros/día. Por el contrario la media en Israel es de 300 litros habitante/día.

El recurso hídrico más importante de la región es el acuífero de la montaña; éste se recarga en Cisjordania por infiltración de agua de lluvia y nieve y fluye en dirección Norte-Oeste hacia el territorio de Israel y el río Jordán en el Este. Está compuesto por tres acuíferos, el del Oeste, el del Noreste y el del Este, y la producción total está entre 679 y 734 mcm/año (Amnistía Internacional, 2009). 

En Cisjordania, toda excavación realizada con el objetivo de conseguir agua necesita el permiso del Joint Water Commitee (JWC)4 el cual, según datos del Banco Mundial en 2009, de los 202 pozos proyectados solo aprobó 65 (32%) y apenas 38 (18%) fueron desarrollados. 

Para entender el reparto entre israelíes y palestinos se compararán cifras de acceso a suministros hídricos de algunas poblaciones cisjordanas. En un informe de marzo de 2012 realizado por PHG se puede observar el gran desequilibrio que existe. En cuanto a extracción se refiere, de entre los manantiales de la cuenca Este del acuífero se observa que el consumo por parte de Palestina es de 48 mcm/año, mientras que por parte israelí asciende a 154 mcm/año; en el acuífero Noroeste es de 25 mcm/año por parte palestina y 150 mcm/año por la parte israelí. Y por último, el acuífero del Oeste (el más importante) tiene una capacidad de extracción de 26 mcm/día para la población palestina mientras que la parte israelí extrae 404 mcm/día (Atallah, 2008:42).

Estas cifras solo muestran el desigual acceso al agua entre las dos partes, que aumenta aún más cuando hablamos de asentamientos. En el mismo informe se muestran los consumos comparativamente y se observa la misma situación.

En un informe publicado en 2011 por B´Tselem los datos están caracterizados por inequidad de reparto entre poblaciones palestinas y asentamientos. Claros ejemplos aparecen en los asentamientos de Mitzpe Shalem y Qalya con consumos de 700 litros/día mientras que entre las poblaciones palestinas que más consumen aparece Jericó, con 220 litros/día, Bardala y Ein al-Sultan con 208 litros/día; en los casos de menos consumo, se nombra el asentamiento de Mate Benyamin con 311 litros/día, mientras que la población palestina de Al-Hididiyya apenas llega a los 22 litros/día. Todos estos datos no tienen correlación población-consumo: la mayor parte del consumo de los asentamientos israelíes es para abastecimiento agrícola e industrial, mientras que el de las poblaciones palestinas es principalmente para uso doméstico.

La fotografía actual que nos expresan los datos reflejan el déficit de suministro que existe en esta región; la PHG en 2009 estimó un déficit real de 61 mcm en Cisjordania siendo las poblaciones más perjudicadas Hebron, Nablus y Ramallah. En Hebron se estima que este déficit llega a los 20 mcm, en Nablus cerca de los 10 mcm y en Ramallah a unos 7 mcm. 

En este apartado se ven las dificultades de acceso y suministro en Cisjordania. En general ni siquiera se llega a los mínimos establecidos en los acuerdos de Oslo (Amnistía Internacional, 2009:25), cuyos cálculos estimados de reparto del acuífero de la montaña eran:

  • Acuífero del OESTE: Israel 340 mcm/ año y Palestina 22 mcm/año.

  • Acuífero NOROESTE: Israel 103 mcm/ año, Palestina 42 mcm/año.

  • Acuífero del ESTE: Israel 40 mcm/año, Palestina 54 mcm/ año.

Todos estos datos aún no han sido revisados por un observador externo, ni parece existir voluntad política para ello. En la actualidad nos encontramos en un contexto donde el cambio climático está ejerciendo ya su propio protagonismo; si a esto unimos el aumento demográfico en la región, la situación en Cisjordania se está convirtiendo en insostenible. En este apartado solo se abordada el suministro de uso doméstico sin hacer referencia alguna a los problemas de saneamiento y agroindustria, aún siendo estos últimos de gran importancia en el desarrollo socioeconómico de la región.

