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EGM.
marzo 2013 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 12, marzo 2013.

Esto sí que es una performance

 

José Antonio Flores Soto [*]

 

Resumen. Los arquitectos crean espacios para que la vida de otros tenga lugar. Los usuarios hacen suyo esos espacios convirtiéndolos en proyección de lo que quieren ser, en parte del mundo al que aspiran. Nuestra particular conquista del mundo es quizás tan sólo un cuarto que antes pudo ser de un asesino, de una bailarina o de un desconocido. Y después será de alguien al que no conocemos; que lo convertirá en algo completamente distinto pese a que el espacio permanece. En el mismo espacio arquitectónico se suceden personajes diversos, incluso diametralmente opuestos. Dicho espacio influye en el modo de vida de cada uno, pero también el modo de vida interfiere en él, transmitiéndole a través de los objetos que lo pueblan sus personalidades. La casa hace posible vivir de una determinada manera; pero una misma casa alberga muchas potenciales maneras de vivir, dentro de un orden. Este pequeño texto incide en cómo nos proyectamos en el espacio que habitamos. Habla también de la arquitectura y del tiempo a través de la construcción de una imagen determinada de una habitación que perdura mientras que la imagen ya sólo queda en la fotografía que se tomó.

Palabras clave: espacio arquitectónico, existencialismo, arquitectura

Abstract. Architects projects places where life takes place. Users transform these spaces making them the projection of what they want to be. Users transform these places in a part of the world to which they aspire. Our particular world conquest is maybe just a room that before could be the room of a murderer, a dancer or a stranger. After this room will belong to another unknown, who transforms it in a new room, but the architectural space remains. There are more and more persons in the same architectural space, even diametrically opposed. The architectural space affects the way of life of each one, but also the way of life interferes in the architectural spaces. A room makes it possible to live in a certain way, but one room holds many possible ways of living, within an order. This small text talk about our projection in the space we inhabit. It also talks of architecture and time, through the construction of a specific image of a room that remains while the image and just stays in the picture taken.

Keywords: architectural space, existentialism, architecture

Título: Estudio 6

Autor: un pensionado de Arquitectura en la Academia de Roma.

