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EGM.
marzo 2012 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 10, marzo 2012.

Fernando Villalón: un poeta del 27 redivivo

Jacques Issorel (2011): Fernando Villalón: la pica y la pluma. Perfil biográfico, estudio, antología y bibliografía, Sevilla: Espuela de Plata, 202 páginas.
Aitor L. Larrabide

 

Hace unos años, Alfonso Sastre escribió un artículo en el que propugnaba la reescritura de toda la historia de la literatura española. Cierto es que las miradas o interpretaciones de la misma han estado condicionadas por las corrientes críticas de opinión, ideas políticas, admiraciones y fobias, intereses editoriales, situación de los estudios de Humanidades, etc. En el caso de la literatura española del siglo XX, aparte de la situación política concreta (guerra civil, dictadura de Franco, Transición, etc.), los vaivenes en la estimación de unos autores u otros debido a valores estéticos han traído como consecuencias, por ejemplo, que las obras de algunos poetas de la llamada generación del 27 hayan “envejecido” mal frente a otros, o que el interés crítico de los años setenta, ochenta y primeros noventa haya dejado paso a autores posteriores (los del medio siglo o los novísimos).

En el caso de Fernando Villalón (1881-1930) concurren diversos aspectos que han condicionado la crítica generada en torno a su obra, nada desdeñosos y paradigmáticos, en nuestra opinión, de la situación poco esperanzadora de quienes deberían arrojar luz sobre la poesía. Algunas de las lecturas ofrecidas del hombre y poeta Villalón se han detenido más en elementos extraliterarios como su condición de ganadero aristocrático, esotérico y aficionado a las letras, su pretendida pretensión de criar toros con ojos verdes, que en su obra, verdaderamente original y de interés, por su frescura y madurez, así como por su carencia de vanidades literarias (como las que sí tuvieron sus compañeros de viaje). ¿Qué nos importa si tenía o no dinero o si en sus últimas voluntades expresó su deseo de ser amortajado con traje de montar? Ciertamente, todos aquellos datos que puedan ayudarnos a comprender y valorar deben ser tenidos en cuenta, pero la chismografía a la que algunos españoles son tan aficionados provoca que la literatura supuestamente seria también se vea perturbada por ello.

Fernando Villalón no ha tenido demasiados exégetas, pero sí constantes y fieles, como Jacques Issorel, que ha dedicado una monumental tesis doctoral a su obra, numerosos artículos y las poesías completas en 1998 (que oportunamente reseñamos). Ahora el hispanista francés nos deja el penúltimo fruto de sus investigaciones, el libro en el que ahora nos centramos: «Fernando Villalón: la pica y la pluma. Perfil biográfico, estudio, antología y bibliografía», editado en Sevilla por Espuela de Plata, y de 202 páginas.

En el volumen que comentamos, dirigido a un público amplio, y con el concurso necesario de la Fundación Fernando Villalón, de Morón de la Frontera, Issorel nos va desgranando la vida de Villalón mediante una tabla cronológica muy útil (pp. 13-18), ciertamente cargada de elementos que bien podrían ser objeto de una película o una novela. Ya tiene mérito, por ejemplo, que coincidiera con Juan Ramón Jiménez en las aulas del colegio de los jesuitas en El Puerto de Santa María y que, pasados los años, el moguereño lo recordara con cariño. O que concluyera la carrera de Derecho con 45 años, cuando sus actividades empresariales taurinas se lo permitieron, y que editara su primer libro a la misma edad. Y que, pese a su abolengo aristocrático (o por eso mismo), siempre estuvo con el pueblo llano, con la naturaleza (de la que puede decirse que es un ecologista sin él saberlo), y con el compromiso con su propia obra, llena de misterio y marismas, de ecos antiguos y modernos, de buena literatura, en fin. Le sigue “Villalón, ganadero” (pp. 19-31), quizás un apartado más anecdótico y de menos interés que el siguiente, “Villalón, poeta” (pp. 33-56), en el que se sintetizan las ideas estéticas villalonianas de sus tres libros publicados en vida («Andalucía la Baja», de 1926; «La Toriada», de 1928; y «Romances del 800», de 1929) y de sus otros proyectos poéticos. Sin duda, la leyenda ha perjudicado y desvirtuado la figura de Villalón. La lenta publicación de sus obras (1944, 1956, 1985, 1987, 1998, 2000, 2002), y la valoración de las mismas, con el rastreo de críticas tempranas, compendiadas en mesuradas opiniones de Issorel, que ponderan la vigencia y permanencia del mensaje villaloniano, cantor de la Andalucía mítica, moderna e intemporal; un visionario que, por eso mismo, no fue tenido en cuenta en aquella prodigiosa generación, popularizante (que no popular), burguesa, y que no compartió con el pueblo llano, el de las ciudades, pueblos y marismas, sus inquietudes y ansias. Issorel trae a colación lecturas de poemas de Manuel Machado y de García Lorca (pp. 36-37), pone de relieve la coherencia y unidad de la producción poética villaloniana, con temas que son adelantados en obras previas, resalta la originalidad y ecologismo de Villalón, su maestría técnica y asimilación estrófica y temática, el eco nostálgico de un tiempo ido en las marismas y montes andaluces, sin aditamientos popularizantes postizos sino bien interiorizados y, especialmente, la honradez intelectual de este domador del verso y de la vida.

Una antología, bien estructurada y equilibrada, con ocho poemas procedentes de «Andalucía la Baja», dos de «La Toriada», quince de «Romances del 800», diez acuarelas del Ferial y treinta y dos poemas póstumos. En total, sesenta y siete composiciones que nos ofrecen un mirada justa y exacta de la producción de Villalón. A ello se le añade un capítulo amplio y muy trabajado de “Bibliografía” (pp. 119-188), con nueve secciones, que debería ser modelo para futuros trabajos villalonianos, distribuido en “Obras de FV” (pp. 119-125), con 51 referencias; “Poemas de FV en antologías” (pp. 125-128), con 32 referencias; “Reseñas de las obras de FV” (pp. 128-137), con un total de 113 de aquéllas; “Estudios y escritos diversos sobre FV, el hombre, el poeta, el ganadero” (pp. 137-140); “Artículos publicados en revistas, periódicos, homenajes, enciclopedias, etc.” (pp. 141-182), con 416 referencias; “Poemas en homenaje a FV” (pp. 183-184), con 15 referencias, con sus actualizaciones; “Traducciones” (p. 185), al árabe (una referencia), al francés (cinco) y al italiano (una referencia; se olvida el amigo Issorel de la temprana de Carlo Bo en su libro-antología «Lirici spagnoli», Milán, Corrente Edizioni, 1941, pp. 159-173, con siete poemas en edición bilingüe); “Iconografía” (pp. 186-187), con 13 referencias; y “Discografía” (pp. 187-188), con 9 referencias. El volumen se concluye con un “Índice de revistas y periódicos” (pp. 189-192) y un “Índice onomástico” (pp. 193-202), además del “Índice” (pp. [203]-[206]). Una objeción indicamos a este volumen, necesario y fundamental en la bibliografía villaloniana, que puede parecer a simple vista baladí o insignificante, pero que creemos que no lo es. Nos referimos a la portada. Siempre aparece la misma imagen de Villalón en los trabajos que analizan su figura: a caballo, con una pica y vestido de campo. ¿No es seguir alimentando el mito y leyenda, el tópico que queremos desterrar?

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