 

Gaza

Esta región quizá sea la que más sufre la escasez de recursos hídricos, no solo por su localización geográfica sino por su situación «especial». Se extiende sobre 365 km2, con un clima similar al de Cisjordania y precipitaciones de 400 mcm/año. Mantiene un densidad de población muy elevada, que actualmente asciende a 1,5 millones de habitantes que viven en veinticinco comunidades.

El agua suministrada proviene sobre todo del acuífero costero, que transcurre parcialmente por territorio israelí. De esta agua, que Israel autoriza a usar a los palestinos de la Franja de Gaza, utilizan alrededor del 90% para riego. El sector agrícola es de vital importancia en la economía gazatí, pero apenas consiguen regar el 45% de las tierras cultivables. 

La calidad del agua en el acuífero costero está bordeando niveles de salinidad tan altos que desestiman su consumo tanto para uso agrícola como para uso doméstico. Lo que se explicaría por la sobreexplotación del acuífero. Las cantidades de extracción duplican las estimadas para el recargo natural del mismo, llegando a superar los 120 mcm anuales y conduciendo a la entrada de agua de mar en el mismo.

Según un informe reciente de la PHG existen actualmente 192 pozos distribuidos entre las 25 comunidades para uso doméstico, de los que se estima que un 90% de su producción no está recomendada para su consumo. La cifra para uso agrícola asciende a 4600 pozos, lo que da una idea de la importancia de los cultivos en esta región. 

Este acuífero es explotado de manera principal por Israel. Las cifras de extracción acordadas tras las negociaciones de Oslo dan a Gaza un derecho de extracción que asciende a unos 154 mcm/año, cantidad que triplica la capacidad de recarga. Israel consiguió un acceso al acuífero de 437 mcm/año.

Estas cifras iniciales están condicionadas al contexto existente en la zona: la calidad del agua según datos del Banco Mundial no la hace apta para consumo humano. Encuestas realizadas por la PHG a los gazatíes evaluando el sentimiento de inseguridad frente al pasado y futuro de la citada calidad del agua establecen que solo un 28% de los consultados muestra confianza en relación a estos suministros (Atallah, 2009). En el informe que en diciembre de 2011 Gidon Bromber realizó para la Comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional Francesa respecto a la situación en Israel y Palestina, atestigua que: «Al estar Israel aguas arriba, los israelíes perforan sobreexplotando el acuífero y dejando el nivel perteneciente a Gaza a niveles por debajo de los recomendados». En el mismo informe Stéphanie Oudot (2011:45) indica: «En una región superpoblada donde los habitantes extraen agua escasa, lo que emerge de la tierra es agua salada. Los gazatíes ya no pueden beber agua del grifo». 

Este hecho alerta de la situación humanitaria de urgencia en la que se encuentra la Franja de Gaza.

Todo este proceso de deterioro también tiene uno de sus factores principales en el desarrollo político generado en la zona. Las diferentes acciones armadas iniciadas por Israel, según algunos autores, son el producto del triunfo electoral de HAMAS, un elemento determinante en los problemas actuales de la población gazatí, por ejercer de «detonante» y favorecer una división entre la ANP (Autoridad Nacional Palestina) y la Franja de Gaza. A pesar de que, según los Acuerdos de Oslo, Cisjordania y la Franja de Gaza constituirían una sola unidad territorial, la situación actual corrobora que en los acuerdos futuros no se aceptará el trasvase de agua entre Cisjordania y Gaza coincidiendo con los distanciamientos políticos entre ambas zonas.

La estrategia ejercida por el ejército israelí ha sido dirigida hacia elementos de saneamiento, suministro e incluso de almacenamiento privado. Ya desde Naciones Unidas se han denunciado estas prácticas de acoso a la población en repetidas ocasiones; en 2007 John Dugard en el Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en los TPO desde 1967 asegura lo siguiente:

Durante esas operaciones, las fuerzas de defensa de Israel (FDI) realizaron repetidas incursiones militares en Gaza, acompañadas de un intenso fuego de artillería pesada y ataques con misiles de aire a superficie. Los misiles, los proyectiles y las excavadoras destruyeron o dañaron viviendas, escuelas, hospitales, mezquitas, edificios públicos, puentes, tuberías de agua y redes de suministro de electricidad (pág. 1).

