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EGM.
marzo 2013 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 12, marzo 2013.

Ivo Buzek, Historia crítica de la lexicografía gitano-española, Masarykova Univerzita, Brno, 2011.

Mirko Lampis [*]

El profesor Ivo Buzek, de la Universidad Masarik de Brno, es un reconocido especialista en lexicografía y, más concretamente, en lexicografía gitano-española. De hecho, si se me permite un pequeña anécdota personal, hace no muchos años era frecuente encontrarle en alguna biblioteca de Granada, en busca de material impreso, o por las calles y barrancos del Sacromonte, en busca de “inspiración” y de “atmósferas” gitanas (dicho sea con ironía: nada más lejos de la práctica científica del profesor Buzek que el fácil costumbrismo, por más “costumbristas” y “auténticos” que se presenten, “guiris” aparte, el propio barrio del Sacromonte y el español que por ahí se habla).

La monografía del profesor Buzek que tengo el placer de reseñar está dedicada, tal y como su título indica, al análisis crítico de los diccionarios y repertorios bilingües de caló-español publicados a partir del siglo XIX; se trata de un estudio sin lugar a dudas exhaustivo y riguroso cuya lectura no podrá sino interesar al especialista e instruir y deleitar al aficionado.

Ahora bien, aunque podría decirse que el ámbito de los diccionarios bilingües es uno de los más descuidados por la moderna metalexicografía, debido al carácter eminentemente práctico y a las escasas pretensiones de cientificidad de esta clase de textos, el profesor Buzek nos recuerda que en las últimas décadas sí se han producido cuantiosos estudios acerca de la estructuración y las estrategias de los repertorios bilingües, pero que, a pesar de esto, la lexicografía gitano-española ha pasado, en la práctica, desapercibida. Tal como comenta el propio Buzek,

es curioso el desinterés casi generalizado hacia el estudio de los diccionarios del gitano-español, ya que los gitanos están presentes en la Península Ibérica desde el siglo XV y los repertorios de la variante española del romaní, el caló, se van publicando desde la primera mitad del siglo XIX (p. 12).

Curioso, pero también comprensible. En primer lugar, porque el caló es una lengua en vía de extinción, si no ya prácticamente extinta:

la variedad peninsular del romaní entró en el siglo XVI en progresivo decaimiento y después de pasar por una fase de lengua mixta, al borde de extinción ya en el siglo XIX, a partir del siglo XX podemos declarar el gitano-español en todas sus variedades como una lengua muerta. Puede que sus últimos restos tengan a veces una función medio críptica pero el caló ya no es capaz de desempeñar la función comunicativa en situaciones cotidianas y ha dejado de ser lengua materna (p. 18).

En segundo lugar, porque el estudio científico de los diccionarios existentes de caló-español recuerda, como a menudo señala Buzek, la operación de “pedirle peras al olmo”:

Los diccionarios de caló distan de ser repertorios confeccionados “rigurosamente”; son obras de aficionados y frutos del cálculo mercantil. […] sus características y los rasgos de su macro y microestructura invalidan cualquier intento de consulta seria —que no sea con fines seudoliterarios— y parece que nunca pudieron cumplir con la función básica de un diccionario bilingüe, es decir, la de transcodificar mensajes de una lengua de partida a otra de llegada y viceversa (p. 32).

¿Por qué estudiarlos, entonces? Porque se trata, al fin y al cabo, de diccionarios bilingües compuestos, editados y comercializados con una función específica y sujetos, por tanto, a un análisis destinado a comprobar si y en qué medida cumplen con dicha función: la de ayudar al usuario en la tarea de descifrar textos elaborados a partir de un sistema lingüístico otro gracias a equivalencias puntuales con el sistema lingüístico que el usuario sí conoce.

Desafortunadamente, ni los diccionarios de caló-español (tanto los mono- como los bi-direccionales) que se editaron en la segunda mitad del siglo XIX ni los que se han editado en el siglo XX y aun en el XXI parecen satisfacer los requisitos básicos necesarios para garantizar su efectividad como instrumentos de consulta. Y todo ello por una serie de defectos formales y teóricos que apuntan “no solamente al diletantismo profesional de sus autores, sino sobre todo al descuido o falta de preocupación por las necesidades de los posibles usuarios de estos repertorios” (p. 82).

