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EGM.
septiembre 2012 /
Publicación semestral. ISSN: 1988-3927. Número 11, septiembre 2012.

Espasa, Marina (2012): La dona que es va perdre, Barcelona: Ed. Empúries.

Irene Julve Nieto

 

Con los ingredientes de la fábula y el cuento de hadas, Marina Espasa construye una novela trepidante, original y fantástica. Es la historia de Alicia, una arquitecta que acaba de romper una relación sentimental y que cae rendida a los pies de un extraño topógrafo con gafas de pasta. Sus compañeros de estudio sospechan que el nuevo amor de Alicia no es lo que aparenta. Hay rumores de una invasión de topos que pretenden tomar la ciudad y creen que el topógrafo podría ser uno de ellos. La historia comienza ahí, pero continúa haciendo piruetas magistrales y dando volteretas de gimnasta olímpica. La novela es una aventura, una aventura en el amor y en la vida, donde la protagonista se da cuenta de cómo la reconforta la cotidianidad mientras está envuelta en persecuciones y escapadas, y de cómo echa en falta la aventura cuando está anclada en el día a día.

Aunque esta es la primera novela que publica Espasa, todo su libro desprende madurez literaria. Las frases están bellamente trabadas y dibujan el paisaje literario que acompaña los personajes. Es una novela muy visual, tremendamente pictórica, donde de manera constante la autora construye formas con los pensamientos que salen de las cabezas o con los movimientos de los personajes. Pero Espasa no sólo da vida a los topos y a los pensamientos, todo en su novela está vivo: la flor del cactus que se siente alagada, el tenedor que intenta bromear doblándose, la abeja de la exposición que se limpia el ala… El surrealismo permite materializar cosas intangibles como los colores o los reflejos de la luna y convertir en evidencias aquellas cosas que no lo son como el despacho de arquitectos formado por líneas rectas. Todo en la historia es imprevisible: cambios de tamaño, cambios de tiempo y hasta los paisajes son cambiantes. Paisajes, a menudo cruzados por carreteras, que tienen un papel fundamental para la acción. Se convierten en postales que la autora manda a sus lectores y que son puertas de entrada y salida, imágenes que se comunican con Alicia, que le explican qué debe hacer y cuál es el camino a seguir. Las carreteras por donde transita siempre tienen un destino incierto, llevan a la protagonista a un estadio nuevo, ya sea experimentando sentimientos o explorando otras dimensiones.

Los protagonistas son solitarios que se encuentran, que comparten trabajo o vida, pero nunca pierden su individualidad y su independencia. Alicia y el topógrafo pertenecen a dos mundos paralelos, gobernados por seres que anhelan más poder. Éstos son egoístas, ambiciosos, malvados y bastante ingenuos. Pero aquéllos a los que parece que debemos temer se convierten en personajes insignificantes y ridículos, armados con botones y agujas, con dedales como cascos y con nombres que hacen pensar en los pitufos de los dibujos animados, lo que aún les da un aire más cómico y menos terrible.

Todos ellos desean la ciudad. Una Barcelona evolucionada hacia un mundo fantástico y un poco decadente. No estamos hablando de ciencia ficción, sino del realismo mágico que aportó a la literatura catalana Pere Calders: esa asunción de la anormalidad con total naturalidad no solamente de los personajes, sino del propio lector. Y es que conocemos la influencia literaria de la autora a través de los guiños que nos hace a lo largo de la obra. El título, meditadamente escogido, ya nos sitúa en la línea surrealista cosechada por Francesc Trabal y su L’home que es va perdre. Entre otras referencias encontramos los cines Picabia o la exposición La mort i la primavera: Rodoreda por Villaronga; a uno le viene inevitablemente a la cabeza Invasió subtil de Calders en la escena del parque acuático, donde todos los empleados parecen topos escondidos tras gafas de pasta. En todo caso, estas influencias nos dan los márgenes y pautas necesarias para enmarcar La dona que es va perdre. Y es que Espasa con sus referencias más o menos ocultas nos va guiando para que no salgamos de su cuadro intentando ver más allá o buscando significados ocultos. Nos deja claro que todo es posible: cualquier espacio, personaje o situación inverosímil deja de serlo en sus páginas. Así que el lector se va a prestar fácilmente a seguir el juego, sin que haya nada en la historia que le haga cuestionarse la coherencia o verosimilitud de lo que Espasa trama.

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