Esta denuncia junto con diferentes resoluciones de Naciones Unidas parecen no ejercer una verdadera presión sobre Israel para que cesen estas actuaciones que se repiten con demasiada asiduidad, como muestran operaciones identificadas como pilares de defensa o más recientemente la llamada «borde protector»5. 

Otro de los factores recientes que más inciden en la incapacidad para el desarrollo del sector hídrico es el bloqueo, que impide que puedan entrar materiales para una posible reconstrucción de redes de suministro, sanitarias e incluso de producción alternativa como son las desalinizadoras. 

Estas pueden ser algunas de las claves para comprender la situación actual en la Franja donde las proyecciones demográficas y de futura necesidad de agua hacen ver un horizonte muy poco alentador. Desde UNICEF ya se ha denunciado las consecuencias que esto ocasiona a los niños, produciendo enfermedades de tipo diarreico que elevan las tasas de mortalidad infantil. En este momento existe una alta morbilidad asociada a la salinidad del agua como la denominada del «bebe azul», alarmantemente extendida en Gaza.

 

El papel del agua en los Tratados de Oslo

En cada conflicto la negociación es uno de los momentos clave para el desarrollo futuro del mismo; en este caso la voluntad política de negociación siempre ha estado muy vinculada a la suma 0: desde los dos puntos de vista se ha mantenido una postura de no concesión. Y dentro de este conflicto el agua es la dimensión más olvidada en los procesos que habían de conducir a la paz.

Si comparamos las reclamaciones efectuadas desde el lado palestino y observamos la posición israelí, hidrólogos como Gvirtzman (2012:3), con datos publicados por la autoridad israelí del agua, indican que se ha cumplido con total legalidad lo exigido en los tratados e incluso con balances positivos en algunos casos, hecho que nos insta a la reflexión, ya que el acceso de las poblaciones palestinas es deficiente como se advierte en los datos expuestos anteriormente, aún obviando desde la perspectiva israelí los procesos de crecimiento de la población.

Aunque las posturas han estado alejadas en cuanto a la cuestión hídrica del conflicto israelí-palestino, el agua se introduce en la agenda de las conversaciones de paz conjunta desde la reunión de Madrid. A pesar de los avances en las negociaciones que condujeron a la firma de los acuerdos Oslo I y II, según un informe publicado por PHG en 2009 muchos de los patrones de control característico del régimen de ocupación relacionados con el agua han continuado (Atallah, 2008:49).

Aún pudiendo presentar tales acuerdos como un éxito de las negociaciones, por ejemplo con lo establecido en el artículo 40 del Acuerdo Provisional de las negociaciones de Oslo, en la que reconoce el derecho al agua de los palestinos, se transfiere su control a la ANP y se posibilita crear una Autoridad Palestina del Agua con objetivo de regular este sector (Rabi, 2011:26-30), la realidad muestra una cara distinta; en la actualidad sin la ratificación del proceso de las negociaciones, la evolución y legitimación de estas instituciones parecen diluirse en el tiempo. 

Dentro del propio artículo 40, también se incluyeron acuerdos sobre la creación del citado JWC, con el cometido principal de promover la discusión y aprobación de proyectos hídricos y de aguas residuales en Cisjordania. Desde un punto de vista técnico estas instituciones se acercan más a la eficiencia del suministro para la población en Palestina, aunque paradójicamente no ocurre así, puesto que las pérdidas de agua en dicho suministro asignables a la PWA, según un informe del Banco Mundial, ascendían hasta un 50% en algunas poblaciones de Cisjordania producido por el escollo burocrático referente a los permisos de infraestructuras hídricas. De hecho, en la actualidad persiste un deterioro de las infraestructuras hídricas en Palestina, que necesitan urgentes reparaciones que serían beneficiosas tanto para la parte palestina como para la israelí. 