Lugar: espacio cerrado, 4,60 x 4,50 x 5,80 m3, delimitado por cuatro paredes, un suelo y un techo altísimo que no llega a verse en la imagen, pero que es una de las principales cualidades del contenedor espacial del que es parte esta escena; colocado en un edificio al borde de un precipicio en una de las siete colinas de la antigua Roma, el Gianicolo; con acceso desde el antiguo huerto de un convento de hermanos franciscanos transformado hoy en casa de acogida de viajeros extranjeros en una ciudad de referencia, a cargo del gobierno de España; a todos los efectos ocupando territorio español, a pesar de estar en suelo romano, por quedar dentro del perímetro simbólicamente definido mediante unas líneas (entelequias) materializadas bien en tapias bien en cadenas oscilantes tendidas entre dos hitos de travertino romano que deslindan parte del terreno ocupado por la Embajada Española ante la República de Italia (una simple catenaria sobre un mar de adoquines irregulares marca el límite impreciso entre Italia y España… auto de fe… gesto arquitectónico en auxilio de una delimitación jurisdiccional… de un lado de la cadena los Carabinieri con sus motos flamantes, sin despeinarse ni con el casco puesto, estupendos ellos en todo momento, que nunca se sabe lo que se puede presentar a lo largo del día… el hombre italiano…, del otro lado sobre el mismo plano irregular de adoquines de basalto, la Guardia Civil… ninguno tiene capacidad de traspasar el plano invisible de esta frontera inverosímil, cuestiones de forma, a pesar de que unos respiren el aire que los otros exhalan, así de raro… puedes estar simultáneamente con un pie en Italia y con otro en España en el mismo suelo romano…); a unos pasos tan sólo del lugar de la escena, en uno de los patios del desmantelado convento, el más conocido, por el que hay que pasar necesariamente para llegar al jardín actual que fuese huerto, hay una joya arquitectónica universal; esa joya es ni más ni menos que un objeto construido para contener un hueco, un hueco oscuro… «Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo», que diría Lowry, al fin y al cabo un hueco nada más…; precisamente, fijándose un poco más en los objetos que componen la escena, la imagen de este objeto para contener un simple vacío (a pesar de que haya serias dudas de que sea el hueco que dicen sea, que no es ni más ni menos una excusa como otra cualquiera de la que se sirve la arquitectura para expresarse) es la que se reproduce en el cartel que está colgado en el plano de fondo… ¿tendrá algo que ver o es pura casualidad? (existe la ligera sospecha de que no hay nada casual en esta imagen… habrá que confirmarlo); el lugar está iluminado diagonalmente mediante un gran plano acristalado, 1,90 x 4,20 m2, que no se incluye en la imagen porque cae fuera del campo visual al compartir plano con la posición del observador, pero cuya presencia se intuye por el efecto de la luz sobre los objetos que se aprecian; el plano acristalado, que deja en cierta oscuridad la esquina derecha del fondo, es accesible en su parte baja (que es justamente de vidrio translúcido) pero sólo puede ser oscurecido, y ni siquiera en un alto grado, en su mitad superior (que es exactamente de vidrio transparente) mediante la adición de un ligero velo que matiza la luz diagonal que entra a raudales en el cuarto cuando el sol pasa delante del jardín; la luz entra de suroeste desde el nivel del plano donde está colocado el observador, perpendicular al plano de la escena, dejando en cierta sombra la esquina derecha del fondo; justamente esta iluminación es simétrica a la que se puede encontrar en los bodegones de Zurbarán o las magníficas escenas interiores pintadas por Vermeer (siempre en diagonal de izquierda a derecha, mientras que ésta es diagonal de derecha a izquierda); esta iluminación podría haber sido invertida en la imagen, tal y como hoy permiten con gran facilidad los programas informáticos de manipulación de imágenes, para hacer más explícita la referencia pictórica, sin embargo no se ha hecho, tal vez por poner de manifiesto de manera precisa esta divergencia con la aparente referencia visual (otra vez salta la sospecha de que aquí no hay nada al azar… se va confirmando la hipótesis más arriba lanzada).

Duración: apenas un parpadeo; un súbito abrir y cerrar de ojos, «in ictu oculi», que diría Valdés Leal con voz de ultratumba desde la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla; para ser más exactos, si es que hay que serlo, justo lo que tarda en abrirse y cerrarse el objetivo de una cámara digital Lumix Panasonic DCM-FX100, sostenida a pulso a 1,60 m sobre el suelo, que es la altura desde la que decía Le Corbusier que un hombre de estatura media percibe el mundo (su versión Modulor de 1,75 m… que, por otro lado, es la altura usual, misteriosamente casual, del autor de la imagen cuando se calza los zapatos que suele usar a diario…); en resumen, resumiendo, un instante, de duración imprecisa tan pequeña que la imagen sí puede ser llamada instantánea… aunque lo que en ella se ve no haya sido preparado en un solo instante, sino más bien en un momento, en un momento algo extendido… (¿Realmente la escena sigue pareciendo casual?… aquí hay algo que no cuadra para que sea todo de apariencia tan espontánea).

