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EGM.
marzo 2013 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 12, marzo 2013.

Nota sobre Ana Bocanegra

Enrique Nogueras Valdivieso

En el segundo poema de De dioses y de perros [*] Ana Bocanegra se confiesa, escuetamente: «Escribo porque no tengo nada qué decir». Después del primer poema, una hermosa evocación de Düsseldorf, la ciudad alemana donde Robert Schumann intentó suicidarse arrojándose al Rhin el 27 de febrero de 1854 (el libro se sitúa así bajo la encomienda del Romanticismo alemán y ciertamente no faltan a esta poesía ni tempestad ni empuje), esta declaración sencilla, directa y contundente cobra una intensidad reveladora de la naturaleza de este escribir impotente, de esta escritura inane y sin embargo fundadora de una realidad que está más allá o antes del verbo, del habla: «En el principio no fue el Verbo sino la Angustia por tener que ser» (p. 15). Un no decir que está escrito en el sentido y en el imposible semántico que la música encarna: «Creo en Bach todo poderoso / creador del cielo y de la tierra / de todo lo visible y lo invisible» (p. 54).

La escritora y la escritura establecen así una relación intensa y perturbadora, donde el vigor de la expresión se mezcla con la sutileza conceptual y una fiereza expresiva sin concesiones. No es esta poesía ingenua ni sentimental, para seguir con las referencias románticas: es una poesía violenta y cruel, lúcida, insistente e implacable que, a mi juicio, alcanza sus mayores logros en poemas en prosa de una inclemencia nihilista y furiosa, acaso matizada en sus últimos inéditos por un mimo lingüístico y cuidadoso, una delicadeza atisbada: «azul es mi paladar como la decimoséptima hora, azul y algo conventual» [**], una dulzura melancólica y resignada (dulzura de los dulces de convento) que apenas se insinúa, «igual que en el momento en que se horadan las heridas como claustros». Un nuevo decir, o mejor, un nuevo escribir, parece nacer de las cenizas finales de De dioses y de perros: «La idea de la reconstrucción es terrible en sí misma» (p. 43).

Una fuerza sobrecogedora recorre estos poemas, dotados sin embargo de una contención formal admirable, una preocupación por el lenguaje escrito que traiciona repuntes vanguardistas y preferencias elitistas: Pound, Plath, Pizarnik, Asbery quizás y, muy al fondo, Nietzsche. Si tuviera que resumir en dos palabras está escritura creo que volvería a calificarla de furia nihilista; una rebeldía imposible, en efecto, muerde desde estos versos: «De dioses, relojes, de perros, de hierros aúllan las cien jaurías que escondo» (p. 53). Indagación implacable y sin misericordia sobre el mundo (y el vértigo o el espanto de saber que «la realidad no es la imagen / sino el espejo roto que la ofrece»), sobre Dios («Rogará Dios que le salvemos / Cuando una cadera de piel blanca sea la redención para los pobres de amor grilleteados al miedo» —p. 59—) y sobre el amor: «mi futuro leído en tu espalda que se aleja» (p. 63). Una indagación, en suma, sobre lo real, lo no dicho, la escritura y la identidad propia: «Anochece piedra / Yo soy la noche / Yo la piedra / Y en el vaivén del yo al yo / Oceánicamente / Me vuelco y me recibo» (p. 61). Rebelión y condena, rebelión y cadena, juego de espejos, esta escritura nos conduce más allá del decir o, en términos lacanianos, más allá de lo simbólico y lo imaginario, al borde mismo de lo real, lo insoportable: «En la vida del árbol / de color al esqueleto todo es tránsito / más del hueso al destello / del bulto a la esmeralda, // en el perfil del abismo sangra la luz».

Parece que Ana y yo nos habíamos conocido ya en Córdoba, pero fue en Granada cuando después de un recital ofrecido por el poeta Rafael Juárez y por mí, Ana me pidió que leyera sus poemas. De la sorpresa que me produjeron, la sacudida violenta que me hicieron sentir, he intentado dar testimonio. Inmediatamente le sugerí que aceptara su publicación en nuestra modesta colección de libros. Ahora es para mí un placer estar aquí, en esta ciudad que tanto amo, asistiendo a la que quizás sea su primera lectura de poesía en público: estoy seguro de que no será la última.

Notas

[*] Intervención previa a la lectura organizada por el Ateneo de Córdoba en la Sala Flamenca de las bodegas Campos el 1 de de diciembre de 2011.

[**] Todas las citas sin indicación de página son de poemas inéditos.

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