Mientras la ANP contrajo la obligación de pagar a las autoridad israelí la mitad del agua utilizada con fines domésticos por los palestinos de Cisjordania. Todo ello incide directamente en la población, puesto que en virtud de tales acuerdos, a la vez la ANP no tiene potestad para tomar decisiones sobre la perforación de nuevos pozos, la mejora de los existentes y la ejecución de otros proyectos hídricos.

El dato más sorprendente dentro de los acuerdos de Oslo es el reparto del río Jordán, secuestrado desde 1967: en ellos no se acomete ni la distribución ni la asignación del mismo. Incluso desde la comunidad internacional se justificó el reparto hídrico del agua en los acuerdos de Oslo por el intercambio de concesiones tanto de Israel como de Palestina (Rico, 2000:118-125).

La dimensión de los acuerdos que puede influir más en el futuro, aún estando presente desde el inicio, es la división de Cisjordania; este aspecto vinculado a los acuerdos de Oslo y altamente relacionado con el acceso al agua está teniendo consecuencias irreparables. Cisjordania se dividió en tres zonas: A, B y C6, pequeñas islas rodeadas de asentamientos. En la zona A y B se encuentra la mayoría de la población palestina, la zona C está custodiada por el ejército israelí por motivos de seguridad, congregando los lugares más productivos para perforar pozos (Ossorio, 2003).

La cuestión del agua dentro de los acuerdos se ha silenciado, teniendo su principal causa en varias características que aparecieron en el conflicto:

  • El singular proceso de paz puesto en marcha entre israelíes y palestinos tenía por objeto pacificar la zona e iniciar la resolución negociada de este viejo contencioso. Los escasos avances alcanzados se deben en gran medida a las limitaciones del Acuerdo de Oslo

  • El acuerdo parcial solo afectaba a los palestinos de Cisjordania y Gaza y no abordaba aspectos tan fundamentales como el tema de los refugiados; sin la proyección poblacional de regreso de los refugiados el agua nunca se acercaría a estimaciones de consumo reales.

  • A pesar de que hubo concesiones por parte de Israel, se tradujo en un acuerdo desigual, tanto en los contenidos como en cuanto a los actores ya que Israel mantenía su posición de fuerza ocupante en los TPO.

Y en cuanto a lo argumentado anteriormente en este trabajo, el acuerdo se orientaba hacia la ambigüedad, estableciendo un calendario de pasos para su realización, pero sin definir claramente los objetivos que se debían conseguir.

Si comparamos los dos contextos palestino-israelíes dentro de los propios beneficios de los acuerdos de Oslo, la posición palestina aun teniendo una evolución favorable no parece ser la parte más beneficiada, a pesar de crear instituciones propias para la gestión. En el caso concreto de la cuestión del agua, los verdaderos puntos clave para un acceso equitativo respetando acuerdos internacionales anteriores no han sido expuestos en la negociación debido a que nunca ha existido voluntad política. Observando datos hídricos como los expuestos en este artículo la realidad establece que el acceso al agua de la población en Palestina en general ni ha mejorado ni se visualiza un horizonte de desenlace o desarrollo de los acuerdos establecidos.

 

Reflexiones finales

La diferencia histórica en el acceso al agua en Oriente Próximo ha marcado el paso dentro del conflicto israelí-palestino. Desde la creación del Estado de Israel llegando hasta la ocupación de Palestina, el agua ha tomado un protagonismo que ha incidido en el destino en la región.

Desde un punto netamente estadístico, el agua ha adquirido un papel secundario desde las primeras negociaciones de reparto hídrico. No parece haber conseguido a nivel internacional el grado protagónico que se merece. Las cifras que aparecen en cualquier informe referente al acceso al agua tanto en Gaza y Cisjordania nos dirigen al menos a un reflexión profunda; en ella se debe hacer mención a la cantidad de agua disponible en la región y si ésta es suficiente para que la población alcance unos mínimos establecidos desde la comunidad internacional.