Acción: en la escena parece reinar una aparente quietud. Es el interior de una estancia iluminada diagonalmente, con diversos objetos colocados en apariencia casual: en primer plano una mesa baja (negra) y dos asientos también bajos (dos pufs como cubos grises); sobre la mesa negra unos libros, un tazón blanco, un plato con cuatro manzanas brillantes, un folleto como dejado caer y un ramillete de flores; al fondo un sofá-diván blanco con cojines grises (no tiene respaldo, se apoya directamente sobre la pared pareciendo más una cama improvisada) con una manta revuelta sobre él; también en el fondo una escultura que reproduce la Victoria de Samotracia que ha perdido sus alas…; junto a la Victoria, un teléfono… (¿qué hará precisamente ahí ese teléfono?); y en la pared un cartel con el templete de San Pietro in Montorio (de Bramante, justo el tema de uno de los libros que hay sobre la mesa…). Clama aparente en la escena, como si se hubiese detenido el tiempo por un instante y nos dejase ver un tranquilo interior con cierto aire poético (algo hay en él como de bodegón de Zurbarán o Chardin, incluso como de interior de Vermeer o de Rembrandt, salvo que no hay personas en él, sólo objetos, lo cual puede invalidar esta primera impresión). Hay algo como de atractivo en la imagen con los objetos dispuestos en la escena para que la luz diagonal los ilumine. En resumen, resumiendo: calma, quietud, silencio.

No hay nadie en la escena y sin embargo parece haber sido abandonada hace apenas un instante. Ahora está en silencio (?), en quietud (?), en clama sin presencia corpórea de una persona, que parece acabar de dejar el cuadro. Apenas hace un segundo, lo que dura el aleteo de una mariposa tal vez, alguien ha salido de ella, seguro; alguien ha abandonado apresuradamente la escena dejándola tal como está. La manta del sofá del fondo, donde tal vez ese alguien desconocido (cuya apariencia formal desconocemos) haya estado durmiendo la siesta al calor de la luz primaveral que irrumpe en diagonal por el plano acristalado desde el jardín, delata que ese alguien termina de borrarse del plano visible; hace sólo un instante, ¡zas!, se ha dado prisa y ha desaparecido, no lo vemos… pero ha dejado la manta revuelta. Ahora mismo, en el justo instante anterior al parpadeo de la cámara Lumix-etc. Casi se puede aún percibir la tibieza del cuerpo ausente en la manta desordenada del fondo. Si no hubiese sido lo suficientemente rápido en desaparecer de escena su cuerpo habría sido capturado en la imagen. Sin embargo, ha sido rápido… será que no quería estar presente en la imagen. Y pese a no haber sido capturado en forma mortal algo hay en la escena que lo evoca necesariamente. Ese alguien se ha ido, pero ha dejado su espacio, su espacio construido con objetos que le son cotidianos.

¿Cómo es ese alguien?, no lo sabemos, tal vez no importe. No obstante tenemos muchos datos que nos hablan de él (o de ella, da igual, no se trata de eso). No ha sido demasiado hábil si en realidad quería evitar la foto (?), nos ha dispuesto demasiadas pistas en la escena (aunque tal vez su habilidad esté precisamente aquí y esta escena sea lo que nos quiera contar… pudiera ser…) Porque la acción se desarrolla en un interior habitado por ese alguien que ha huido. Es un interior construido así y no de otro modo para que sea de tal modo. En esa construcción del lugar ese alguien se ha expresado, de manera que lo ha convertido en espacio expresivo… lo ha convertido en parte de sí mismo, en prolongación de su yo… Así que, aunque no aparezca en forma corpórea, como las manzanas, los libros, la Victoria o las flores, está en él como lo están las manzanas, los libros, la Victoria o las flores que ha colocado con el orden que vemos.

La presencia del cuerpo ausente que acaba de levantarse del sofá dejando la manta en desorden (¿en desorden casual?) para salir rápidamente de escena y no ser capturado es aún en cierto modo evidente. Se ha ido, pero nos ha dejado sus objetos; sus objetos y su orden… porque cada cosa tiene un sitio, ocupa un lugar y no otro… y entre todas componen una disposición, introducen una estructura en la escena: cerca, lejos, iluminación, sombra, figura, fondo… Sólo hay que saber mirar; indagar en el porqué de las cosas…

Esta quietud silenciosa, este tiempo como detenido… sin embargo, no hace más que referenciar al también silencioso paso del tiempo, pues hace un momento que alguien acaba de abandonar la escena dejando la manta revuelta. Esa manta… esa manta que tal vez sea lo que introduce cierto desasosiego en el interior de paz, en la belleza de la imagen. Esa manta desordenada hace que haya una aparente contradicción con la referencia a Zurbarán mencionada (o a Chadrin, o a Rembrandt, o a Vermeer…) porque es el elemento discordante dentro del orden que se esperaba ver… (no es un elemento poético, es más prosaico que una manzana, que un libro, que una flor…) y sin embargo, esa manta da tanta información de la acción… Los libros sobre la mesa están cerrados, la manta está revuelta… eso quiere decir algo.