En un nivel microestructural, podemos señalar la ordenación alfabética a menudo defectuosa, la lematización según entradas no canónicas (formas plurales y femeninas, formas personales del verbo, etc.), los excesivos reenvíos, las marcas gramaticales confusas o imprecisas y la absoluta falta de indicadores diafásicos (coloquialismos, vulgarismos, etc.) así como de ejemplos de uso.

En cuanto al nivel macroestructural, la acogida indiscriminada de voces de la germanía y argóticas (pero no gitanas) y la proliferación de voces españolas agitanadas (como saludisar, de ‘saludar’, o ganisardar, de ‘ganar’), de voces creadas con sufijos y prefijos españoles (por ejemplo: plasniar ‘blanquear’, de plasní ‘blanco’, o manjaridad ‘santidad’, de manjaró ‘santo’) y de voces obtenidas mediante un asombroso proceso de falsa prefijación o sufijación (como la entrada artibulí ‘artículo’, de ¿arti-? + bulí ‘culo’, o querosto ‘agosto’, de querar ‘hacer’ + ¿sto?, o sichaguillo ‘monaguillo’, de sicha ‘mona’ + ¿guillo?).

Resulta, en definitiva, que la práctica totalidad de los autores de los diccionarios de caló-español no han realizado ninguna investigación de campo. Desde que el viajero y aventurero inglés George Borrow recogiera personalmente voces gitanas durante sus viajes por España (entre 1836 y 1840, experiencia que culminó con la traducción al caló del Evangelio de San Lucas y con la publicación de una monografía dedicada al tema gitano que también incluía un “vocabulary of their language”), no consta que algún otro autor (ni siquiera en el caso, más bien infrecuente, de autores gitanos) se haya tomado la molestia de averiguar si las voces inventariadas se correspondían realmente con las que integraban el habla de la comunidad gitana: los primeros diccionarios bilingües fueron confeccionados a partir de los repertorios ya existentes (el vocabulario y el evangelio del propio Borrow y otras pocas muestras anteriores) y sirvieron luego de base para los demás diccionarios, abusando además la mayoría de los autores de los procesos de creación lexicográfica más arriba señalados (voces germanescas, agitanadas, derivadas, etc.).

Es decir: todos los autores, salvo contadas excepciones, han plagiado (de manera más o menos flagrante) los repertorios ya publicados, sin citar de manera explícita las fuentes consultadas o directamente reproducidas y sin ningún criterio útil para diferenciar las auténticas voces gitanas de las germanescas y de las creadas por los propios compiladores.

Se ha venido formando, de este modo (plagio tras plagio, error tras error, creación tras creación), un repertorio de caló meramente lexicográfico, esto es, inauténtico, un estándar artificial elaborado por estos aficionados y “ajeno a la situación sociolingüística del caló dentro de la comunidad gitana, donde la lengua siguió su rumbo natural —hacia la extinción— totalmente de espaldas a las manifestaciones originadas en los círculos de la Afición paya” (p. 87).

Es una historia fascinante, la que nos cuenta el profesor Buzek. Una historia que sin embargo nos devela a una dura moral: si se consideran tanto los fallos de microestructura como los de macroestructura,

el resultado son unos diccionarios que ofrecen al usuario una realidad esperpéntica: voces fantasma que nunca han existido junto con las que llevan décadas y décadas sin ser usadas, y se las presenta en conjunto como corrientes y neutrales; además todas ellas vienen copiadas ciegamente de un diccionario a otro y jamás han sido contrastadas con la realidad lingüística de la minoría étnica cuyo léxico presuntamente inventarían (p. 269).

El lector ya lo sabe: hasta la fecha no existen repertorios bilingües de caló-español que se puedan considerar como fiables. El profesor Buzek tiene el mérito de haber señalado claramente lo que se ha hecho hasta la fecha y lo que aún queda por hacer; los lexicógrafos profesionales, junto a los antropólogos, sociolingüistas e indoeuropeistas, tienen por delante la tarea de confeccionar un diccionario bilingüe que además de cumplir con todos los requisitos requeridos por la moderna lexicografía científica consiga finalmente reflejar la compleja realidad de la lengua gitana en España. Y de lo que queda de ella.

Notas

[*] Universidad Constantino el Filósofo de Nitra (Eslovaquia)
Contacto con el autor: mlampis@ukf.sk

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