Bajo el prisma occidental visualizamos Oriente Próximo como un lugar seco y con recursos hídricos escasos, aún existiendo datos que lo hacen verdad a medias. Cuando hablamos de conflicto israelí-palestino escasamente pensamos en el agua; la gente suele relacionar el conflicto con guerra y el agua no adquiere la naturaleza de herramienta bélica dentro del conflicto. 

La situación actual de Cisjordania y Gaza hace que nos debiéramos replantear tanto las posibles soluciones como la fotografía actual de su población. Los elementos que inciden en la precariedad hídrica de los TPO se han silenciado durante décadas, creando un discurso que se ha convertido en verdad por la repetición del mismo, argumentando que no hay agua para todos.

Las cifras hídricas apuntan hacia una posibilidad de reparto equitativo en el que se pudiera vivir con una calidad de vida en torno al agua que pudiera satisfacer a ambas partes.

Esta posibilidad pasa por una reformulación de las referidas políticas hídricas en la región, modificando el statu quo y aceptando que el cambio geopolítico de la región debería sufrir una alteración radical en la que la parte dominante cediera parte de sus «privilegios transformando la ocupación en autogestión. Es este punto quizá el más conflictivo, ya que la autogestión condicionada ha llegado en ocasiones a un caos administrativo que ha recaído sobre la población. Las pérdidas de agua en el suministro otorgadas a la PWA no la eximen de culpa por no tener una gestión totalmente autónoma. No sería justo dirigir toda la culpa hacia Israel, protagonista importante, aún siendo determinante.

En este caso en concreto el agua ha de servir de unión dentro de las administraciones, intentando consensuar el reparto y la distribución sin atender a intereses propios. Es cierto que el conflicto es demasiado complejo para encontrar una solución apresurada, pero el agua debería ser un factor de cooperación que condujera al acercamiento entre las dos partes. El futuro depende de ello, más aún cuando el cambio climático cada día se está haciendo más presente en estos territorios. Las perdidas y la escalada de tensión en la zona se harán más crecientes cuanto más déficit de agua exista. Si se reduce la recarga de los acuíferos, si las cuencas hidrográficas disminuyen su capacidad la sostenibilidad de la vida de muchas poblaciones se convertirá en un reto. Este reto más allá de transformarse en un nuevo conflicto debería revertir en una oportunidad.

Toda esta supuesta disposición a la solución del conflicto demandaría un apoyo internacional objetivo; queda evidente la postura de la comunidad internacional. A pesar de estar en la conciencia de todos durante muchos años no han sido capaces de establecer una solución.

Desde la comunidad internacional se habrá de comenzar a concretar si las políticas israelíes en torno al agua son denunciables o por el contrario se continúa con la permisividad existente. A través del recorrido de las citadas políticas ejercidas por Israel se puede reconocer la existencia de una diferenciación entre ambas poblaciones en liza. No puede existir una mirada alejada a la realidad existente en los TPO, la comunidad internacional debería actuar tanto en la política de seguridad como en la de planificación. Atendiendo a la de seguridad, no se legitimará la construcción de un Muro, trazado «aleatoriamente» que deja a familias separadas y fuentes de agua disponibles para algunas comunidades, inaccesibles.

Tampoco se debe olvidar a Mekorot como principal brazo ejecutor estatal de abusos en los TPO. Estadísticamente hablando no puede haber un diferencial de consumo tan elevado entre ambas poblaciones. Esto no hará más que elevar las tensiones entre los asentamientos y las poblaciones palestinas. La política de Mekorot se deberá basar en la eficiencia y no en el intento de reflorecer el desierto, en buscar la regeneración de cauces naturales, otorgando un papel principal a una economía sostenible equitativa y justa. 