A pesar de la quietud aparente el tiempo pasa. Pasa aunque no hay reloj que dé constancia de ello. No sólo por el súbito huir del personaje que lo ha dejado todo como está (incluida la manta revuelta). No sabemos exactamente qué hora es y, sin embargo… el tiempo transcurre (aunque se encuentre instantáneamente como detenido, como congelado…) ¿Estamos ciertos de que no hay reloj? Habrá que mirar un poco más… ¿No lo hay? ¿Seguro? No hay reloj como el de la reina Mariana, de bronce sobre una mesa pesada forrada con terciopelo rojo… No lo hay, ciertamente no hay ese reloj ni otro más moderno con los números en brillante parpadeo. ¿Pero no hay reloj que dé cuenta del inexorable paso del tiempo? ¿No lo hay? No hay mecanismo artificial que con su sonido marque el ritmo cadencioso del silencio y a pesar de eso, a pesar de no haberlo en esa forma, el tiempo sigue discurriendo. Unas flores encima de una mesa… Unas manzanas sobre un plato blanco, cuatro manzanas lustrosas sobre un plato de porcelana blanca… La misma luz iluminando la escena… Si se fija uno bien, es preciso agudizar la mirada (no todo es tan fácil como quisiésemos), las flores se aproximan peligrosamente al inicio de su marchitarse; está a punto de comenzar a deshacerse su aparente belleza dando paso a la decrepitud de la muerte (al fin y al cabo alguien las ha cortado y las ha colocado en un vaso con agua sobre esa mesa para contemplar su belleza mientras poco a poco se ajan). Si se fija uno bien, puede apreciarse cómo una de esas manzanas, de las cuatro del plato lustrosas ellas, ha comenzado a pudrirse… Un leve punto negro que no ha querido ocultarse… primero un ligero punto negro, después el desastre… y eso es indicio de la muerte latente que va haciéndose poco a poco patente… La muerte… («Cave cave, Dominus videt…»)

¿Seguimos pensando que no hay reloj? Pues si bien no lo hay, el tiempo sigue pasando… todo habla de ello, todo remite por un lado al sujeto creador del orden que vemos y por otro al tiempo que transcurre aunque no nos demos cuenta si no lo pensamos. La ausencia y la muerte…

Además, la luz. La luz que entra en la habitación diagonalmente para incidir sobre los objetos y crear esa atmósfera… Esta luz que dura un instante. Esta luz que es ésta y no otra porque la hora es ésta y no otra, irrepetible por tanto porque el tiempo transita y no vuelve sobre sus pasos a pesar de que haya imágenes como ésta, que pretendan congelarlo en un momento impreciso.

El que ha salido corriendo de la escena para no ser capturado nos ha dejado todas estas cosas dispuestas, construyendo el espacio que le es cotidiano. Y a fuerza de mirarlo, de tanto mirarlo, conocemos un poco a ese alguien. Pero la escena no está congelada, el tiempo le afecta, el paso del tiempo. En un instante la luz cambiará en la escena real (que tal vez ya no exista)… En breve la primera flor se marchitará y caerá del ramillete a la mesa. En el avance del tiempo el punto de la manzana ya no será punto sino superficie y la podredumbre terminará por hacerse con ella y con las demás, si no se remedia (comiéndosela antes o tirándola para que no estropee el cuadro…) Quedará la Victoria, el sofá/diván-improvisada-cama, el teléfono, la mesa, los pufs…

La escena ha sido construida por su habitante, que lo es de un espacio prestado que ha tenido que acondicionar a su ser y a su estar en el mundo. La escena es fruto de la expresión de ese misterioso alguien que acaba de salir del cuadro dejando la manta revuelta sobre la improvisada cama del fondo. Y tal vez ya ni siquiera exista más allá de esta imagen. Con seguridad que no existe ya más allá de esta imagen. No ya sólo porque las flores se marchiten del todo, las manzanas se pudran, se vaya la luz… Deja de ser porque ese alguien se va, deja esta casa romana, regresa a la suya… y todo vuelve a revolverse porque detrás otro llega y construye su orden con esos u otros objetos (los que no hayan sucumbido al efecto del tiempo pasando)… Estará la mesa, pero en otro sitio. Y el sofá se queda, pero ya sin manta, tal vez convertido en asiento de recibir… Y los pufs se emplearán tal vez como asiento para descalzarse antes de ir a la cama… Y la Victoria será devuelta al almacén de esculturas de donde fue rescatada, junto con otras piezas más olvidadas que en un momento anterior tuvieron su sitio ocupado hoy por otros objetos… Y se arrancará el cartel… Y los libros regresarán al olvido de una biblioteca que nadie utiliza… Y este espacio, el del ‘Estudio 6’ deja de ser de ese alguien que huyó rápidamente antes de producirse el parpadeo de la Lumix-etc. y pasará a ser de otro que viene después… de otros muchos que vendrán después de ese otro, etc. que será arquitecto (arquitectos todos), lo más probable, por esa norma no escrita que aloja en los apartamentos del jardín de la Academia a los pensionados de Arquitectura (suerte que tienen ellos)… y que lo interpretará a buen seguro de otra manera bien distinta a lo que vemos ahora y que ya seguro no existe…

De modo que ya no existe esta imagen más que aquí. Se ha borrado la huella del fugitivo… Y sólo quedan algunas cosas, no todas… Y ahora este mismo espacio cerrado, 4,60 x 4,50 x 5,80 m3, delimitado por cuatro paredes, un suelo y un techo altísimo que no llega a verse en la imagen, pero que es una de las principales cualidades del contenedor espacial del que es parte esta escena […] iluminado diagonalmente mediante un gran plano acristalado, 1,90 x 4,20 m2 […] ya es espacio expresivo de otro inquilino fugaz. Y con los mismos objetos, o parte de ellos, se introduce un orden distinto, que habla también de ese nuevo inquilino que tal vez haya venido a Roma a disponer de tiempo para contemplar el mundo; sólo a eso, a contemplar el mundo… es decir, a no hacer nada.

Bibliografía

BACHELARD, Gaston: La poética del espacio. Título original: La poétique de l’espace (1957); traducción de Ernestina de Champourcin. Méjico: Fondo de Cultura Económica, 1965.

CAMPO BAEZA, Alberto: «Mi casa, mi museo, mi mausoleo», en La idea construida. Palermo: Universidad de Palermo, 2000.

HALL, Edward T.: La dimensión oculta. Título original: The hidden dimension. (1966); traducción de Joaquín Hernández Orozco. Madrid: Instituto de Administración Local, 1973.

MERLEAU PONTY, Maurice: La fenomenología de la percepción. Título original: Phénoménologie de la perception (1944); traducción de Jem Cabanes. Barcelona: Planeta-Agostini, 1985.

NORBERG-SCHULZ, Christian: Existencia, espacio y arquitectura. Título original: Existence, space and architecture (1971); traducción al castellano de Adrian Margarit. Barcelona: Blume, 1975.

WOOLF, Virginia: Un cuarto propio. Título original: A room of one’s own (1929); traducción de Jorge Luis Borges. Madrid: Alianza Editorial, 1995.

Notas

[*] Arquitecto. Grupo de Investigación: Patrimonio, Paisaje, Documentación Gráfica y Construcción Agroforestal. Dpto. Composición Arquitectónica. Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid.
Contacto con el autor: joseantoniofs@hotmail.com

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