Las disputas han de pasar a un segundo plano, pero esto no se producirá si no se llega a una solución global de conflicto. De ahí que el agua tendrá que constituirse en un complemento para conseguir La Paz. Para algunos autores esto pasa por la creación de dos Estados, pero observando la dinámica hídrica, más ahora que en tiempo atrás; la solución a la salida del conflicto también podría pasar por la creación de un solo Estado como argumenta Ian Pappe (2007), si bien el establecimiento de administraciones del agua autónomas tendría el hándicap del reparto, y la disputa por la propiedad del agua continuaría existiendo. No olvidemos que los TPO se han convertido en «islas» rodeadas de muros, incomunicando poblaciones. La idea de que palestinos e israelíes acepten mutuamente sus identidades históricas, acometiendo leyes que eleven el protagonismo de la cooperación y busquen el beneficio mutuo como factor de desarrollo debería ser motor de una posible solución del citado conflicto, alentando la planificación hídrica pensando en el otro y no en uno mismo de manera exclusiva.

Todo lo anterior puede ser una utopía, pero habrían de ser las bases para una solución definitiva. Aquellos que deslegitimaron a Rabin, los que han atacado al pueblo de Israel, los que bombardean Gaza, todos ellos deben saber que el camino hacia el bienestar social solo tiene un dirección. En una región donde la planificación del agua se base en el favorecimiento de una población es inevitable el estallido social.

Si es verdad que la posibilidad de hacer concesiones por parte del dominador es compleja, cada día existen más voces dentro de Israel que abogan por una solución que pasa por el final del ataque continuado a la población civil palestina. Denunciando los objetivos finales de la posición sionista y otorgando a los derechos humanos el papel que le corresponden.

El camino hacia la paz debe afrontarse como un objetivo prioritario, otorgando al termino resiliencia un papel protagonista para que los obstáculos se conviertan en oportunidades de resolución de conflictos.

Como dijo la ganadora del Premio del Agua de Estocolmo en 2005, Sunita Narain (Dimas, 2010: 23):

[...] el agua no trata del agua. Mucho más está en juego: el agua trata de construir instituciones y otorgar poderes a la gente para tomar decisiones. La gestión del agua no se dirige solamente a los hogares, sino a las comunidades enteras, y a aquéllos que hacen política y al público hay que hacerles entender que la gestión del agua se convertirá pronto en la mayor empresa cooperativa del mundo.

Otorgando un protagonismo al agua como elemento de empowerment de la población donde no sea algo externo a nosotros y posibilite unir desde pequeñas poblaciones hasta conflictos enquistados en el tiempo bajo la comprensión del «otro».

 

Bibliografía

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1

 [*] Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Granada.

Contacto con el autor: jjdiaz@correo.ugr.es

2

 Palestinian Hidrologyc Group es una ONG palestina que trabaja para mejorar el acceso al agua y a los servicios sanitarios, y para supervisar la contaminación y el cambio climático en el territorio palestino ocupado.

3

 Centro de información israelí para los derechos humanos en los territorios ocupados establecido en febrero de 1989 por un grupo de destacados académicos, abogados, periodistas y miembros del Knesset. Se esfuerza en documentar y educar a la población israelí y las autoridades sobre violaciones de derechos humanos en dichos territorios ocupados, combatir el fenómeno de rechazo frecuente entre la población israelí y ayudar a crear una cultura de derechos humanos en Israel.

4

 La comisión mixta integrada por israelíes y palestinos, creada tras los acuerdos de Oslo cumple con la gestión en los TPO aunque en la práctica, son los israelíes quienes deciden y, en general, a favor de las peticiones de israelíes, no de palestinos.

5

 Ver Jesus A. Nuñez en su blog Extramudi: Pilar de defensa, suma y sigue en Gaza.

6

 Las zonas A y B incluyen la mayoría de las principales ciudades, campos de refugiados y pueblos palestinos, que suponen alrededor del 95 por ciento de la población, pero sólo el 40 por ciento de las tierras. En estas zonas, la Autoridad Palestina es responsable de los asuntos civiles e Israel de la seguridad externa. La zona C, donde Israel asume ambas funciones, comprende alrededor del 60 por ciento de las tierras de Cisjordania, incluidas todas las reservas de tierras y las carreteras principales, pero es inaccesible en su mayor parte para la población palestina.

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